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La mujer, diadema de la historia

La mujer, diadema de la historia y de la solidaridad, su existencia es una peregrinación constante de lucha; la primera lucha es contra la discriminación de género, por eso reclama equidad en oportunidades de trabajo y de estudio. El amor por la vida es la infalible condición de su ternura. Su presencia es un ramo de lluvia en la mitad del desierto y es una maravillosa canción para vencer la soledad de la abulia.

Dice una leyenda: cuando Adán estuvo solo, caminaba cabizbajo y un manto de tristeza le impedía contemplar la belleza del paisaje, sus oídos eran sordos a la sinfonía del río y al viento de pájaros cantores. Dios se compadeció de su soledad y creó a Eva, su tierna compañera. Los ojos de Adán se abrieron a la luz y comenzó a contemplar la armonía de los colores, agarrado de la mano de Eva; miraba el desfile de la lluvia por el follaje del paraíso, y de sus labios emergían palabras de elogio y respeto. Eva, de radiante mirada y de sonora timidez, reía de gozo y de felicidad interior cuando los arrullos de cariño y las bellas expresiones le abrasaban el alma.

Ella se vio sonriendo en los ojos de Adán. Adán a cada instante descubría detalles para hacerla sonreír: un abrazo tierno en cada despertar; el susurro de un te quiero; múltiples miradas en los contornos de la piel donde vibra la música, y en las noches veraneras a la primitiva belleza de la luna. Desde entonces, la risa empieza a escribir su historia en corazón de los enamorados.

La risa es la luz que ilumina los colores festivos del tiempo. Todos reímos. La rosa ríe cuando sus labios esperan que el pájaro derrame la caligrafía de su canto. La lluvia ríe cuando reverdece la resequedad del paisaje. El río ríe, cuando el invierno detiene los caminos del desierto. La risa es como la espuma del mar que se levanta en los cristales azules del cenit. En silencio la noche ríe, cuando duermen los colores en el patio, y la algazara del perfume se vuelve risa en los espejos del amanecer. El poeta Pablo Neruda, le dice a su amada: “pero cuando yo abro los ojos y los cierro, cuando mis pasos van, cuando vuelven mis pasos, niégame el pan, el aire, la luz, la primavera, pero tu risa nunca porque me moriría”.

Invito a cada hombre, a que sea un Adán, para descubrir en la poesía una de las bondades que hace feliz a la mujer. La poesía es la esencia de la vida en la exquisita vitalidad del lenguaje. Brindemos por el buen trato, porque unas palabras cariñosas al despertar hacen mirar el día con ojos de esperanza. En el trabajo, un saludo cordial y un apunte de humor entre compañeros abren las ventanas del alma y hacen florecer el corazón de alegría y amistad. La mujer es música y poesía: “El aroma de un jardín se percibe en su sonrisa, en su piel deja la brisa el susurro de un violín. Su pureza es de jazmín en las puertas de la aurora. El tiempo siempre es ahora no es mañana ni el ayer, y Dios bendice a la mujer, musa fiel encantadora”

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