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Columnista - 29 octubre, 2020

La Minga, canal natural de expresión

Una de los perfiles de la democracia es la posibilidad que tienen las personas y comunidades en libertad, de expresar sus cuitas, mostrar sus problemas y hacer peticiones. Minga es un vocablo quechua que resume los conceptos de liderazgo, solidaridad, hermandad, trabajo en equipo, altruismo, paz, vida y territorio. Pero a esta acepción la han […]

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Una de los perfiles de la democracia es la posibilidad que tienen las personas y comunidades en libertad, de expresar sus cuitas, mostrar sus problemas y hacer peticiones. Minga es un vocablo quechua que resume los conceptos de liderazgo, solidaridad, hermandad, trabajo en equipo, altruismo, paz, vida y territorio.

Pero a esta acepción la han querido satanizar ubicándola en la jerga del desorden, del terrorismo y de actividades non santas. Ad portas de que la Minga partiera para Bogotá, la Policía Nacional dijo que esta estaba infiltrada por el ELN y otros grupos insurgentes lo cual resultó falso; ni un desfile de monjes cartujos habría resultado más sobrio.

A la sazón, yo escribí en mi muro de Facebook acerca de cómo harían tan rápido para saberlo si del asesinato de Gaitán hace 72 años no se sabe nada; esta inquietud se volvió tendencia porque cerca de 2.600 personas la han compartido por su obviedad. Los indígenas, como la mayoría, no tienen canales de expresión ni casi nadie que los represente; los medios de expresión radial, televisivos, impresos o de cualquier otro tipo están concentrados entre pocos que son defensores per se de las medidas oficiales.

Esto ha hecho que el periodismo se torne mercenario y deje de mirar con objetividad crítica los problemas de los excluidos. Los indígenas del suroccidente del país, por eso, organizaron su Minga y marcharon ordenadamente hacia Bogotá en pro de la inútil tarea de que el presidente Duque renunciara a su arrogancia, al menos por un ratico, y los recibiera para iterarle acerca del olvido que, por generaciones, han tenido con ellos. Dicen que lo cortés no quita lo valiente, pero prefirió avistar cangrejos en Quibdó.

Cuando el conquistador vino a esta tierra ya estaba poblada y organizada por sus dueños: los nativos. Ahí fue Troya, ahí comenzó el saqueo, la violencia sexual y la destrucción de una cultura. Somos fruto del estupro y de un mestizaje lascivo. Muchos reniegan de su pasado ancestral y 500 años después se creen chavales; más, la mancha mongólica no se la podrán borrar: al menos, 85 % de nosotros tenemos el ADN mitocondrial de nuestras madres aborígenes.

Hoy sigue el exterminio de ese pasado, en este gobierno van 47 asesinatos y 283 en los últimos 4 años; quedan dos millones deambulando por las más hostiles pendientes andinas, las menos fértiles. Los enemigos de las etnias dicen, en forma descontextualizada, que estas poseen el 28.9 % del total de las tierras, no las mejores, y muchas sin títulos, pero no dicen cómo perdieron el resto. Callan que 52 % de la tierra, la mejor, le pertenece al 1.5 % de los dueños. También ocultan que el 0.1 % de las fincas mayores de 2.000Ha ocupa el 60% de la tierra y que el 42.7 % de los propietarios de los predios más grandes dicen desconocer el origen legal de sus terrenos.

¿Cómo llegaron allí? (Oxfan). El problema no está bien definido. La Minga, por lo tanto, no es un capricho, es una reivindicación legítima aplazada por siglos; la minga es América y la recorre, ya no en la voz intimidante de Rodrigo de Triana, “tierra, tierra”, sino de la Bolivia amerindia de Evo. La Minga somos todos.

Columnista
29 octubre, 2020

La Minga, canal natural de expresión

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Una de los perfiles de la democracia es la posibilidad que tienen las personas y comunidades en libertad, de expresar sus cuitas, mostrar sus problemas y hacer peticiones. Minga es un vocablo quechua que resume los conceptos de liderazgo, solidaridad, hermandad, trabajo en equipo, altruismo, paz, vida y territorio. Pero a esta acepción la han […]


Una de los perfiles de la democracia es la posibilidad que tienen las personas y comunidades en libertad, de expresar sus cuitas, mostrar sus problemas y hacer peticiones. Minga es un vocablo quechua que resume los conceptos de liderazgo, solidaridad, hermandad, trabajo en equipo, altruismo, paz, vida y territorio.

Pero a esta acepción la han querido satanizar ubicándola en la jerga del desorden, del terrorismo y de actividades non santas. Ad portas de que la Minga partiera para Bogotá, la Policía Nacional dijo que esta estaba infiltrada por el ELN y otros grupos insurgentes lo cual resultó falso; ni un desfile de monjes cartujos habría resultado más sobrio.

A la sazón, yo escribí en mi muro de Facebook acerca de cómo harían tan rápido para saberlo si del asesinato de Gaitán hace 72 años no se sabe nada; esta inquietud se volvió tendencia porque cerca de 2.600 personas la han compartido por su obviedad. Los indígenas, como la mayoría, no tienen canales de expresión ni casi nadie que los represente; los medios de expresión radial, televisivos, impresos o de cualquier otro tipo están concentrados entre pocos que son defensores per se de las medidas oficiales.

Esto ha hecho que el periodismo se torne mercenario y deje de mirar con objetividad crítica los problemas de los excluidos. Los indígenas del suroccidente del país, por eso, organizaron su Minga y marcharon ordenadamente hacia Bogotá en pro de la inútil tarea de que el presidente Duque renunciara a su arrogancia, al menos por un ratico, y los recibiera para iterarle acerca del olvido que, por generaciones, han tenido con ellos. Dicen que lo cortés no quita lo valiente, pero prefirió avistar cangrejos en Quibdó.

Cuando el conquistador vino a esta tierra ya estaba poblada y organizada por sus dueños: los nativos. Ahí fue Troya, ahí comenzó el saqueo, la violencia sexual y la destrucción de una cultura. Somos fruto del estupro y de un mestizaje lascivo. Muchos reniegan de su pasado ancestral y 500 años después se creen chavales; más, la mancha mongólica no se la podrán borrar: al menos, 85 % de nosotros tenemos el ADN mitocondrial de nuestras madres aborígenes.

Hoy sigue el exterminio de ese pasado, en este gobierno van 47 asesinatos y 283 en los últimos 4 años; quedan dos millones deambulando por las más hostiles pendientes andinas, las menos fértiles. Los enemigos de las etnias dicen, en forma descontextualizada, que estas poseen el 28.9 % del total de las tierras, no las mejores, y muchas sin títulos, pero no dicen cómo perdieron el resto. Callan que 52 % de la tierra, la mejor, le pertenece al 1.5 % de los dueños. También ocultan que el 0.1 % de las fincas mayores de 2.000Ha ocupa el 60% de la tierra y que el 42.7 % de los propietarios de los predios más grandes dicen desconocer el origen legal de sus terrenos.

¿Cómo llegaron allí? (Oxfan). El problema no está bien definido. La Minga, por lo tanto, no es un capricho, es una reivindicación legítima aplazada por siglos; la minga es América y la recorre, ya no en la voz intimidante de Rodrigo de Triana, “tierra, tierra”, sino de la Bolivia amerindia de Evo. La Minga somos todos.