Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 22 febrero, 2019

La inseguridad amenaza el futuro del Cesar

Durante tres días, en el marco del XXVI Festival Nacional de la Tambora y la Guacherna, el cadencioso baile, la música, alegría de sus ritmos, en asocio con la amabilidad, alegría y cariño del tamalamequero me llenaron de éxtasis, transportándome al edén, desconectándome de la realidad cotidiana. Hoy despierto de ese sueño mágico, afrontando la […]

Durante tres días, en el marco del XXVI Festival Nacional de la Tambora y la Guacherna, el cadencioso baile, la música, alegría de sus ritmos, en asocio con la amabilidad, alegría y cariño del tamalamequero me llenaron de éxtasis, transportándome al edén, desconectándome de la realidad cotidiana.

Hoy despierto de ese sueño mágico, afrontando la cruda y dura realidad que padecen la mayoría municipios del Cesar, donde sus habitantes viven atemorizados, angustiados y bajo la zozobra por la inseguridad que reina y azota sus poblaciones, alterando su paz y tranquilidad.

Las principales ciudades del departamento han visto como los casos de fleteo, atraco, hurtos, raponazos y abigeato se han incrementado visiblemente, acrecentando la desconfianza y la sensación de temor de los ciudadanos, quienes perciben como exponen su integridad física y hasta la vida toda vez que los delincuentes usan la fuerza y violencia para perpetrar sus fechorías.

Es imaginable transitar las calles de Valledupar o Aguachica sin que el pánico y el miedo se apoderen del transeúnte, quienes se sienten vulnerables e indefensos por el entorno de inseguridad y delincuencia que lo circunda, cohibiendo a los ciudadanos de disfrutar de la belleza de su tierra, constriñéndolo de adelantar actividades al aire libre, en espacios públicos y condicionándolo al encierro, contribuyendo con ello que el bienestar, desarrollo y progreso de su territorio se vea mermado.

No es posible que este flagelo reine en nuestro departamento, condicione nuestras vidas, cercene nuestra tranquilidad y libre locomoción, sin que las autoridades tomen las medidas necesarias para combatirlo, a sabiendas de que es una obligación insoslayable del Estado y una demanda social que se debe atender, garantizando a sus conciudadanos las condiciones necesarias para adelantar sus actividades diarias sin exponer su integridad, bienes y vida.

Por eso se hace imperioso que las primeras autoridades de estos municipios asuman un liderazgo y compromiso en la implementación de políticas de seguridad que contribuyan en la búsqueda de alternativas, mecanismos y solución al clamor de sus ciudadanos.
Los organismos de seguridad deben fortalecer la inteligencia e investigación criminal, convirtiéndose en la primera línea para prevenir, controlar y neutralizar la delincuencia, reducir los índices de criminalidad y disminuir el temor ciudadano frente al delito, para ello se requiere adelantar operativos, acciones y desplegar su capacidad operativa que conlleven a golpear y contrarrestar las estructuras criminales que azotan las ciudades.

Desde los gobiernos nacional y territoriales se viene incentivando la implementación de la economía naranja, como alternativa de desarrollo local, donde ciudades como Valledupar que mediante el folclor pretenden jalonar el turismo, fortalecer empresas y negocios que le permitan dinamizar su economía, forjando en sus habitantes mejorar su calidad de vida.

De la misma forma Aguachica quiere aprovechar su posición geográfica estratégica y su condición de epicentro cultural, comercial y económico entre el sur del Cesar, Bolívar y los Santanderes, para convertirse en modelo de progreso y desarrollo que les sirva a sus habitantes como plataforma de bienestar.

Infortunadamente todas estas virtudes y bondades con las que cuentan nuestros pueblos se ven truncadas por la inseguridad que reina en sus calles, lo que no permite convertirse en territorios más competitivos, atractivos y modernos que permitan la inversión que se requiere para satisfacer sus necesidades básicas y convertirnos en polo de desarrollo.
O nos proponemos erradicar la delincuencia de nuestros pueblos, como logramos superar la violencia de los grupos al margen de la ley, o condenamos a nuestro territorio y su gente al olvido, involución y atraso.

Columnista
22 febrero, 2019

La inseguridad amenaza el futuro del Cesar

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Diógenes Pino Sanjur

Durante tres días, en el marco del XXVI Festival Nacional de la Tambora y la Guacherna, el cadencioso baile, la música, alegría de sus ritmos, en asocio con la amabilidad, alegría y cariño del tamalamequero me llenaron de éxtasis, transportándome al edén, desconectándome de la realidad cotidiana. Hoy despierto de ese sueño mágico, afrontando la […]


Durante tres días, en el marco del XXVI Festival Nacional de la Tambora y la Guacherna, el cadencioso baile, la música, alegría de sus ritmos, en asocio con la amabilidad, alegría y cariño del tamalamequero me llenaron de éxtasis, transportándome al edén, desconectándome de la realidad cotidiana.

Hoy despierto de ese sueño mágico, afrontando la cruda y dura realidad que padecen la mayoría municipios del Cesar, donde sus habitantes viven atemorizados, angustiados y bajo la zozobra por la inseguridad que reina y azota sus poblaciones, alterando su paz y tranquilidad.

Las principales ciudades del departamento han visto como los casos de fleteo, atraco, hurtos, raponazos y abigeato se han incrementado visiblemente, acrecentando la desconfianza y la sensación de temor de los ciudadanos, quienes perciben como exponen su integridad física y hasta la vida toda vez que los delincuentes usan la fuerza y violencia para perpetrar sus fechorías.

Es imaginable transitar las calles de Valledupar o Aguachica sin que el pánico y el miedo se apoderen del transeúnte, quienes se sienten vulnerables e indefensos por el entorno de inseguridad y delincuencia que lo circunda, cohibiendo a los ciudadanos de disfrutar de la belleza de su tierra, constriñéndolo de adelantar actividades al aire libre, en espacios públicos y condicionándolo al encierro, contribuyendo con ello que el bienestar, desarrollo y progreso de su territorio se vea mermado.

No es posible que este flagelo reine en nuestro departamento, condicione nuestras vidas, cercene nuestra tranquilidad y libre locomoción, sin que las autoridades tomen las medidas necesarias para combatirlo, a sabiendas de que es una obligación insoslayable del Estado y una demanda social que se debe atender, garantizando a sus conciudadanos las condiciones necesarias para adelantar sus actividades diarias sin exponer su integridad, bienes y vida.

Por eso se hace imperioso que las primeras autoridades de estos municipios asuman un liderazgo y compromiso en la implementación de políticas de seguridad que contribuyan en la búsqueda de alternativas, mecanismos y solución al clamor de sus ciudadanos.
Los organismos de seguridad deben fortalecer la inteligencia e investigación criminal, convirtiéndose en la primera línea para prevenir, controlar y neutralizar la delincuencia, reducir los índices de criminalidad y disminuir el temor ciudadano frente al delito, para ello se requiere adelantar operativos, acciones y desplegar su capacidad operativa que conlleven a golpear y contrarrestar las estructuras criminales que azotan las ciudades.

Desde los gobiernos nacional y territoriales se viene incentivando la implementación de la economía naranja, como alternativa de desarrollo local, donde ciudades como Valledupar que mediante el folclor pretenden jalonar el turismo, fortalecer empresas y negocios que le permitan dinamizar su economía, forjando en sus habitantes mejorar su calidad de vida.

De la misma forma Aguachica quiere aprovechar su posición geográfica estratégica y su condición de epicentro cultural, comercial y económico entre el sur del Cesar, Bolívar y los Santanderes, para convertirse en modelo de progreso y desarrollo que les sirva a sus habitantes como plataforma de bienestar.

Infortunadamente todas estas virtudes y bondades con las que cuentan nuestros pueblos se ven truncadas por la inseguridad que reina en sus calles, lo que no permite convertirse en territorios más competitivos, atractivos y modernos que permitan la inversión que se requiere para satisfacer sus necesidades básicas y convertirnos en polo de desarrollo.
O nos proponemos erradicar la delincuencia de nuestros pueblos, como logramos superar la violencia de los grupos al margen de la ley, o condenamos a nuestro territorio y su gente al olvido, involución y atraso.