Mariangola ha sido un lugar de bendiciones para nativos y forasteros. La belleza de sus sabanas es un emporio de atracción; desde la época de La Colonia era reconocida por la abundancia del arbusto ‘Mariangola’ de flores blancas y perfumadas, del cual los vaqueros cortaban sus ramas que servían de fustas para los caballos. Pero […]
Mariangola ha sido un lugar de bendiciones para nativos y forasteros. La belleza de sus sabanas es un emporio de atracción; desde la época de La Colonia era reconocida por la abundancia del arbusto ‘Mariangola’ de flores blancas y perfumadas, del cual los vaqueros cortaban sus ramas que servían de fustas para los caballos. Pero además del encanto del paisaje y la presencia venerada de Dios en la imagen del Santo Cristo, muchas personas llegaban al pueblo por el privilegio de estar ubicado en las dos orillas de la carretera nacional.
Los años de 1960 fueron de prosperidad para el recién creado corregimiento. Muchas personas llegaron por la bonanza del cultivo de algodón, por la apertura de la carretera a la Sierra, por los cultivos de arroz, por las condiciones favorables del centro de salud y por el agua abundante del río o extraída por los molinos de viento en épocas de verano. Entre esas familias que aquí llegaron y compartieron sus afectos y sus bondades hasta el punto de sentirse mariangoleras, está la familia García Baute, que llegó del vecino corregimiento de Los Venados, bajo la orientación tutelar de la distinguida matrona Carmen Baute de García.
La señora Carmen vino con su numerosa prole, y entre ellas siete hermosas doncellas en edad de primavera en flor. Desde sus primeros días de estadía muestra sus cualidades en el campo de la salud y presta con eficiencia sus servicios de enfermera, y con gran acierto de partera. Su voluntad de servir no tuvo límites: a cualquier hora del día o de la noche, desafiando las tormentas del invierno o las hostilidades caniculares del verano, exponiéndose a las incomodidades de un tractor o al lomo de un caballo o de un burro, viajaba a las lejanas fincas o a remotos lugares de la Sierra para acudir de manera oportuna a atender el nacimiento de un niño.
Estos méritos le permitieron ser nombrada enfermera oficial del Centro de Salud, cargo que desempeñó con lujo de competencia hasta alcanzar el justo tiempo del retiro laboral. Ya en la edad otoñal, se regocija con la ternura de sus nietos y bisnietos, y disfruta la dicha infinita de haber sembrado en los suyos un legado de virtudes y bondades que florecen como diademas de laureles en el extenso jardín de la vida; parte de esta feliz temporada la vivió en Valledupar y tuvo la satisfacción de ver a la mayoría de sus nietos graduarse en diversas profesiones: médicos, ingenieros, abogados, arquitectos, contadores, administradores de empresas y periodistas. Uno de esos nietos, es José Urbano Céspedes García, Editor general de El Pilón.
El 29 de julio de 2010, la amorosa tierra vallenata abrió sus entrañas para recibir el cuerpo octogenario de Carmen Baute de García, pero su obra y su alma están en el corazón y la memoria de todos sus queridos familiares y de todos los que conocimos su grandeza humana. Y como dice un poeta: “Después de la muerte la vida sigue en la eufonía del amor de los recuerdos”.
Mariangola ha sido un lugar de bendiciones para nativos y forasteros. La belleza de sus sabanas es un emporio de atracción; desde la época de La Colonia era reconocida por la abundancia del arbusto ‘Mariangola’ de flores blancas y perfumadas, del cual los vaqueros cortaban sus ramas que servían de fustas para los caballos. Pero […]
Mariangola ha sido un lugar de bendiciones para nativos y forasteros. La belleza de sus sabanas es un emporio de atracción; desde la época de La Colonia era reconocida por la abundancia del arbusto ‘Mariangola’ de flores blancas y perfumadas, del cual los vaqueros cortaban sus ramas que servían de fustas para los caballos. Pero además del encanto del paisaje y la presencia venerada de Dios en la imagen del Santo Cristo, muchas personas llegaban al pueblo por el privilegio de estar ubicado en las dos orillas de la carretera nacional.
Los años de 1960 fueron de prosperidad para el recién creado corregimiento. Muchas personas llegaron por la bonanza del cultivo de algodón, por la apertura de la carretera a la Sierra, por los cultivos de arroz, por las condiciones favorables del centro de salud y por el agua abundante del río o extraída por los molinos de viento en épocas de verano. Entre esas familias que aquí llegaron y compartieron sus afectos y sus bondades hasta el punto de sentirse mariangoleras, está la familia García Baute, que llegó del vecino corregimiento de Los Venados, bajo la orientación tutelar de la distinguida matrona Carmen Baute de García.
La señora Carmen vino con su numerosa prole, y entre ellas siete hermosas doncellas en edad de primavera en flor. Desde sus primeros días de estadía muestra sus cualidades en el campo de la salud y presta con eficiencia sus servicios de enfermera, y con gran acierto de partera. Su voluntad de servir no tuvo límites: a cualquier hora del día o de la noche, desafiando las tormentas del invierno o las hostilidades caniculares del verano, exponiéndose a las incomodidades de un tractor o al lomo de un caballo o de un burro, viajaba a las lejanas fincas o a remotos lugares de la Sierra para acudir de manera oportuna a atender el nacimiento de un niño.
Estos méritos le permitieron ser nombrada enfermera oficial del Centro de Salud, cargo que desempeñó con lujo de competencia hasta alcanzar el justo tiempo del retiro laboral. Ya en la edad otoñal, se regocija con la ternura de sus nietos y bisnietos, y disfruta la dicha infinita de haber sembrado en los suyos un legado de virtudes y bondades que florecen como diademas de laureles en el extenso jardín de la vida; parte de esta feliz temporada la vivió en Valledupar y tuvo la satisfacción de ver a la mayoría de sus nietos graduarse en diversas profesiones: médicos, ingenieros, abogados, arquitectos, contadores, administradores de empresas y periodistas. Uno de esos nietos, es José Urbano Céspedes García, Editor general de El Pilón.
El 29 de julio de 2010, la amorosa tierra vallenata abrió sus entrañas para recibir el cuerpo octogenario de Carmen Baute de García, pero su obra y su alma están en el corazón y la memoria de todos sus queridos familiares y de todos los que conocimos su grandeza humana. Y como dice un poeta: “Después de la muerte la vida sigue en la eufonía del amor de los recuerdos”.