Habiendo nacido estos dos filósofos alemanes, el primero en 1724, muerto en 1804, y el segundo en 1770, muerto en 1831, podemos decir que ambos participaron de manera prominente en los movimientos intelectuales europeos, y particularmente en Alemania, la ilustración, el romanticismo y el idealismo filosófico.
En el apogeo de la cosmovisión de la ilustración del siglo XVIII, comenzaron a surgir en Europa, sin embargo, algunas voces críticas. Se tildaba a la ilustración de unilateral y alejada de la vida; y poco a poco fue surgiendo una nueva cosmovisión, aunque igualmente unilateral, el romanticismo. En una y en otra, se encuentran las raíces de la cultura contemporánea, caracterizada por su secularismo.
El romanticismo fue un movimiento cultural antes que filosófico aunque también, artístico, literario y musical, de los últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX, especialmente aupado en Alemania. Pero allí mismo y por las mismas calendas se fue desarrollando el idealismo filosófico, con el que la especulación racional pura logra su más notoria cima histórica.
En efecto, el idealismo de Fichte transforma radicalmente el de Kant, suprimiendo su idea de la cosa en sí (noúmeno) de naturaleza fantástica, soñadora e incognoscible, en la acción del yo de pensarse a sí mismo, un yo que debe ser puro y absoluto. Esto es, la total sustitución del objeto por el sujeto. Justamente, con esta afirmación nace el idealismo filosófico, con Fichte a la cabeza.
De esa manera se completaba la revolución copernicana iniciada por Kant, es decir, que el mundo es producción del pensamiento. Pero este pensamiento no es la mente del individuo singular, demasiado débil para sostener el universo entero, sino de una inteligencia superior individual, que llega a ser un sujeto Absoluto. Por tanto, el yo trascendental kantiano se transforma en Fichte en un principio metafísico, el yo Absoluto.
En el idealismo, la realidad total, todo cuanto existe, es el proceso de autoexpresión o automanifestación de la razón infinita.
En la base del idealismo alemán se constata una gran confianza en el poder de la razón, hasta llegar a Hegel, que considera no solo deseable sino posible un conocimiento Absoluto mediante la filosofía. Esta confianza en el Absoluto encuentra su explicación en el elemento teológico del idealismo, pues hay que recordad que estos filósofos fueron estudiantes de teología luterana y allí abreva su inspiración filosófica idealista.
Evidentemente, el romanticismo y el idealismo, además de haberse desarrollado paralelamente, tienen por elementos comunes las nociones de infinito, de absoluto, de totalidades, y la unidad del desarrollo histórico. En cambio, difieren en las concepciones de la naturaleza, en privilegiar, el romanticismo, el sentimiento frente al conocimiento racional, propio del idealismo.
Finalmente, se puede observar cierta afinidad entre el sistema idealista de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, con los filósofos alemanes a la cabeza, y el sistema escolástico del siglo XIII. Es una aspiración a una visión universal, total, última del universo, verdaderamente impresionante. Pero tal idealismo se estancó desde la muerte de Hegel, ocurrida en 1831, para dar paso a un nuevo movimiento cultural, el existencialismo.
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Por Rodrigo López Barros
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