Jonathan Malagón González es un vallenato de 30 años, reconocido por la Revista Dinero -de publicaciones Semana- como uno de los jóvenes ejecutivos que lideran el mundo económico y empresarial colombiano. Malagón luce familiar a los reconocimientos: en 2013 fue condecorado por la Cámara Junior Internacional como Ejecutivo Joven del Año en Colombia, en 2006 ganó el Premio Portafolio al Mejor Estudiante del país y en ese mismo año fue escogido por la Fundación Carolina como uno de los mejores estudiantes de Iberoamérica, siendo recibido por el hoy Rey de España.
Camino a un almuerzo, aprovechamos para escuchar sus impresiones respecto a varios temas. Pese a su juventud, es reiterativo en el valor de la experiencia, por lo que menciona con inmensa gratitud a aquellas personas con las que ha tenido el privilegio de trabajar a lo largo de su carrera. Han sido sus jefes los exministros José Antonio Ocampo, Fabio Villegas y María Mercedes Cuéllar, los exdirectores del Banco de la República y hoy Presidentes de ANIF y Fedesarrollo, Sergio Clavijo y Leonardo Villar; el actual ministro de las TIC, Diego Molano; la expresidente de Transmilenio y de la EEB, Astrid Martínez; el fundador de Portafolio, Mauricio Rodríguez; los presidentes de Telefónica y de Telecom, Alfonso Gómez y Julián Medina, entre otros.
Observamos sus avanzados estudios en economía, él es un producto de la oportunidad de estudiar, el esfuerzo y la disciplina. Ejemplo de cómo la educación transforma vidas, y es el mejor ejemplo para los jóvenes estudiantes.
Al recorrer su trayectoria, le decimos: “Jonathan, tú no eres un pilo… Eres un ‘pilón'”. Él sonríe, con la misma gracia y naturalidad con que lo hace junto a sus colegas en las modernas oficinas de la Asociación Bancaria de Colombia, uno de los gremios más poderosos del país, donde trabaja como vicepresidente. Es un hombre sencillo, franco, amable y muy seguro de sí mismo. Fue llamativo para EL PILÓN que, con su juventud, en los corrillos de Asobancaria lo llamaran “profe”.
He aquí como este verdadero “pilón” respondió a algunas de nuestras preguntas.
EL PILÓN: ¿Cómo llegó a la Asobancaria?
Jonathan Malagón González: Fui contactado por una firma cazatalentos experta en selección de ejecutivos. Me invitaron a concursar por el cargo, participé de la convocatoria y finalmente fui escogido.
E.P: Es una gran responsabilidad. ¿Qué hace, qué direcciones tiene a cargo?
J.M.G: Actualmente se encuentran a mi cargo las áreas de inclusión financiera y medios de pago, estudios económicos, riesgos financieros, operación bancaria y vivienda.
E.P: ¿Cómo llega a ser profesor de la Universidad Nacional?
J.M.G: Perseverando… Previamente había dictado clases en la Universidad Javeriana, los Andes, el Externado y el CESA. Apenas tuve la oportunidad de volver a mi alma máter lo hice, donde llevo ya cerca de seis años como docente de macroeconomía y políticas públicas.
E.P: En el programa de becas “ser pilo paga” que benefició a buenos bachilleres de familias con Sisbén para acceder con becas a la Universidad, solo el 15% de los estudiantes prefirió universidades públicas, ¿a qué lo atribuye?
J.M.G: Hoy en día siete de las 10 mejores universidades del país son privadas, por lo que no se me hace extraño que el patrón de escogencia reproduzca parcialmente este fenómeno. A lo anterior se suma la incertidumbre que en algunas universidades públicas generan los paros y la constante anormalidad académica.
E.P: Hace dos años escribió un artículo en La República, que reprodujo EL PILÓN, sobre las becas que concedía la Gobernación del Cesar y considerabas que debían ser condicionadas…
J.M.G: Por supuesto. Somos un país en vía de desarrollo que hace un gran esfuerzo por brindar este tipo de ayudas educativas a la población más necesitada. En mi opinión, quienes acceden a este privilegio adquieren también una obligación de permanencia y rendimiento. Nada es más mezquino que el derroche de lo público.
E.P: ¿Cómo llegó a una universidad como Columbia en Nueva York?
J.M.G: Gracias a becas, donaciones y a un trabajo como asistente docente que me permitió financiar parte de los gastos.
E.P: ¿A qué profesor de Columbia recuerda? ¿A cuál admira?
J.M.G: Entre los que admiro están Jeffrey Sachs, José A. Ocampo, Guillermo Calvo, Xavier Sala-i-Martin, Robert Mundell o Joseph Stiligtz, estos dos últimos ganadores del Premio Nobel de Economía.
E.P: Tiene varias publicaciones en revistas especializadas, lo que es propio de su labor académica, pero, además, ¿le gusta el periodismo económico?
J.M.G: Me gusta mucho. En efecto, me encantaría en un futuro ser director de un periódico. Creo que a través de la oportuna provisión de información económica de calidad se puede contribuir de gran manera a que las personas tomen las mejores decisiones. El periodismo lo entiendo, en cierta medida, como una dimensión más de la pedagogía, que tanto me apasiona.
E.P: ¿Cómo ve la evolución de la economía nacional? En un estudio premonitorio, junto al exdirector del DNP, Hernando José Gómez, advertió de las consecuencias de la caída de precios del petróleo.
J.M.G: El 2015 será un año muy complejo, que marca un punto de inflexión en nuestra economía. Comienza la reversión de la llamada “enfermedad holandesa”, por lo que ya no tendremos los excesos de liquidez propios de la actividad minera. Por tanto, debemos prepararnos para planear la reconversión sectorial de nuestro aparato productivo, apuntando a recuperar al agro y la industria en momentos en que la tasa de cambio parece por fin favorecer a los tan golpeados sectores transables. En el estudio que preparamos para PNUD, junto con Hernando José Gómez y Carlos Ruiz, desafortunadamente acertamos.
E.P: ¿Qué piensa sobre la necesidad de que el país no solo sea equitativo socialmente sino regionalmente?
J.M.G: Nuestro país todavía encierra muchas asimetrías regionales. Mientras algunas zonas son perfectamente equiparables al primer mundo, otras se encuentran con niveles de desarrollo similares a los de África Central. Estoy convencido que hay profundizar el proceso de descentralización de la economía colombiana. Las regiones necesitan más autonomía y un gasto desde el Gobierno Nacional central que propenda por la convergencia regional.
E.P: ¿Qué opina de la adopción de salarios mínimos desiguales según las regiones?
J.M.G: Soy un defensor a ultranza de esta propuesta. Donde el costo de vida es menor, el salario mínimo debería ajustarse para permitir mayores niveles de empleo. Lo recomienda la OCDE y lo defendimos intensamente cuando hicimos parte de Fedesarrollo.
E.P: ¿No cree que en un país como Colombia impuestos como el 4 X 1000 contribuyen a la desbancarización, a la evasión y a la informalidad?
J.M.G: Pocos impuestos son tan antitécnicos como el gravamen a los movimientos financieros. Es el peor enemigo de la formalidad y de la inclusión financiera. Mientras el mundo avanza hacia sociedades sin uso del efectivo, en Colombia nos movemos en la dirección opuesta. El 4 X 1.000 fomenta que las personas prefieran el papel moneda, evadan sus obligaciones tributarias, pongan en riesgo su seguridad ante el manejo del circulante y desintermedien la economía, limitando la sana irrigación del ahorro al crédito.
E.P: ¿Por qué luego de ser un economista con varias maestrías en temas relacionados, decide estudiar administración de empresas en la London School of Economics? ¿Es finalmente un economista o un administrador?
J.M.G: No existe tal disyuntiva. Creo que son dos disciplinas enteramente complementarias. De manera simple, yo me definiría como un economista convencido de la importancia de la gerencia. Así como un gerente requiere de la economía para entender de mejor forma el entorno bajo el cual toma decisiones, un economista requiere de la gestión para implementar correctamente sus recomendaciones de política.
E.P: Aparte de su trabajo como ejecutivo en la multinacional Telefónica y como directivo en el centro de pensamiento más importante del país, Fedesarrollo, ¿has tenido la oportunidad de trabajar directamente en el sector público?
J.M.G: Sí. En el primer gobierno del Presidente Santos fui el Gerente General de Compartel, programa que movilizaba cientos de millones de dólares al año en proyectos de telecomunicaciones sociales para las zonas más apartadas del país. En el Cesar, por ejemplo, llevamos fibra óptica la totalidad de los municipios del departamento e internet comunitario a la mayoría de los centros poblados rurales de más de 100 habitantes.
E.P: ¿Se lo preguntamos porque se anda diciendo que Valledupar requiere de un gran gerente?
J.M.G: (Risas). Sin duda necesitamos más gerencia, pero también más transparencia y una rendición de cuentas mucho más efectiva. Valledupar que se proyecta como una de las ciudades intermedias más prósperas del país, no podrá serlo con un municipio en bancarrota. Los malos manejos nos han alejado del modelo de ciudad que el pueblo vallenato se merece.
E.P: ¿Qué recuerda de su niñez en Valledupar?
J.M.G: A mi abuela y a Carmen, mi nana, quienes desde el cielo me siguen cuidando. Recuerdo también las tardes con mis amigos, el Gimnasio del Norte, la iglesia en los domingos, los perros calientes de Tío Beto y el privilegio de hablar con mis papás todas las noches antes de irme a dormir.
E.P: ¿Fue alguna vez condecorado por el departamento, cierto?
J.M.G: Sí. Guardo en mi biblioteca, con especial cariño, la medalla Cacique Upar en su máxima categoría, que recibí de manos del Gobernador del Cesar. También fui condecorado por la Asamblea y por el Municipio.
E.P: ¿Volverá a su tierra?
J.M.G: Nunca me he ido.
Por Redacción / EL PILÓN