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Columnista - 5 junio, 2020

Interpretaciones

“Y dijo Ezequías a Isaías: la palabra del señor que has hablado es buena…”, Isaías 39,8 El marco de la situación a la que hoy quiero referirme es la enfermedad del rey Ezequías y la prolongación de sus días por boca del profeta Isaías. Pero, luego que el rey Ezequías recibe visitantes de Babilonia y […]

“Y dijo Ezequías a Isaías: la palabra del señor que has hablado es buena…”, Isaías 39,8

El marco de la situación a la que hoy quiero referirme es la enfermedad del rey Ezequías y la prolongación de sus días por boca del profeta Isaías. Pero, luego que el rey Ezequías recibe visitantes de Babilonia y le muestra todos los secretos de su reino, nuevamente, el profeta viene a él para declarar que serían llevados cautivos a Babilonia y tomarían a sus hijos por esclavos. Y es aquí cuando surge la declaración del rey: La palabra del Señor que has hablado es buena. ¿Qué de bueno podría tener semejante profecía de la palabra del señor?

Existen dos desafíos puntuales de cara a la palabra del señor: el primero es recibirla. Existe diferencia entre entender que la necesitamos y otra cosa es vivirla y experimentar que en la cotidianidad el señor les habla a nuestras vidas.

El desafío de recibir su palabra es grande, porque todos estamos inmersos y ocupados en muchas cosas. Para que Dios nos hable es necesario que acallemos nuestras almas, que hagamos cesar el bullicio y ajetreo de nuestras vidas. Es difícil hablarle a quien está ocupado y atareado con otras cosas. Pero, aun cuando cesen nuestras actividades, no tenemos garantía de que podamos escucharlo, porque en nuestro ser interior también existe un incesante movimiento de pensamientos que alimentan la angustia y preocupación. Es indispensable que aprendamos a aquietar nuestros espíritus haciendo silencio y afinando el oído para poder escucharlo.

Si logramos acallar nuestra alma para recibir con humildad y mansedumbre su palabra, hemos avanzado; sin embargo, hay otro desafío: entender y procesar ¿qué significa lo que hemos escuchado? Y es aquí, donde frecuentemente fallamos, porque le damos a la palabra una interpretación enteramente favorable a nuestra situación personal. Queremos escuchar solo aquello que es dulce y grato a nuestros oídos; pero, las interpretaciones correctas le evitarán a nuestro espíritu momentos de incomodidad cuando ella penetre en las profundidades del ser.

No tenemos la bendición que un profeta de la talla de Isaías venga a proclamar la palabra del señor, porque ya tenemos la palabra profética más segura a la cual bien haremos en estar sujetos. Si el mensaje del profeta era de destrucción y cautiverio; entonces, el rey estaba equivocado en su interpretación, cuyo problema principal era desconocer que su palabra tiene un solo significado, aunque pueda tener varios sentidos.

Debemos tener cuidado con aquellas interpretaciones que se acomodan a la conveniencia del interprete; normalmente, la palabra del señor incomoda por lo que debemos ser precavidos a la hora de proclamar el significado de su palabra.

Oro que Dios te guie a interpretar correctamente su palabra y que ella te inspire y motive a hacer siempre lo correcto ante sus ojos.

Un abrazo virtual y cariñoso. 

Columnista
5 junio, 2020

Interpretaciones

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Y dijo Ezequías a Isaías: la palabra del señor que has hablado es buena…”, Isaías 39,8 El marco de la situación a la que hoy quiero referirme es la enfermedad del rey Ezequías y la prolongación de sus días por boca del profeta Isaías. Pero, luego que el rey Ezequías recibe visitantes de Babilonia y […]


“Y dijo Ezequías a Isaías: la palabra del señor que has hablado es buena…”, Isaías 39,8

El marco de la situación a la que hoy quiero referirme es la enfermedad del rey Ezequías y la prolongación de sus días por boca del profeta Isaías. Pero, luego que el rey Ezequías recibe visitantes de Babilonia y le muestra todos los secretos de su reino, nuevamente, el profeta viene a él para declarar que serían llevados cautivos a Babilonia y tomarían a sus hijos por esclavos. Y es aquí cuando surge la declaración del rey: La palabra del Señor que has hablado es buena. ¿Qué de bueno podría tener semejante profecía de la palabra del señor?

Existen dos desafíos puntuales de cara a la palabra del señor: el primero es recibirla. Existe diferencia entre entender que la necesitamos y otra cosa es vivirla y experimentar que en la cotidianidad el señor les habla a nuestras vidas.

El desafío de recibir su palabra es grande, porque todos estamos inmersos y ocupados en muchas cosas. Para que Dios nos hable es necesario que acallemos nuestras almas, que hagamos cesar el bullicio y ajetreo de nuestras vidas. Es difícil hablarle a quien está ocupado y atareado con otras cosas. Pero, aun cuando cesen nuestras actividades, no tenemos garantía de que podamos escucharlo, porque en nuestro ser interior también existe un incesante movimiento de pensamientos que alimentan la angustia y preocupación. Es indispensable que aprendamos a aquietar nuestros espíritus haciendo silencio y afinando el oído para poder escucharlo.

Si logramos acallar nuestra alma para recibir con humildad y mansedumbre su palabra, hemos avanzado; sin embargo, hay otro desafío: entender y procesar ¿qué significa lo que hemos escuchado? Y es aquí, donde frecuentemente fallamos, porque le damos a la palabra una interpretación enteramente favorable a nuestra situación personal. Queremos escuchar solo aquello que es dulce y grato a nuestros oídos; pero, las interpretaciones correctas le evitarán a nuestro espíritu momentos de incomodidad cuando ella penetre en las profundidades del ser.

No tenemos la bendición que un profeta de la talla de Isaías venga a proclamar la palabra del señor, porque ya tenemos la palabra profética más segura a la cual bien haremos en estar sujetos. Si el mensaje del profeta era de destrucción y cautiverio; entonces, el rey estaba equivocado en su interpretación, cuyo problema principal era desconocer que su palabra tiene un solo significado, aunque pueda tener varios sentidos.

Debemos tener cuidado con aquellas interpretaciones que se acomodan a la conveniencia del interprete; normalmente, la palabra del señor incomoda por lo que debemos ser precavidos a la hora de proclamar el significado de su palabra.

Oro que Dios te guie a interpretar correctamente su palabra y que ella te inspire y motive a hacer siempre lo correcto ante sus ojos.

Un abrazo virtual y cariñoso.