El sol estaba radiante, iluminaba el colorido de sus collares, resaltaba sus vestimentas y le daba un toque especial al 15 de febrero, catalogado como el ‘Gran Día’, aquel que, según la cultura Inga, le dio fin y recibimiento a un nuevo año.
Aunque es un poco extraño observar a indígenas en misa, un grupo de alrededor de 50 personas realizaron un corto recorrido desde su cabildo hasta la iglesia del barrio Siete de Agosto para darle gracias a Dios por sus bendiciones durante el 2014.
Para los nativos, esta eventualidad hace parte de sus tradiciones, pese a que ellos alaban y le agradecen a la ‘Pacha mama’ o madre tierra por sus bendiciones, colocan a Dios sobre todas las cosas. Por tal motivo desde sus territorios, ubicados al norte de Colombia, en el departamento de Putumayo, norte de Nariño, sur de Caquetá y la bota caucana, es normal observarlos en la eucaristía.
Pese a que desde hace 35 años están radicados en la tierra de la caja, guacharaca y acordeón, poco se conocía de estos nativos quienes llegaron en búsqueda de nuevas oportunidades, aquellas que en sus territorios les truncaron los violentos, los grupos al margen de la ley, que lograron que las familias Inga se esparcieran por varias ciudades del país.
Agustín Chasoy Chasoy, Taita Gobernador del Cabildo Indígena Inga, resaltó que su comunidad es agrícola, que desafortunadamente fue afectado por la violencia, pero el objetivo es pervivir.
A Valledupar llegaron varias familias, actualmente habitan alrededor de 40, ubicadas en los barrios como Siete de Agosto, Mareigua, Villa Haydith, entre otros, quienes días antes del Miércoles de Ceniza realizan rituales y actividades especiales ligadas al ‘Gran Día’, llamado así por referirse, de igual manera, al día del perdón, agradecimiento al padre sol y al todopoderoso, día en que se realiza un ‘borrón y cuenta nueva’.
Las sonrisas y las danzas hacían parte de esta gran celebración en danzas, tamboras y flautas, que ahora se observan en una población distinta a la suya.
En Valledupar, sólo después de tres décadas de habitar en esta zona del país, los Inga se visibilizan desde hace dos años, cuando sus derechos han comenzado a ser reconocidos por parte de la Administración Municipal.
Chasoy Chasoy recordó que la falta de recursos económicos los mantenía a escondidas, celebrando su fecha especial internamente por falta de apoyo gubernamental, sin embargo desde hace 24 meses sus actividades se muestran a la sociedad.
Ayer, la Alcaldía le permitió cerrar la carrera 26 entre calles 31 y 32 para realizar sus actividades, les apoyó con las sillas y el sonido, mientras que la empresa Dusakawi aportó anchetas para los ganadores de los juegos tradicionales como el salto de saco, el juego de la gallina, entre otros.
Con respecto a la aceptación de la sociedad, el Taita Gobernador manifestó “desde que estamos aquí no hemos sido muy aceptados por las instituciones, es más, legalmente para estar constituidos como Cabildo, teníamos que estar posicionados ante la Alcaldía y sólo se ha logrado esto desde hace dos años después de vivir aquí hace 35”.
Chasoy Chasoy dijo que tal vez el desconocimiento de leyes o la falta de voluntad política los mantenía sin tener un cabildo y por tal motivo, en ese sentido agradecen esta acción que les da estatus político y que les permite el reconocimiento de las instituciones.
Desean estar unidos
Los Inga, así como cualquier otra comunidad indígena, no están acostumbrados a vivir dispersos, situación que les dificulta sus encuentros. Por tal motivo, piden que los entes territoriales los tengan en cuenta para un territorio, en donde puedan luchar contra la a-culturización.
“El entorno donde nos encontramos no es apropiado para los niños, quienes pierden las culturas, el dialecto”, dijo el líder de la comunidad, quien le agradeció al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, quien les ha brindado apoyo a sus procesos.
Por Merlin Duarte García/El Pilón
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