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Columnista - 20 febrero, 2013

¿Imperfección sexual?

Por: Miguel Ángel Castilla Camargo Sin advertir lo dicho, Roberto Gerlein le expresó a los homosexuales lo que todo el mundo piensa sobre muchos “senadores” de la república: “sucios, asquerosos y excrementales”. Plantear una reingeniería del ser a partir de su involución, es como decirle a los genes que desechen la información acumulada. De todas […]

Por: Miguel Ángel Castilla Camargo

Sin advertir lo dicho, Roberto Gerlein le expresó a los homosexuales lo que todo el mundo piensa sobre muchos “senadores” de la república: “sucios, asquerosos y excrementales”.

Plantear una reingeniería del ser a partir de su involución, es como decirle a los genes que desechen la información acumulada. De todas maneras, los problemas intrafamiliares parecen tener sus asideros en sus aparatos reproductores.  

Amén del cumplimiento de una profecía, si a Jesucristo no lo hubiese condenado un hombre de finos modales, que se lavaba las manos antes de emitir una sentencia, de pronto la historia sería otra. En la última década, los fallos más radicales por inasistencia alimentaria han sido proferidos por mujeres. Igual sucede con los violadores cuando son juzgados por una jueza. El peso de la ley es proporcional a la lucha de géneros. ¿Quién juzga mejor a un homosexual en caso de un delito? No necesitamos leguleyos y demagogos que repitan como idiotas, “la ley es imparcial”.

Una familia sin gay y sin lesbiana, es el anhelo de toda prole que cree que la vida es color de rosa. Perdonar, aceptar, tolerar y convivir, son lineamientos que en la práctica no se dan; acusar, difamar y condenar, es una forma de justicia que legitima y que ve incluso con buenos ojos al gigoló y a la prostituta. En esa complejidad, llama la atención que nadie crea en las mujeres “quedadas”. ¿Sería que para ellas no había hormonas? ¿Qué camino toman los impotentes?

La ética y la evolución no paran de pelear al igual que los seres de diferentes especies;

queramos o no, somos eres imperfectos. En Florida, a finales de 1989 en un acuario convivían dos delfines machos. Al traerles una hembra uno de ellos casi la mata. La conducta humana, para llegar a donde ha llegado, pasó y sigue pasando por comportamientos animalescos; hablar de sexualidad todavía es un tabú que sostiene arquetipos como los de un dios comercial y mediático que percibe el sexo como algo sucio. ¿Cuántos curas fueron castrados en la época Medieval con argumentos atemorizantes?

La homosexualidad es valorada como un problema espiritual y no genético. Es tal el posicionamiento de género, que muchos esperan que el colectivo de homosexuales le pida perdón a Dios, en público, y que luego se metan a una hoguera.  

Desde lo teológico, es una falla casi de origen; no hay que olvidar que Dios creó primero al hombre, y cuando se percató de la necesidad, hizo a la mujer. Bueno, mientras el hombre estuvo solo, ¿qué hizo? Digamos que Adán comió frutas, unas prohibidas y otras permitidas, pero en ese periodo especial, con animales de todos los pelambres, copió cosas sin saber que era malo; pero como al monje lo hace el hábito, la costumbre lo fue llevando a la lujuria y el desenfreno.

Fue tal la decepción de Dios, que después de Sodoma y Gomorra, invitó a Noé a construir un nuevo orden natural; sin duda, fue un error echarlos juntos en la misma barca; la zoofilia de hombres y mujeres fue más allá del amor. Sin embargo, nadie entiende ¿por qué no se ve tan mal la relación de humanos con animales? O ¿será que la Asociación Protectora de Animales está dirigida por zoofilicos? Estoy seguro que si ese extravío mundanal con burras tuviera castigo, en Curumaní Cesar la mayoría de hombres estarían en la cárcel.   

Para tranquilidad de los curumanileros, los Yoruba de Nigeria tenían por costumbre  que el cazador copulaba con el antílope que había matado después de haberle extirpado los testículos. Si nos devolvemos en el tiempo, quizá podamos entender a los indios Hopos que educaban sexualmente a los adolescentes, con animales, para conseguir fuerza y destreza.

En ese revoltillo de una nueva creación, parece ser que el hombre fue el peor librado; los sexólogos no le encuentran lógica a que por ejemplo el piojo, el mal de muchas adolescentes en el colegio, tenga el pene más grande de la especie animal con un tamaño 50 veces mayor a su cuerpo; con razón a la niña que toma de victima la deja amarilla. Los estudiosos, que todo lo quieren saber, tampoco entienden por qué una Chimpancé debe copular con cuantos machos la apetezcan a la vez sin oponerse, y sin que se le haga un juicio animal; menos mal que hace poco unos científicos concluyeron que ese comportamiento obedecía a un instinto de supervivencia, porque con ello crean confusión de paternidad entre los padres caníbales, evitando que por razones de consanguinidad, les quite la vida a sus crías.

Entonces, ¿por qué nos asombramos cuando alguien asesina a su conyugue después del acto sexual?

Reflexiòn: ¿El sexo es un intercambio bacteriológico?

Columnista
20 febrero, 2013

¿Imperfección sexual?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Miguel Ángel Castilla Camargo

Por: Miguel Ángel Castilla Camargo Sin advertir lo dicho, Roberto Gerlein le expresó a los homosexuales lo que todo el mundo piensa sobre muchos “senadores” de la república: “sucios, asquerosos y excrementales”. Plantear una reingeniería del ser a partir de su involución, es como decirle a los genes que desechen la información acumulada. De todas […]


Por: Miguel Ángel Castilla Camargo

Sin advertir lo dicho, Roberto Gerlein le expresó a los homosexuales lo que todo el mundo piensa sobre muchos “senadores” de la república: “sucios, asquerosos y excrementales”.

Plantear una reingeniería del ser a partir de su involución, es como decirle a los genes que desechen la información acumulada. De todas maneras, los problemas intrafamiliares parecen tener sus asideros en sus aparatos reproductores.  

Amén del cumplimiento de una profecía, si a Jesucristo no lo hubiese condenado un hombre de finos modales, que se lavaba las manos antes de emitir una sentencia, de pronto la historia sería otra. En la última década, los fallos más radicales por inasistencia alimentaria han sido proferidos por mujeres. Igual sucede con los violadores cuando son juzgados por una jueza. El peso de la ley es proporcional a la lucha de géneros. ¿Quién juzga mejor a un homosexual en caso de un delito? No necesitamos leguleyos y demagogos que repitan como idiotas, “la ley es imparcial”.

Una familia sin gay y sin lesbiana, es el anhelo de toda prole que cree que la vida es color de rosa. Perdonar, aceptar, tolerar y convivir, son lineamientos que en la práctica no se dan; acusar, difamar y condenar, es una forma de justicia que legitima y que ve incluso con buenos ojos al gigoló y a la prostituta. En esa complejidad, llama la atención que nadie crea en las mujeres “quedadas”. ¿Sería que para ellas no había hormonas? ¿Qué camino toman los impotentes?

La ética y la evolución no paran de pelear al igual que los seres de diferentes especies;

queramos o no, somos eres imperfectos. En Florida, a finales de 1989 en un acuario convivían dos delfines machos. Al traerles una hembra uno de ellos casi la mata. La conducta humana, para llegar a donde ha llegado, pasó y sigue pasando por comportamientos animalescos; hablar de sexualidad todavía es un tabú que sostiene arquetipos como los de un dios comercial y mediático que percibe el sexo como algo sucio. ¿Cuántos curas fueron castrados en la época Medieval con argumentos atemorizantes?

La homosexualidad es valorada como un problema espiritual y no genético. Es tal el posicionamiento de género, que muchos esperan que el colectivo de homosexuales le pida perdón a Dios, en público, y que luego se metan a una hoguera.  

Desde lo teológico, es una falla casi de origen; no hay que olvidar que Dios creó primero al hombre, y cuando se percató de la necesidad, hizo a la mujer. Bueno, mientras el hombre estuvo solo, ¿qué hizo? Digamos que Adán comió frutas, unas prohibidas y otras permitidas, pero en ese periodo especial, con animales de todos los pelambres, copió cosas sin saber que era malo; pero como al monje lo hace el hábito, la costumbre lo fue llevando a la lujuria y el desenfreno.

Fue tal la decepción de Dios, que después de Sodoma y Gomorra, invitó a Noé a construir un nuevo orden natural; sin duda, fue un error echarlos juntos en la misma barca; la zoofilia de hombres y mujeres fue más allá del amor. Sin embargo, nadie entiende ¿por qué no se ve tan mal la relación de humanos con animales? O ¿será que la Asociación Protectora de Animales está dirigida por zoofilicos? Estoy seguro que si ese extravío mundanal con burras tuviera castigo, en Curumaní Cesar la mayoría de hombres estarían en la cárcel.   

Para tranquilidad de los curumanileros, los Yoruba de Nigeria tenían por costumbre  que el cazador copulaba con el antílope que había matado después de haberle extirpado los testículos. Si nos devolvemos en el tiempo, quizá podamos entender a los indios Hopos que educaban sexualmente a los adolescentes, con animales, para conseguir fuerza y destreza.

En ese revoltillo de una nueva creación, parece ser que el hombre fue el peor librado; los sexólogos no le encuentran lógica a que por ejemplo el piojo, el mal de muchas adolescentes en el colegio, tenga el pene más grande de la especie animal con un tamaño 50 veces mayor a su cuerpo; con razón a la niña que toma de victima la deja amarilla. Los estudiosos, que todo lo quieren saber, tampoco entienden por qué una Chimpancé debe copular con cuantos machos la apetezcan a la vez sin oponerse, y sin que se le haga un juicio animal; menos mal que hace poco unos científicos concluyeron que ese comportamiento obedecía a un instinto de supervivencia, porque con ello crean confusión de paternidad entre los padres caníbales, evitando que por razones de consanguinidad, les quite la vida a sus crías.

Entonces, ¿por qué nos asombramos cuando alguien asesina a su conyugue después del acto sexual?

Reflexiòn: ¿El sexo es un intercambio bacteriológico?