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Editorial - 4 junio, 2021

Ilusiones y desilusión

Buscan el Gobierno nacional, las autoridades regionales y locales entender la semilla del generalizado descontento juvenil, que no se limita a quienes salieron a protestar. ¡No ir a la calle no significa que no haya  descontento! Estamos frente a una generación que en gran parte ha accedido  a estudios superiores. La meta proyectada antes de […]

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Buscan el Gobierno nacional, las autoridades regionales y locales entender la semilla del generalizado descontento juvenil, que no se limita a quienes salieron a protestar. ¡No ir a la calle no significa que no haya  descontento!

Estamos frente a una generación que en gran parte ha accedido  a estudios superiores. La meta proyectada antes de la pandemia era llegar a una cobertura muy superior al 50 % de acceso a educación superior en el país.  Las universidades no han sido capaces de cubrir el déficit actual, capacitando potenciales oficios. Y la otra cara de la moneda es que también estamos frente a una generación con pocas oportunidades en el mercado laboral.

Sin contar que en promedio el 45 por ciento de los jóvenes que inician sus estudios superiores no culminan sus carreras, los que logran graduarse creerían que por alcanzar estudios superiores a los de sus padres tendrían mejores condiciones socioeconómicas. Pero no ha sido así, en muchos casos. He ahí una de las razones del descontento, según testimonios de jóvenes.

Porque los que no consiguen emprender se enfrentan, en su mayoría, a condiciones laborales que no están a la altura de lo invertido durante los 5, 3 o 2 años que demoraron preparándose. Entonces llega la frustración y el sentimiento de que no se premia la meritocracia. 

¿Soluciones? Las hay, y los expertos llevan años insistiendo en ellas. Lo primero, transformar la educación superior. Parece fácil: hacerla acorde a lo que demanda un mundo cada vez más exigente. No puede ser, reclaman los jóvenes, que luego de 5 años de estudio de una carrera profesional, de lo aprendido sea poco lo que se pueda aplicar en el mercado laboral. No debería ser así. La educación superior debe crear profesionales capaces de resolver problemas cotidianos; preparar a nuestros jóvenes para cubrir las necesidades de la sociedad que lo rodea, no llenarlo de teoría o conocimientos que en nada aportan al crecimiento.  De manera que se discute la pertinencia de las carreras ofrecidas, en mercados de trabajo que demandan más profesionales y tecnólogos de carreras y oficios técnicos como programación, análisis de datos, conectividad, y no las disciplinas tradicionales (como Derecho, Medicina, administración de empresas).

También hay un desafío en los colegios y es lograr que los jóvenes se enamoren de las carreras que demanda el mercado, y no se vayan por otras opciones simplemente huyendo de las matemáticas, lo numérico o lo complejo. 

Luego de lograr una educación pertinente, acorde con el mercado laboral y las necesidades sociales, no se debe castigar la falta de experiencia. Los jóvenes son creativos, tienen energía y la voluntad de aprender. 

En últimas, hay expectativas de que los encuentros de diálogos que  hace el Gobierno con líderes de las juventudes vayan más allá de la promesa de matrícula 0 para estratos 1, 2 y 3, o que haya elecciones de consejos de juventudes. Alcanzar un trabajo digno es un buen principio. 

Como es vital en el Cesar superar la actual cobertura del 32 %, tan lejos del 52 % de la nación. Desilusionante.

Editorial
4 junio, 2021

Ilusiones y desilusión

Buscan el Gobierno nacional, las autoridades regionales y locales entender la semilla del generalizado descontento juvenil, que no se limita a quienes salieron a protestar. ¡No ir a la calle no significa que no haya  descontento! Estamos frente a una generación que en gran parte ha accedido  a estudios superiores. La meta proyectada antes de […]


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Buscan el Gobierno nacional, las autoridades regionales y locales entender la semilla del generalizado descontento juvenil, que no se limita a quienes salieron a protestar. ¡No ir a la calle no significa que no haya  descontento!

Estamos frente a una generación que en gran parte ha accedido  a estudios superiores. La meta proyectada antes de la pandemia era llegar a una cobertura muy superior al 50 % de acceso a educación superior en el país.  Las universidades no han sido capaces de cubrir el déficit actual, capacitando potenciales oficios. Y la otra cara de la moneda es que también estamos frente a una generación con pocas oportunidades en el mercado laboral.

Sin contar que en promedio el 45 por ciento de los jóvenes que inician sus estudios superiores no culminan sus carreras, los que logran graduarse creerían que por alcanzar estudios superiores a los de sus padres tendrían mejores condiciones socioeconómicas. Pero no ha sido así, en muchos casos. He ahí una de las razones del descontento, según testimonios de jóvenes.

Porque los que no consiguen emprender se enfrentan, en su mayoría, a condiciones laborales que no están a la altura de lo invertido durante los 5, 3 o 2 años que demoraron preparándose. Entonces llega la frustración y el sentimiento de que no se premia la meritocracia. 

¿Soluciones? Las hay, y los expertos llevan años insistiendo en ellas. Lo primero, transformar la educación superior. Parece fácil: hacerla acorde a lo que demanda un mundo cada vez más exigente. No puede ser, reclaman los jóvenes, que luego de 5 años de estudio de una carrera profesional, de lo aprendido sea poco lo que se pueda aplicar en el mercado laboral. No debería ser así. La educación superior debe crear profesionales capaces de resolver problemas cotidianos; preparar a nuestros jóvenes para cubrir las necesidades de la sociedad que lo rodea, no llenarlo de teoría o conocimientos que en nada aportan al crecimiento.  De manera que se discute la pertinencia de las carreras ofrecidas, en mercados de trabajo que demandan más profesionales y tecnólogos de carreras y oficios técnicos como programación, análisis de datos, conectividad, y no las disciplinas tradicionales (como Derecho, Medicina, administración de empresas).

También hay un desafío en los colegios y es lograr que los jóvenes se enamoren de las carreras que demanda el mercado, y no se vayan por otras opciones simplemente huyendo de las matemáticas, lo numérico o lo complejo. 

Luego de lograr una educación pertinente, acorde con el mercado laboral y las necesidades sociales, no se debe castigar la falta de experiencia. Los jóvenes son creativos, tienen energía y la voluntad de aprender. 

En últimas, hay expectativas de que los encuentros de diálogos que  hace el Gobierno con líderes de las juventudes vayan más allá de la promesa de matrícula 0 para estratos 1, 2 y 3, o que haya elecciones de consejos de juventudes. Alcanzar un trabajo digno es un buen principio. 

Como es vital en el Cesar superar la actual cobertura del 32 %, tan lejos del 52 % de la nación. Desilusionante.