Padre e hijo unidos por una herencia goleadora. Juan Alfredo, heredó la vena goleadora de su padre, Hugo Arrieta, quien con sus goles hizo historia en el fútbol colombiano.
Dicen que hijo de tigre sale pinta’o, un adagio popular congruente que reseña la herencia de una generación. Precisamente ese aforismo implica las características de alguien que adquirió el olfato goleador de su padre.
Juan Alfredo Arrieta Pérez, hijo del legendario Hugo Arrieta, máximo goleador en la historia de la Primera B, parece involucrarse en ese mundo mágico del gol, para rendirle tributo a su progenitor, el mismo que marcó un hito histórico en el fútbol colombiano, aquel que enloqueció a muchos narradores cada vez que inflaba las redes; el hombre que se convirtió en sinónimo de éxtasis como máxima expresión alegórica en el deporte de las multitudes.
Tal vez Juan Alfredo no fue testigo de aquellas hazañas de su padre, cuando militó en equipos como Deportivo Pereira, Unión Magdalena, Deportes Tolima, Deportivo Pasto o Real Cartagena. Pero ahí están los archivos, los registros gráficos, videos o cualquier otra referencia del vallenato Hugo Arrieta, como es conocido en el plano futbolero de Colombia, para testificar una hoja de vida escrita con palabras con sabor a gol.
Los 204 tantos marcados en la carrera deportiva del hombre moreno, de contextura gruesa y facciones marcadas, son la motivación de Juan Alfredo, quien quiere seguir las huellas de su padre. Él es su inspiración, su espejo, su modelo a seguir cuando se trata de heredar sus atributos como persona y como futbolista.
“Quiero ser mejor que él, mi papá me dice que para ser deportista primero hay que ser buena persona, tener disciplina y tener los pies sobre la tierra. Yo admiro mucho a mi papá por su disciplina y la manera cómo afronta los problemas, a pesar de tener un carácter fuerte”, reconoció Juan Alfredo, quien a sus 19 años comienza a florecer y experimentar las mieles del gol en su equipo, Alianza Vallenata.
Precisamente ayer marcó el tanto de la victoria 3-2 sobre Unión Magdalena, en el marco del Torneo Nacional Sub 20. Fue el regalo más preciado para su padre en el día del Amor y Amistad. Seguramente lo celebró con el corazón, miró hacia el cielo como pidiéndole a Dios para que Hugo Arrieta esquive la ‘peor zancadilla’ que ha recibido fuera de los canchas.
Hoy su padre permanece recluido en una clínica de Barranquilla, haciéndole una gambeta a una afección renal, mientras que Juan Alfredo ora por él. Y qué mejor que rindiéndole tributo a través del grito de júbilo después de un gol marcado en la afluida cancha del barrio Las Flores.
“Yo nací en Ibagué cuando mi papá jugaba en el Deportes Tolima (1998), pero vine a conocer sus capacidades cuando jugó en el Unión Magdalena y el Valledupar Fútbol Club. Yo tenía ocho o nueve años cuando comencé a conocer a mi papá como futbolista, para mí era un orgullo escuchar todo lo que hablaban de él”, reconoció el joven, estudiante de administración de empresas en la Universidad Popular del Cesar.
De piel morena y un biotipo acorde al auténtico centro delantero de antaño, Juan Alfredo ora todas las noches por la salud de su padre, el mismo que le enseñó la manera de moverse en zona de ataque. “Todas las noches hablo con mi papá por teléfono, él se alegra mucho cuando lo llamo, siempre me aconseja, en este momento hay que darle mucho ánimo y fortaleza”, dijo el jugador de Alianza Vallenata.
La herencia que quiere amalgamar la joven promesa del fútbol vallenato no se desprende del concepto práctico que siempre le funcionó a Hugo Arrieta para convertirse en un goleador. “Mi papá siempre me aconseja que choque, que sea agresivo y guerrero en el área y aprovechar la primera que llegue para meterla”, puntualizó.
Por ahora, padre e hijo tienen los mismos sueños, ensalzados por un factor común inherente al olfato goleador que el uno heredó del otro. Juan Alfredo y Hugo Arrieta fortalecen su árbol genealógico sujetado por una ambición goleadora que no fue enseñada, sino que corrió por las venas de ambos en tiempo y espacio.
Por Nibaldo Bustamante/EL PILÓN
Suministrada/EL PILÓN
Padre e hijo hablan el mismo idioma goleador.
Joaquín Ramírez/EL PILOÓN
Juan Alfredo Arrieta quiere seguir las huellas de su padre.
Padre e hijo unidos por una herencia goleadora. Juan Alfredo, heredó la vena goleadora de su padre, Hugo Arrieta, quien con sus goles hizo historia en el fútbol colombiano.
Dicen que hijo de tigre sale pinta’o, un adagio popular congruente que reseña la herencia de una generación. Precisamente ese aforismo implica las características de alguien que adquirió el olfato goleador de su padre.
Juan Alfredo Arrieta Pérez, hijo del legendario Hugo Arrieta, máximo goleador en la historia de la Primera B, parece involucrarse en ese mundo mágico del gol, para rendirle tributo a su progenitor, el mismo que marcó un hito histórico en el fútbol colombiano, aquel que enloqueció a muchos narradores cada vez que inflaba las redes; el hombre que se convirtió en sinónimo de éxtasis como máxima expresión alegórica en el deporte de las multitudes.
Tal vez Juan Alfredo no fue testigo de aquellas hazañas de su padre, cuando militó en equipos como Deportivo Pereira, Unión Magdalena, Deportes Tolima, Deportivo Pasto o Real Cartagena. Pero ahí están los archivos, los registros gráficos, videos o cualquier otra referencia del vallenato Hugo Arrieta, como es conocido en el plano futbolero de Colombia, para testificar una hoja de vida escrita con palabras con sabor a gol.
Los 204 tantos marcados en la carrera deportiva del hombre moreno, de contextura gruesa y facciones marcadas, son la motivación de Juan Alfredo, quien quiere seguir las huellas de su padre. Él es su inspiración, su espejo, su modelo a seguir cuando se trata de heredar sus atributos como persona y como futbolista.
“Quiero ser mejor que él, mi papá me dice que para ser deportista primero hay que ser buena persona, tener disciplina y tener los pies sobre la tierra. Yo admiro mucho a mi papá por su disciplina y la manera cómo afronta los problemas, a pesar de tener un carácter fuerte”, reconoció Juan Alfredo, quien a sus 19 años comienza a florecer y experimentar las mieles del gol en su equipo, Alianza Vallenata.
Precisamente ayer marcó el tanto de la victoria 3-2 sobre Unión Magdalena, en el marco del Torneo Nacional Sub 20. Fue el regalo más preciado para su padre en el día del Amor y Amistad. Seguramente lo celebró con el corazón, miró hacia el cielo como pidiéndole a Dios para que Hugo Arrieta esquive la ‘peor zancadilla’ que ha recibido fuera de los canchas.
Hoy su padre permanece recluido en una clínica de Barranquilla, haciéndole una gambeta a una afección renal, mientras que Juan Alfredo ora por él. Y qué mejor que rindiéndole tributo a través del grito de júbilo después de un gol marcado en la afluida cancha del barrio Las Flores.
“Yo nací en Ibagué cuando mi papá jugaba en el Deportes Tolima (1998), pero vine a conocer sus capacidades cuando jugó en el Unión Magdalena y el Valledupar Fútbol Club. Yo tenía ocho o nueve años cuando comencé a conocer a mi papá como futbolista, para mí era un orgullo escuchar todo lo que hablaban de él”, reconoció el joven, estudiante de administración de empresas en la Universidad Popular del Cesar.
De piel morena y un biotipo acorde al auténtico centro delantero de antaño, Juan Alfredo ora todas las noches por la salud de su padre, el mismo que le enseñó la manera de moverse en zona de ataque. “Todas las noches hablo con mi papá por teléfono, él se alegra mucho cuando lo llamo, siempre me aconseja, en este momento hay que darle mucho ánimo y fortaleza”, dijo el jugador de Alianza Vallenata.
La herencia que quiere amalgamar la joven promesa del fútbol vallenato no se desprende del concepto práctico que siempre le funcionó a Hugo Arrieta para convertirse en un goleador. “Mi papá siempre me aconseja que choque, que sea agresivo y guerrero en el área y aprovechar la primera que llegue para meterla”, puntualizó.
Por ahora, padre e hijo tienen los mismos sueños, ensalzados por un factor común inherente al olfato goleador que el uno heredó del otro. Juan Alfredo y Hugo Arrieta fortalecen su árbol genealógico sujetado por una ambición goleadora que no fue enseñada, sino que corrió por las venas de ambos en tiempo y espacio.
Por Nibaldo Bustamante/EL PILÓN
Suministrada/EL PILÓN
Padre e hijo hablan el mismo idioma goleador.
Joaquín Ramírez/EL PILOÓN
Juan Alfredo Arrieta quiere seguir las huellas de su padre.