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La Pilocatura - 8 octubre, 2021

Hemos insistido: se abre paso el camino con Venezuela

Nos satisface que la realidad y deseo de los pueblos se impone. El 8 de noviembre editorializamos que “la actual relación de Colombia y Venezuela no es fructífera. No beneficia a los colombianos y tampoco a los venezolanos. No beneficia al Gobierno de Colombia y no lo hace con el de Venezuela. Perjudica a las […]

Nos satisface que la realidad y deseo de los pueblos se impone. El 8 de noviembre editorializamos que “la actual relación de Colombia y Venezuela no es fructífera. No beneficia a los colombianos y tampoco a los venezolanos. No beneficia al Gobierno de Colombia y no lo hace con el de Venezuela. Perjudica a las regiones de frontera como el Zulia, Táchira, pero también a Norte de Santander, Arauca, La Guajira y el Cesar.

Esa relación debe cambiar y la iniciativa debe tomarla el Gobierno colombiano pensando en la gente, y no en cálculos cortoplacistas e improductivos como se ha demostrado, lo que le generará respeto y liderazgo.

Ya debe haber una reactivación de la relación administrativa, fronteriza y de migraciones para luego escalar al escalón del intercambio diplomático.

Nuestro Gobierno debe ser realista. Si quiere reconocer la presidencia simbólica de Juan Guaidó entenderá que el poder real de hecho, real del Estado venezolano, no lo representa aquel. También debe evitar mayor migración hacia nuestro territorio, y que Venezuela sea descarada retaguardia de rebeldes armados colombianos.

El intercambio de bienes y servicios entre ambos países, incluso en las postrimerías de los gobiernos antagónicos de Uribe y Chávez, pero que entonces, antes de romper,  se hablaban, había arribado a niveles mayores de 7.000 millones de dólares año, una suma extraordinaria de beneficio común, especialmente para Colombia que era el principal exportador.  

Es normal en el mundo que el mayor intercambio de negocios los tienen los vecinos o cercanas naciones, así es entre Corea del Sur y China, entre esta y Japón, entre Argentina y Brasil, aunque puedan tener gobiernos opuestos. Es absurdo que no lo haya entre nuestras dos hermanas repúblicas. ¡Cuánto se beneficiarían regiones como la nuestra,  el Cesar,  si ese mercado estuviera abierto!

La economía venezolana se ha desplomado, no solo por la dependencia tan grande del fósil petróleo -como dice Gustavo Petro-, sino por el pésimo manejo de la economía de Maduro, sus tipos de cambios paralelos, su afán estatista y el desconocimiento a la empresa privada.

 Gobiernos de izquierda como los de Lula en Brasil, Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, fueron exitosos en el manejo macroeconómico. Pero el daño ha sido agravado por el bloqueo gringo, que ha dejado como saldo mayor pobreza para su población y el atrincheramiento en el poder del régimen, y su lógica consecuencia hacia el control de toda la ramas del poder público, el llamado a filas, y el discurso nacionalista contra la intervención gringa, dando lugar, como en Cuba, no al levantamiento de las masas empobrecidas sino a la consolidación de gobernantes dictatoriales.  

La mejor política es que se le aplique a Venezuela, con el nuevo liderazgo demócrata en Norteamérica,  mano dura, pero con anestesia, y zanahoria, con persuasión y diálogo sin ingenuidad, que se abran las fronteras, que sufra menos su gente y reciba ayuda humanitaria y migren menos a Colombia a disputarles los pocos trabajos que hay; y además se propicie un cambio democrático y económico. Duque deberá sacudirse, entendiendo el nuevo ajedrez político internacional.  

La Pilocatura
8 octubre, 2021

Hemos insistido: se abre paso el camino con Venezuela

Nos satisface que la realidad y deseo de los pueblos se impone. El 8 de noviembre editorializamos que “la actual relación de Colombia y Venezuela no es fructífera. No beneficia a los colombianos y tampoco a los venezolanos. No beneficia al Gobierno de Colombia y no lo hace con el de Venezuela. Perjudica a las […]


Nos satisface que la realidad y deseo de los pueblos se impone. El 8 de noviembre editorializamos que “la actual relación de Colombia y Venezuela no es fructífera. No beneficia a los colombianos y tampoco a los venezolanos. No beneficia al Gobierno de Colombia y no lo hace con el de Venezuela. Perjudica a las regiones de frontera como el Zulia, Táchira, pero también a Norte de Santander, Arauca, La Guajira y el Cesar.

Esa relación debe cambiar y la iniciativa debe tomarla el Gobierno colombiano pensando en la gente, y no en cálculos cortoplacistas e improductivos como se ha demostrado, lo que le generará respeto y liderazgo.

Ya debe haber una reactivación de la relación administrativa, fronteriza y de migraciones para luego escalar al escalón del intercambio diplomático.

Nuestro Gobierno debe ser realista. Si quiere reconocer la presidencia simbólica de Juan Guaidó entenderá que el poder real de hecho, real del Estado venezolano, no lo representa aquel. También debe evitar mayor migración hacia nuestro territorio, y que Venezuela sea descarada retaguardia de rebeldes armados colombianos.

El intercambio de bienes y servicios entre ambos países, incluso en las postrimerías de los gobiernos antagónicos de Uribe y Chávez, pero que entonces, antes de romper,  se hablaban, había arribado a niveles mayores de 7.000 millones de dólares año, una suma extraordinaria de beneficio común, especialmente para Colombia que era el principal exportador.  

Es normal en el mundo que el mayor intercambio de negocios los tienen los vecinos o cercanas naciones, así es entre Corea del Sur y China, entre esta y Japón, entre Argentina y Brasil, aunque puedan tener gobiernos opuestos. Es absurdo que no lo haya entre nuestras dos hermanas repúblicas. ¡Cuánto se beneficiarían regiones como la nuestra,  el Cesar,  si ese mercado estuviera abierto!

La economía venezolana se ha desplomado, no solo por la dependencia tan grande del fósil petróleo -como dice Gustavo Petro-, sino por el pésimo manejo de la economía de Maduro, sus tipos de cambios paralelos, su afán estatista y el desconocimiento a la empresa privada.

 Gobiernos de izquierda como los de Lula en Brasil, Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, fueron exitosos en el manejo macroeconómico. Pero el daño ha sido agravado por el bloqueo gringo, que ha dejado como saldo mayor pobreza para su población y el atrincheramiento en el poder del régimen, y su lógica consecuencia hacia el control de toda la ramas del poder público, el llamado a filas, y el discurso nacionalista contra la intervención gringa, dando lugar, como en Cuba, no al levantamiento de las masas empobrecidas sino a la consolidación de gobernantes dictatoriales.  

La mejor política es que se le aplique a Venezuela, con el nuevo liderazgo demócrata en Norteamérica,  mano dura, pero con anestesia, y zanahoria, con persuasión y diálogo sin ingenuidad, que se abran las fronteras, que sufra menos su gente y reciba ayuda humanitaria y migren menos a Colombia a disputarles los pocos trabajos que hay; y además se propicie un cambio democrático y económico. Duque deberá sacudirse, entendiendo el nuevo ajedrez político internacional.