Pienso que la respuesta correcta a este interrogante presente en la mente de mucha gente en todas las latitudes del planeta tierra, debe ser: hasta que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declare enfermedad endémica. Sin embargo, en una de mis anteriores publicaciones me atreví a pronosticar que la pandemia del SARS-Cov-2, causante de la temible covid-19, terminaría este año.
Tal osadía, debido a la ilusión que me generó la producción simultanea de varias vacunas anticovid-19. Ahora me invade enorme frustración, en vista de que nada más faltan cinco meses y diez días para que se acabe el 2021 y todavía hay múltiples razones que impiden precisar cuándo se acabará la terrible pandemia y, lo peor, la OMS reitera que tendremos pandemia por largo tiempo; mientras tanto, los sobrevivientes sufriremos sus consecuencias, cuya gran mayoría, lamentablemente, son graves, para no decir desastrosas.
Analizando algunos de los inconvenientes que prolongan la pandemia y también algunas de sus desafortunadas repercusiones. Entre los primeros tenemos a las personas que han ignorado la pandemia, total o parcialmente, aquí caben, por ejemplo, la prematura reactivación económica, el presidente Duque y su exministro Carrasquilla, ya sabemos el porqué, los promotores del paro nacional y sus participantes, los partidarios de la presencialidad escolar, los que se niegan a inocularse las vacunas; en fin, hay muchos más inconvenientes, pero el principal, sin ninguna duda, es la complejidad del SARS-Cov-2, que tiene completamente desconcertados (por no decir apabullados) a los científicos de la medicina.
Este nuevo coronavirus es un verdadero enigma, tanto en su transmisión como en su mutabilidad, pues al parecer su genoma cambia en el cuerpo de cada contagiado, de los cuales salen diferentes variantes, tales como la alfa, beta, gamma, épsilon y delta, con características para reinfectar a los ya infectados y enfermar a los vacunados, esto es entendible porque las vacunas anticovid-19 disponibles son producidas con base en el genoma del SARS-Cov-2 primigenio; es decir, con inmunogenicidad deficiente para proteger de la infección de las variantes recientes, por ende, los empresarios propietarios de las farmacéuticas ya están en el proceso de fabricar vacunas efectivas contra las distintas variantes.
Entre las consecuencias adversas, además del tremendo desajuste económico, de la cantidad de casos positivos confirmados, cercano a los 200 millones con más de 4.1 millones de muertos, merecen especial análisis las secuelas con las que quedan los sobrevivientes de los enfermos de covid-19, principalmente los graves. Tales secuelas ya tienen código en la Clasificación Internacional de Enfermedades y las han denominado Síndrome post-covid-19, debido a que puede presentar varios síntomas y signos, según los sistemas y órganos que pueden durar meses afectados y posiblemente de por vida.
El covid-19 compromete todo el cuerpo humano, cuyos órganos y sistemas con mayor deterioro son los pulmones, el cardiovascular, la coagulación, el neurológico, el psiquiátrico, los riñones y el sistema osteomuscular. Es importante aclarar que la gravedad, mortalidad y cronicidad de la enfermedad están relacionadas con factores como la edad, sexo, obesidad, hipertensión arterial, diabetes, cáncer y otras patologías previas al contagio por SARS-Cov-2. Recuperar y rehabilitar las secuelas post-covid-19 requiere de profesionales idóneos, tecnología avanzada y, obviamente, suficiente recurso económico. Mi recomendación final es que todos debemos vacunarnos y seguir con el autocuidado. Juntos protegen más.