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Columnista - 31 mayo, 2020

Gobernar en tiempos virulentos

Indudablemente uno de los temas más apasionantes de la historia ha sido el poder, a través del cual el hombre desde épocas ancestrales ha tratado de imponer su voluntad ideológica, dogmática, religiosa o personal sobre una minoría que termina sumida ante un inmenso horizonte de ideas y propuestas muchas veces buenas y otras no tanto. […]

Indudablemente uno de los temas más apasionantes de la historia ha sido el poder, a través del cual el hombre desde épocas ancestrales ha tratado de imponer su voluntad ideológica, dogmática, religiosa o personal sobre una minoría que termina sumida ante un inmenso horizonte de ideas y propuestas muchas veces buenas y otras no tanto.

Muchos han anhelado el poder por convicción, por vocación de servicio, altruismo y amor por el prójimo. Pero otro gran número lo ha hecho por amor a sí mismo, a su egolatría patológica y ha encontrado en él una gran puerta para escapar de su pobreza mental y personal, guiados más por intereses mezquinos y personalistas llenos de una vanidad detestable. Es común escuchar la frase “este es mi cuarto de hora y tengo que aprovecharla”, pero para aprovecharlo en bien propio, se olvidan de los principios y postulados que los llevaron al poder, de los amigos y hasta de su propia familia.

Se creen reyezuelos o pequeños emperadores capaces de atropellar y arrasar con todo a su alrededor, se les olvida que el poder es efímero y fugaz, banal, superfluo y al final vienen y se van con más pena que gloria, sin familia, sin amigos, sin nadie que les agradezca su paso por el mundo, vienen y se van sin saber cuál fue su verdadera función en la vida. No queda ni el recuerdo de su existencia.

Esto nos conduce a pensar que no es tan importante cuánto poder se pueda tener sino cómo lo utilizas para mejorar la calidad de vida de la gente menos favorecida, un vehículo que transporte la cristalización de esos sueños sin realizar, la satisfacción de esas necesidades básicas insatisfechas y del pago de esa gran deuda social que el Estado tiene acumulada con los sectores más vulnerables y desprotegidos del país, para alargarles la vida y aliviarles el sufrimiento.

Pero desafortunadamente para muchos esta temporada virulenta por la que atraviesa el mundo ha dejado al descubierto las debilidades de muchos estados para enfrentar esta pandemia y el coronavirus ha evidenciado aspectos desconocidos de muchos gobernantes a nivel mundial y nacional por el mal manejo y deshumanización que los ha llevado a colocar un gran número de muertos en sus países y regiones que necesariamente le pasarán factura y los llevarán a la pérdida del poder.

Difícilmente los presidentes de Estados Unidos, Brasil, España, Ecuador y México podrán elegir a sus pupilos. En Colombia el Gobierno nacional ha venido dándole un manejo responsable y de cara al pueblo pero existen algunos mandatarios departamentales y municipales que ven en la actual crisis la gran oportunidad de su vida y si se duermen se los lleva el coronavirus o los entes de control debido a sus desaciertos y malas prácticas administrativas y contractuales, ojala no sea así por la inestabilidad política y social que esto genera.

Entendemos las dificultades que implica gobernar en las actuales circunstancias pero como dijera Lord Acton: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Como consecuencia lógica de estas acciones el Estado de derecho debe prevalecer más temprano que tarde y colocará a cada quien en el lugar que haya reservado en la historia.

Columnista
31 mayo, 2020

Gobernar en tiempos virulentos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gabriel Dario Serna Gomez

Indudablemente uno de los temas más apasionantes de la historia ha sido el poder, a través del cual el hombre desde épocas ancestrales ha tratado de imponer su voluntad ideológica, dogmática, religiosa o personal sobre una minoría que termina sumida ante un inmenso horizonte de ideas y propuestas muchas veces buenas y otras no tanto. […]


Indudablemente uno de los temas más apasionantes de la historia ha sido el poder, a través del cual el hombre desde épocas ancestrales ha tratado de imponer su voluntad ideológica, dogmática, religiosa o personal sobre una minoría que termina sumida ante un inmenso horizonte de ideas y propuestas muchas veces buenas y otras no tanto.

Muchos han anhelado el poder por convicción, por vocación de servicio, altruismo y amor por el prójimo. Pero otro gran número lo ha hecho por amor a sí mismo, a su egolatría patológica y ha encontrado en él una gran puerta para escapar de su pobreza mental y personal, guiados más por intereses mezquinos y personalistas llenos de una vanidad detestable. Es común escuchar la frase “este es mi cuarto de hora y tengo que aprovecharla”, pero para aprovecharlo en bien propio, se olvidan de los principios y postulados que los llevaron al poder, de los amigos y hasta de su propia familia.

Se creen reyezuelos o pequeños emperadores capaces de atropellar y arrasar con todo a su alrededor, se les olvida que el poder es efímero y fugaz, banal, superfluo y al final vienen y se van con más pena que gloria, sin familia, sin amigos, sin nadie que les agradezca su paso por el mundo, vienen y se van sin saber cuál fue su verdadera función en la vida. No queda ni el recuerdo de su existencia.

Esto nos conduce a pensar que no es tan importante cuánto poder se pueda tener sino cómo lo utilizas para mejorar la calidad de vida de la gente menos favorecida, un vehículo que transporte la cristalización de esos sueños sin realizar, la satisfacción de esas necesidades básicas insatisfechas y del pago de esa gran deuda social que el Estado tiene acumulada con los sectores más vulnerables y desprotegidos del país, para alargarles la vida y aliviarles el sufrimiento.

Pero desafortunadamente para muchos esta temporada virulenta por la que atraviesa el mundo ha dejado al descubierto las debilidades de muchos estados para enfrentar esta pandemia y el coronavirus ha evidenciado aspectos desconocidos de muchos gobernantes a nivel mundial y nacional por el mal manejo y deshumanización que los ha llevado a colocar un gran número de muertos en sus países y regiones que necesariamente le pasarán factura y los llevarán a la pérdida del poder.

Difícilmente los presidentes de Estados Unidos, Brasil, España, Ecuador y México podrán elegir a sus pupilos. En Colombia el Gobierno nacional ha venido dándole un manejo responsable y de cara al pueblo pero existen algunos mandatarios departamentales y municipales que ven en la actual crisis la gran oportunidad de su vida y si se duermen se los lleva el coronavirus o los entes de control debido a sus desaciertos y malas prácticas administrativas y contractuales, ojala no sea así por la inestabilidad política y social que esto genera.

Entendemos las dificultades que implica gobernar en las actuales circunstancias pero como dijera Lord Acton: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Como consecuencia lógica de estas acciones el Estado de derecho debe prevalecer más temprano que tarde y colocará a cada quien en el lugar que haya reservado en la historia.