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Columnista - 19 mayo, 2022

Gladys, mi mamá

A pesar de haber sufrido una de las tragedias más grandes que hemos conocido nunca reclamó, aceptó todo sin cuestionar a Dios

*A Erika

A pesar de haber sufrido una de las tragedias más grandes que hemos conocido y ser  la más impactada por ser  la mamá de la mitad de  mis hermanos fallecidos, nunca  reclamó, aceptó todo sin cuestionar a Dios, sin rencores con la vida y sin dejarse llevar por  sentimientos de venganza.

Lo sufrió en carne viva sin quejarse, los lloró más de 8 años sin preguntar el por qué, sin actos de rebeldía espiritual. Siempre buscó las palabras para explicar a quienes quedamos y no podíamos entender. Se refugió en su frase favorita  “todo bajo control” a pesar de semejantes dificultades.

Mis padres eran, como pareja, dos polos opuestos y creo que yo  soy su  combinación. Mi papá un metódico lector empedernido, estudioso, reflexivo, ecuánime,  racional, muy mental. Mi mamá, por el contrario,  todo corazón, muy sensible, sentimental, con un enfoque social extraordinario, tolerante. En  documentos de Acción Católica de su puño escribía que debían trabajar para mejorar las condiciones de los pobres, y de  las mujeres trabajadoras, honestas, y responsables en sus tareas, como  las campesinas.

 La muerte de mi papá la dejó anonadada y desde ese momento su mente y su cuerpo empezaron a declinar, sólo el tiempo  su gran aliado  todo lo curaba. Pero, la clave fue el   apoyo gigantesco de la gente de Barranquilla en los momentos más complicados y difíciles, día a día, y encontrar el camino para sobrevivir.  

Se desbordaron de manera generosa, colectiva para  ayudar  a cargar el fardo de nuestras dificultades. Que bello ser así los caribes, ojalá nunca cambiemos. Siempre  encontró apoyo especial en su hermana, en sus vecinos  49C, en su familia. En los momentos de dificultad, dolor y alegría aquí todo se comparte.

Un gran amigo me preguntó sí nuestra familia había contado con un apoyo psicológico  después del accidente de mis hermanos, pero, en esa época no habían tratamientos psicológicos especiales o medicamentos que ayudaran.  Todo era a palo seco, como esculpiendo el alma con el cincel del dolor.

Mi mamá era un ser especial, su vida espiritual era muy intensa, llena de rezos y protocolos religiosos que la llevaban siempre a ayudar a los más pobres, a proteger a los más  necesitados, era  su diaria tarea. 

Contrasta la vida de mi mamá de dolor y dificultad con la tranquilidad de su  momento final, murió dormida, sin dolor y rodeada de los suyos, tuvo la muerte de los justos. 

El perdón, aceptar las circunstancias,   el manejo del dolor del alma, fue lo que le permitió construir  su tranquilidad  espiritual. El perdón exime el alma de resentimientos que te envenenan,  te reconcilia con la vida, y permite  aceptar los designios de Dios por duros que  sean. Entendí que  liberó su alma, como nunca reclamó pues siempre  perdonó  no tenía  esa carga  ni esa angustia, no se aferró al dolor ni a renegar, cerró las heridas del alma y nos enseñó a vivir con dolor pero sin rencor, esa fue su lección de vida. En eso fue una gigante. 

Sé que la miro como su hijo y puedo exagerar, pero fue lo que viví. Hoy la enterramos con dolor pero finalmente es lo natural, los hijos enterrando a sus padres, pero a ella le tocó algo que nunca jamás un padre podrá entender, enterrar a casi todos sus hijos y eso fue lo que a ella le tocó.

Los sueños corresponden al alma y lo que emprendemos en la vida, arranca con un sueño. Ella soñó una salida, y  lo dejó como enseñanza. Nos enseñó  que ella se liberó, perdonó a todos, y vivió sin rencores con Dios y aceptando su voluntad sin inconformidades.

Por eso, murió en paz, plácidamente, durmiendo, sin dolores, en paz consigo misma y con Dios.

Solo la venció su cuerpo a los 97 años.

Columnista
19 mayo, 2022

Gladys, mi mamá

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo Verano De La Rosa

A pesar de haber sufrido una de las tragedias más grandes que hemos conocido nunca reclamó, aceptó todo sin cuestionar a Dios


*A Erika

A pesar de haber sufrido una de las tragedias más grandes que hemos conocido y ser  la más impactada por ser  la mamá de la mitad de  mis hermanos fallecidos, nunca  reclamó, aceptó todo sin cuestionar a Dios, sin rencores con la vida y sin dejarse llevar por  sentimientos de venganza.

Lo sufrió en carne viva sin quejarse, los lloró más de 8 años sin preguntar el por qué, sin actos de rebeldía espiritual. Siempre buscó las palabras para explicar a quienes quedamos y no podíamos entender. Se refugió en su frase favorita  “todo bajo control” a pesar de semejantes dificultades.

Mis padres eran, como pareja, dos polos opuestos y creo que yo  soy su  combinación. Mi papá un metódico lector empedernido, estudioso, reflexivo, ecuánime,  racional, muy mental. Mi mamá, por el contrario,  todo corazón, muy sensible, sentimental, con un enfoque social extraordinario, tolerante. En  documentos de Acción Católica de su puño escribía que debían trabajar para mejorar las condiciones de los pobres, y de  las mujeres trabajadoras, honestas, y responsables en sus tareas, como  las campesinas.

 La muerte de mi papá la dejó anonadada y desde ese momento su mente y su cuerpo empezaron a declinar, sólo el tiempo  su gran aliado  todo lo curaba. Pero, la clave fue el   apoyo gigantesco de la gente de Barranquilla en los momentos más complicados y difíciles, día a día, y encontrar el camino para sobrevivir.  

Se desbordaron de manera generosa, colectiva para  ayudar  a cargar el fardo de nuestras dificultades. Que bello ser así los caribes, ojalá nunca cambiemos. Siempre  encontró apoyo especial en su hermana, en sus vecinos  49C, en su familia. En los momentos de dificultad, dolor y alegría aquí todo se comparte.

Un gran amigo me preguntó sí nuestra familia había contado con un apoyo psicológico  después del accidente de mis hermanos, pero, en esa época no habían tratamientos psicológicos especiales o medicamentos que ayudaran.  Todo era a palo seco, como esculpiendo el alma con el cincel del dolor.

Mi mamá era un ser especial, su vida espiritual era muy intensa, llena de rezos y protocolos religiosos que la llevaban siempre a ayudar a los más pobres, a proteger a los más  necesitados, era  su diaria tarea. 

Contrasta la vida de mi mamá de dolor y dificultad con la tranquilidad de su  momento final, murió dormida, sin dolor y rodeada de los suyos, tuvo la muerte de los justos. 

El perdón, aceptar las circunstancias,   el manejo del dolor del alma, fue lo que le permitió construir  su tranquilidad  espiritual. El perdón exime el alma de resentimientos que te envenenan,  te reconcilia con la vida, y permite  aceptar los designios de Dios por duros que  sean. Entendí que  liberó su alma, como nunca reclamó pues siempre  perdonó  no tenía  esa carga  ni esa angustia, no se aferró al dolor ni a renegar, cerró las heridas del alma y nos enseñó a vivir con dolor pero sin rencor, esa fue su lección de vida. En eso fue una gigante. 

Sé que la miro como su hijo y puedo exagerar, pero fue lo que viví. Hoy la enterramos con dolor pero finalmente es lo natural, los hijos enterrando a sus padres, pero a ella le tocó algo que nunca jamás un padre podrá entender, enterrar a casi todos sus hijos y eso fue lo que a ella le tocó.

Los sueños corresponden al alma y lo que emprendemos en la vida, arranca con un sueño. Ella soñó una salida, y  lo dejó como enseñanza. Nos enseñó  que ella se liberó, perdonó a todos, y vivió sin rencores con Dios y aceptando su voluntad sin inconformidades.

Por eso, murió en paz, plácidamente, durmiendo, sin dolores, en paz consigo misma y con Dios.

Solo la venció su cuerpo a los 97 años.