Colombia enfrenta grandes retos que amenazan seriamente su desarrollo. Factores como el desplazamiento de población de las zonas rurales a las zonas urbanas, la degradación ambiental y el cambio acelerado del uso del suelo amplifican dichos retos. Estas condiciones socio – económicas, aunadas a la propensión del país a la ocurrencia de fenómenos naturales, exacerbados por las acciones humanas y las condiciones variantes del clima, confirman un proceso continuo de construcción y acumulación de riesgos.
El Departamento Nacional de Planeación solicitó el apoyo al Banco Mundial para llevar a cabo una evaluación integral de las políticas de gestión del riesgo, así como en la formulación de recomendaciones estratégicas a corto y largo plazo, que contribuyan a reducir la afectación de la población y el impacto económico de los desastres.
El Banco Mundial estructuró un documento que define el análisis de la gestión del riesgo de desastres en Colombia, como un aporte para la construcción de políticas públicas. Este instrumento técnico de planeación como otros terminaron remplazados por la retórica gubernamental, esa es la percepción que queda luego de los eventos recientes acaecidos en Mocoa, Manizales, Cartagena y en 2015 en el municipio de Salgar en Antioquia. El panorama es preocupante, varios informes del gobierno y de entidades no gubernamentales coinciden en que 385 municipios en el país son vulnerables a tragedias naturales como la de Mocoa.
En marzo del año pasado el Departamento Nacional de Planeación realizó el Foro Ciudades Modernas. El desarrollo de la agenda hizo énfasis en la situación actual de las ciudades de Colombia, en los siguientes aspectos: Sostenibilidad ambiental, Conectividad física y digital, productividad, calidad de vida y ordenamiento territorial. Dos hallazgos sobresalieron de este encuentro 1. La planeación urbana debe articularse mejor con los entornos rurales y ambientales y abordarse desde una perspectiva regional y 2. Los planes de ordenamiento territorial actuales tienen deficiencias técnicas, están desactualizados y carecen de posicionamiento como instrumento de desarrollo.
La ciudad perfecta no existe, pero debe estar preparada para atender las contingencias. En nuestro país los procesos de urbanización han soslayado momentos de evolución enmarcados en el crecimiento significativo de la población, el cambio de su estructura, el cambio climático y la creciente urbanización. En contraste la desactualización de los planes de ordenamiento territorial y la evidente ausencia de control por parte de la autoridad competente han favorecido que poblaciones se ubiquen en zonas de riesgo.
Pese a que Ley 388 de 1997 regula los planes de ordenamiento territorial (POT) de los municipios, en la cual se establece que estos deben realizar estrategias de prevención por afectación de la población producto de desastres naturales, encontramos desarticulación en el diseño de los planes de ordenamiento territorial con los de gestión de riesgos, contingencias, entre otros. En el proceso de recomponer esta situación las oficinas asesoras de planeación tienen un rol importante en la tarea de mitigar el impacto de los desastres. Deben articular y fomentar la cultura del riesgo en las ciudades de manera interinstitucional, evaluando la tendencia de crecimiento poblacional para construir la oferta institucional, con fundamento en la resiliencia urbana, concepto de moda, pero clave del futuro de las ciudades.
Pitazo Final: Balance de la versión 50 del Festival Vallenato. Queda la sensación que Valledupar está para grandes cosas, por eso hay que seguir construyendo ciudad.
Por Luis Elquis Díaz
@LuchoDiaz12