Se realizó con éxito el primer Festival de la Quinta, la gente caminó y disfrutó, los emprendedores vendieron, los músicos alternativos se mostraron, los grupos de danza bailaron y los actores exhibieron sus mejores escenas con obras de teatro para grandes y chicos. La Quinta estaba preciosa, parecía un rinconcito de Cartagena, engalanado con banderines, bombillos de colores y arte. Asistió mucha gente y por unas horas, volvió la camaradería de “El viejo Valledupar”, donde todos nos encontrábamos, sin tanta envidia ni competencia, a referir historias acompañadas de un peto o un café, nos permitió hacer un alto en el acelerado ritmo de la vida actual.
Un acontecimiento cultural que hay que seguir promoviendo, una instantánea única de la identidad de nuestra comunidad y debe seguir siendo alternativo, dándole cabida a más empresarios, que sea la celebración de la riqueza, la diversidad y la creatividad, con exposiciones de fotografía, plástica y escultura, que involucren más temas del circo callejero, mostrando los grandes y diversos talentos de la ciudad en otras áreas, no solo enfocados al vallenato. Es una oportunidad única para pensar en serio en la recuperación del Centro Histórico, arrancando por la carrera más linda, la Quinta, con sus callejones, balcones como el de los Ustariz y ese aire colonial que hace este espacio mágico, todo el ambiente me hizo recordar esos festivales de calle en Europa, como los de los barrios de Paris, con un derroche de creatividad y genio. Desde el punto de vista económico puede generar considerables beneficios y muchas oportunidades laborales y comerciales; el Festival de Edimburgo, el mayor festival de las artes del mundo, inyecta anualmente a la economía de Escocia unos 269 millones de dólares.
El camino es promover estos espacios que brindan la oportunidad de conservar y revitalizar las prácticas culturales y reforzar el diálogo intercultural, lástima que el alcalde Tuto Uhía no la tenga clara, fue el primero que conoció el proyecto en su despacho y optó por no apoyarlo, pero faltando 12 horas, solo para figurar, decidió montarse al bus con un mediocre patrocinio, alcalde pellízquese, no es ninguna persecución, trabaje y no le dé la espalda a una ciudad que merece compromiso con la economía naranja, es lo que está marcando el rumbo para promover desarrollo a través de las industrias culturales y el turismo; José Atuesta, director de la Casa de la Cultura, debió involucrarse; Pro Valledupar y su directora, Diana Molina, brillaron por su ausencia, clara evidencia de la falta de iniciativa, de ñapa el alcalde tampoco le da juego, da la impresión de que muchos tienen razón cuando aseguran que ese cargo fue para silenciar a Radio Guatapurí y a Cacica Stereo, ojalá sea solo una impresión; Sayco, otro gran perdedor, increíble ver que los compositores, con una sede en el corazón del evento, prefirieran cerrar el espacio y que nadie pudiera disfrutar de las piezas de su museo, una actitud bastante egoísta; también perdió, el “doctor Pantalla” José Luis Urón, presidente de la Cámara de Comercio, le dio la espalda a más de 50 emprendedores, que, con sacrificio, promocionaron sus productos, no se vinculó ni siquiera con un tinto ¡Qué horror!
Pero también hay ganadores: el gobernador Franco Ovalle, quien desde el principio se la jugó con el 50 % del valor del evento y ganó; Alberto ‘Beto’ Murgas que, sin apoyo gubernamental, trasladó parte de su Museo del Acordeón y por eso el vallenato dijo presente; Maderos Teatro, con sus funciones gratis y por supuesto los gestores, Cristina Zapata, Clara Molina y Jaser Orozco, triunfadores absolutos, ahora tienen doble responsabilidad, salvaguardar los intereses del evento y mejorar el año entrante.
@JACOBOSOLANOC