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Columnista - 31 enero, 2013

Fachada de un proceso de paz

Después de unas merecidas vacaciones, en las que me encontré con varias perlas de la guerrilla, que se resiste a dejar la mala costumbre de secuestrar, darle explicaciones a las Farc sobre la tierra

 

Por Miguel Ángel Castilla Camargo

[email protected]

 

Después de unas merecidas vacaciones, en las que me encontré con varias perlas de la guerrilla, que se resiste a dejar la mala costumbre de secuestrar, darle explicaciones a las Farc sobre la tierra, es como llamar al diablo para que haga las ostias del próximo domingo. Menos mal que los Medios de Comunicación se dieron cuenta –aunque tarde- que cada vez que sacan imágenes del proceso en la isla el rating se cae. Es simple, la gente siente asco.

Nadie debe extrañarse si a Caracol Noticias le colocan una bomba por romper la normalidad en La Habana con preguntas incomodas para las Farc. Mientras Juan Manuel Santos saca pecho cada vez que lo relacionan con la estabilidad del continente, en la finca de Los Castro, donde la droga y la muerte siguen cercenando costumbres y aniquilando a miles de contradictores, se habla de paz con hombrecillos que levitan y escupen disparates.

Rencauchar políticamente a quien ya estaba derrotado es un error. Las Farc nunca podrán desmovilizarse, pero si pueden cambiar su modo y sustento de vida, algo tan utópico como decirle a sus cabecillas que dejen de acumular dólares del “imperio” producto del narcotráfico.

En el campo, en las zonas donde ellos tiene injerencia, ya existen comunidades “farianas y elenas” con raíces generacionales que ven al Estado y al resto de la sociedad como enemigas naturales; la legitimidad de la droga como una herramienta para conseguir cierta prosperidad, es un cuento que les han vendido por décadas a sus militantes rasos y que no se puede desmontar con discursos.

A esas cabezas visibles no les interesa que sus combatientes analfabetas estudien o se capaciten en otra cosa que no sea sembrar coca, marihuana, matar, cuidar ganado robado, y cultivar una que otra mata de yuca; la pequeña reforma agraria de 60 años impuesta por la guerrilla, asesinando a personas honestas, amenazando, desplazando y humillando, es el producto de su propia descomposición y contradicción, que incubada de complejos le permite  estigmatizar a quienes no militan en sus filas.

Cada día son más creativos; son dueños de la droga, de las rutas, de enormes porciones de tierra, de la gasolina y hasta de una parte del erario; son los vampiros que compiten con nuestra politiquería corrupta que se diferencia con la guerrilla por el vestuario.

El reclutamiento de más de cien mil niños en medio siglo, el secuestro de 3000 personas en la última década, que nadie da razón de ellos; la violación de un centenar de secuestradas, el aborto como práctica común, el homosexualismo como dictamen de libertad, y el boleteo y el chantaje como proyecto de vida, no puede ser la consigna de quienes se auto proclaman un ejército del pueblo. Tocaría preguntarles, ¿a qué pueblo se refieren?

Igual a lo que pasó en Ralito, en Cuba se cocina la más grande afrenta contra los colombianos. Las Farc incluso pueden cambiar de nombre como las AUC, o añadirle un atractivo y mediático punto com, pero al cabo de un tiempo las tasas de mortalidad no podrán tapar el engaño. Es más, si legalizan la droga como una estrategia contra las Farc, seguramente conoceremos los alcances de la guerrilla con el monopolio de las mismas. Puede olerse a kilómetros el cambio de razón social, sin ánimo de lucro, y un objeto amplio que permita escalar dentro del marco de la legalidad, todas las esferas de la sociedad. Algo de atractivo debe tener el Senado para ser tan apetecido.

Lo bueno de todo, es que existe una fracción de “amiguirris” que consideran la laxitud, el perdón, el silencio y el olvido, como el gran bálsamo que puede, en nombre de la paz, transgredir la obligación moral de la Justicia colombiana y los tribunales penales internacionales.

 

Columnista
31 enero, 2013

Fachada de un proceso de paz

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Miguel Ángel Castilla Camargo

Después de unas merecidas vacaciones, en las que me encontré con varias perlas de la guerrilla, que se resiste a dejar la mala costumbre de secuestrar, darle explicaciones a las Farc sobre la tierra


 

Por Miguel Ángel Castilla Camargo

[email protected]

 

Después de unas merecidas vacaciones, en las que me encontré con varias perlas de la guerrilla, que se resiste a dejar la mala costumbre de secuestrar, darle explicaciones a las Farc sobre la tierra, es como llamar al diablo para que haga las ostias del próximo domingo. Menos mal que los Medios de Comunicación se dieron cuenta –aunque tarde- que cada vez que sacan imágenes del proceso en la isla el rating se cae. Es simple, la gente siente asco.

Nadie debe extrañarse si a Caracol Noticias le colocan una bomba por romper la normalidad en La Habana con preguntas incomodas para las Farc. Mientras Juan Manuel Santos saca pecho cada vez que lo relacionan con la estabilidad del continente, en la finca de Los Castro, donde la droga y la muerte siguen cercenando costumbres y aniquilando a miles de contradictores, se habla de paz con hombrecillos que levitan y escupen disparates.

Rencauchar políticamente a quien ya estaba derrotado es un error. Las Farc nunca podrán desmovilizarse, pero si pueden cambiar su modo y sustento de vida, algo tan utópico como decirle a sus cabecillas que dejen de acumular dólares del “imperio” producto del narcotráfico.

En el campo, en las zonas donde ellos tiene injerencia, ya existen comunidades “farianas y elenas” con raíces generacionales que ven al Estado y al resto de la sociedad como enemigas naturales; la legitimidad de la droga como una herramienta para conseguir cierta prosperidad, es un cuento que les han vendido por décadas a sus militantes rasos y que no se puede desmontar con discursos.

A esas cabezas visibles no les interesa que sus combatientes analfabetas estudien o se capaciten en otra cosa que no sea sembrar coca, marihuana, matar, cuidar ganado robado, y cultivar una que otra mata de yuca; la pequeña reforma agraria de 60 años impuesta por la guerrilla, asesinando a personas honestas, amenazando, desplazando y humillando, es el producto de su propia descomposición y contradicción, que incubada de complejos le permite  estigmatizar a quienes no militan en sus filas.

Cada día son más creativos; son dueños de la droga, de las rutas, de enormes porciones de tierra, de la gasolina y hasta de una parte del erario; son los vampiros que compiten con nuestra politiquería corrupta que se diferencia con la guerrilla por el vestuario.

El reclutamiento de más de cien mil niños en medio siglo, el secuestro de 3000 personas en la última década, que nadie da razón de ellos; la violación de un centenar de secuestradas, el aborto como práctica común, el homosexualismo como dictamen de libertad, y el boleteo y el chantaje como proyecto de vida, no puede ser la consigna de quienes se auto proclaman un ejército del pueblo. Tocaría preguntarles, ¿a qué pueblo se refieren?

Igual a lo que pasó en Ralito, en Cuba se cocina la más grande afrenta contra los colombianos. Las Farc incluso pueden cambiar de nombre como las AUC, o añadirle un atractivo y mediático punto com, pero al cabo de un tiempo las tasas de mortalidad no podrán tapar el engaño. Es más, si legalizan la droga como una estrategia contra las Farc, seguramente conoceremos los alcances de la guerrilla con el monopolio de las mismas. Puede olerse a kilómetros el cambio de razón social, sin ánimo de lucro, y un objeto amplio que permita escalar dentro del marco de la legalidad, todas las esferas de la sociedad. Algo de atractivo debe tener el Senado para ser tan apetecido.

Lo bueno de todo, es que existe una fracción de “amiguirris” que consideran la laxitud, el perdón, el silencio y el olvido, como el gran bálsamo que puede, en nombre de la paz, transgredir la obligación moral de la Justicia colombiana y los tribunales penales internacionales.