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Columnista - 2 diciembre, 2022

Escuchar a Dios 

“Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón…” Salmos 95,8. Cuando Dios trajo al pueblo de Israel desde Egipto, se le apareció a la nación con estruendo, relámpagos y sonidos de bocina en el humeante Monte Sinaí; pero el pueblo tuvo miedo y se mantuvo alejado. No quisieron escuchar a Dios.  Creo que uno […]

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“Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón…” Salmos 95,8. Cuando Dios trajo al pueblo de Israel desde Egipto, se le apareció a la nación con estruendo, relámpagos y sonidos de bocina en el humeante Monte Sinaí; pero el pueblo tuvo miedo y se mantuvo alejado. No quisieron escuchar a Dios. 

Creo que uno de los conceptos más importantes de la Biblia es sobre la necesidad de escuchar a Dios. Todo en el reino, depende de saber escuchar la palabra de Dios. Oír la voz de Dios es lo más importante de nuestras vidas. Él es la fuente de la vida. Los manantiales de poder y autoridad del cielo nos llegan por el oír. Nada podría reemplazar la confianza y autoridad que provienen de escuchar a Dios.

De allí se desprende la necesidad de una vida de oración dinámica y personal. Es un gran deleite hablar con Dios, pero es todavía más emocionante cuando él nos habla. Muchas cosas no cambian cuando hablamos con Dios; pero, sí cambian cuando Dios nos habla. Cuando Dios habla, el universo se vuelve real. Así que, el secreto de la oración consiste no en procurar convencer a Dios de mis asuntos, sino en esperar en él para escuchar su guía y dirección. 

No siempre es fácil escuchar a Dios. Hay tanto ruido y tantas otras voces a nuestro alrededor que se nos dificulta discernir su voz. Es común que seamos bombardeados con ideas y pensamientos sobre todo lo que debemos hacer como parte de nuestros quehaceres diarios. Muchas veces salimos de su presencia con deseos incumplidos, oraciones no contestadas, aspiraciones no realizadas, deseos postergados y conocimientos incompletos. Pero, cuando nos disponemos para escuchar a Dios, el cielo se inclina para inspirar una porción de las escrituras y personalizar su significado supliendo una necesidad propia. 

Queridos amigos: es importante poner nuestra vida en posición de escuchar a Dios. Fueron varias las ocasiones en las que Jesús afirmó: “El que tenga oídos para oír, que oiga”. Así que escuchar es un tema de actitud, de voluntad; está sustentado sobre la condición de aquietar nuestros pensamientos internos y de disponernos a escuchar. 

En ocasiones, podemos creer que no hay vías de comunicación con Dios, ni él nos escucha ni tampoco nosotros a él. Nada puede estar más alejado de la verdad. Su promesa fue: “Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen”. ¡Podemos oír la voz de Dios!

Mi cordial invitación hoy es a que pruebes, esto es experimental, deje momentáneamente todo, apártese, escuche y espere en Dios. Él desea tener comunión contigo. Al principio no será fácil, pero estoy seguro de que podremos dominar la disciplina. Los mejores logros en Dios siempre son los más difíciles. Estemos preparados para escuchar atentamente el propósito de Dios para nuestras vidas. En la medida en que lo practiquemos, se hará más sencillo cada vez. ¡Adelante! Fuerte abrazo y feliz diciembre.

Columnista
2 diciembre, 2022

Escuchar a Dios 

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón…” Salmos 95,8. Cuando Dios trajo al pueblo de Israel desde Egipto, se le apareció a la nación con estruendo, relámpagos y sonidos de bocina en el humeante Monte Sinaí; pero el pueblo tuvo miedo y se mantuvo alejado. No quisieron escuchar a Dios.  Creo que uno […]


“Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón…” Salmos 95,8. Cuando Dios trajo al pueblo de Israel desde Egipto, se le apareció a la nación con estruendo, relámpagos y sonidos de bocina en el humeante Monte Sinaí; pero el pueblo tuvo miedo y se mantuvo alejado. No quisieron escuchar a Dios. 

Creo que uno de los conceptos más importantes de la Biblia es sobre la necesidad de escuchar a Dios. Todo en el reino, depende de saber escuchar la palabra de Dios. Oír la voz de Dios es lo más importante de nuestras vidas. Él es la fuente de la vida. Los manantiales de poder y autoridad del cielo nos llegan por el oír. Nada podría reemplazar la confianza y autoridad que provienen de escuchar a Dios.

De allí se desprende la necesidad de una vida de oración dinámica y personal. Es un gran deleite hablar con Dios, pero es todavía más emocionante cuando él nos habla. Muchas cosas no cambian cuando hablamos con Dios; pero, sí cambian cuando Dios nos habla. Cuando Dios habla, el universo se vuelve real. Así que, el secreto de la oración consiste no en procurar convencer a Dios de mis asuntos, sino en esperar en él para escuchar su guía y dirección. 

No siempre es fácil escuchar a Dios. Hay tanto ruido y tantas otras voces a nuestro alrededor que se nos dificulta discernir su voz. Es común que seamos bombardeados con ideas y pensamientos sobre todo lo que debemos hacer como parte de nuestros quehaceres diarios. Muchas veces salimos de su presencia con deseos incumplidos, oraciones no contestadas, aspiraciones no realizadas, deseos postergados y conocimientos incompletos. Pero, cuando nos disponemos para escuchar a Dios, el cielo se inclina para inspirar una porción de las escrituras y personalizar su significado supliendo una necesidad propia. 

Queridos amigos: es importante poner nuestra vida en posición de escuchar a Dios. Fueron varias las ocasiones en las que Jesús afirmó: “El que tenga oídos para oír, que oiga”. Así que escuchar es un tema de actitud, de voluntad; está sustentado sobre la condición de aquietar nuestros pensamientos internos y de disponernos a escuchar. 

En ocasiones, podemos creer que no hay vías de comunicación con Dios, ni él nos escucha ni tampoco nosotros a él. Nada puede estar más alejado de la verdad. Su promesa fue: “Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen”. ¡Podemos oír la voz de Dios!

Mi cordial invitación hoy es a que pruebes, esto es experimental, deje momentáneamente todo, apártese, escuche y espere en Dios. Él desea tener comunión contigo. Al principio no será fácil, pero estoy seguro de que podremos dominar la disciplina. Los mejores logros en Dios siempre son los más difíciles. Estemos preparados para escuchar atentamente el propósito de Dios para nuestras vidas. En la medida en que lo practiquemos, se hará más sencillo cada vez. ¡Adelante! Fuerte abrazo y feliz diciembre.