La credibilidad institucional está en crisis en Colombia y en cada una de sus regiones. Esa es la conclusión a la que siempre se ha llegado en los últimos tiempos. Cada vez que se mide la confianza de la gente, frente a las distintas entidades del Estado y ante sus líderes, los resultados no son nada halagadores.
La credibilidad institucional está en crisis en Colombia y en cada una de sus regiones. Esa es la conclusión a la que siempre se ha llegado en los últimos tiempos. Cada vez que se mide la confianza de la gente, frente a las distintas entidades del Estado y ante sus líderes, los resultados no son nada halagadores.
A propósito de esta temporada de recogimiento y reflexiones, no solamente desde el punto de vista espiritual o religioso, sino también en aprovechamiento de esa pausa laboral para repensar en el plano general y más amplio de los distintos aspectos de la vida, sería bueno echarles una mirada a las dinámicas de la actual sociedad y revisar en qué cree la gente en estos momentos, no solo en Colombia, sino también en el ámbito global.
Según el portal Expat.com, “la mayoría de los colombianos, el 94 %, son creyentes, a pesar del creciente laicismo y la secularización. En cuanto a la filiación religiosa, la gran mayoría de los colombianos (70,9%) se consideran católicos. En segundo lugar, se encuentran los seguidores del movimiento “cristiano evangélico”, que incluye las diversas corrientes pentecostales y protestantes. En el tercer reglón se ubican ateos y agnósticos que define su relación con la religión con afirmaciones como: «creo en Dios, pero no en la religión», «creo en Dios a mi manera» o «soy católico a mi manera»”.
Pero volviendo al tema institucional, la última medición de la credibilidad de los colombianos fue publicada en el mes de mayo de 2024, una encuesta hecha por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, en la cual se midieron los factores que impulsan la confianza en las instituciones públicas. Ese ejercicio también aplicó para otros 30 países vinculados a esa entidad.
Como dijimos al inicio, los resultados de la medición de la OCDE no fueron los mejores. “Las cifras globales muestran que solo un 39% de las personas en los países de la OCDE confía en el gobierno nacional. Un 37% confía en que su gobierno equilibra los intereses de las generaciones actuales y futuras y un 41% cree que su gobierno utiliza la mejor evidencia disponible para tomar una decisión”.
Como se puede ver la tendencia va desde lo global, nacional y aterriza en regiones como la nuestra, en donde la gente no cree en nada ni en nadie, pero lo peor es que tal parece que esa conducta se ha normalizado, en el sentido de que, a las instituciones públicas y privadas, a los servidores públicos, a los líderes tanto políticos como de distintos sectores, no les interesara lo que pueda pensar la ciudadanía y esta tampoco se preocupa por hacer un juicio de valores para hacer que eso cambie.
Es como si el comportamiento de ofertantes y demandantes, gobernantes y gobernados, representantes y representados, entre otros, solo estuviera determinado por el factor utilidad o rentabilidad, dejando de lado algo tan fundamental como la credibilidad y la confianza.
Nos atreveríamos a decir que se impone el imperio de las componendas, donde triunfa el de mayor astucia por encima del más serio, idóneo y responsable.
En el caso de Colombia y en nuestra región, esa subcultura del pillo es la que ha contribuido a la pérdida de credibilidad y confianza en las instituciones y en cualquier actividad de la vida. Los permanentes escándalos de corrupción, en todos los niveles, son un abono fertilizante de ese terreno de la desconfianza que se ha apoderado de nuestra gente.
Una evaluación constante, juicios de responsabilidades públicas, castigo a lo malo y premio a lo bueno, sería un buen primer paso para comenzar a recobrar la confianza, esa que se ha perdido por culpa de todos nosotros. Por ahí deberían comenzar nuestras reflexiones de esta Semana Santa.
La credibilidad institucional está en crisis en Colombia y en cada una de sus regiones. Esa es la conclusión a la que siempre se ha llegado en los últimos tiempos. Cada vez que se mide la confianza de la gente, frente a las distintas entidades del Estado y ante sus líderes, los resultados no son nada halagadores.
La credibilidad institucional está en crisis en Colombia y en cada una de sus regiones. Esa es la conclusión a la que siempre se ha llegado en los últimos tiempos. Cada vez que se mide la confianza de la gente, frente a las distintas entidades del Estado y ante sus líderes, los resultados no son nada halagadores.
A propósito de esta temporada de recogimiento y reflexiones, no solamente desde el punto de vista espiritual o religioso, sino también en aprovechamiento de esa pausa laboral para repensar en el plano general y más amplio de los distintos aspectos de la vida, sería bueno echarles una mirada a las dinámicas de la actual sociedad y revisar en qué cree la gente en estos momentos, no solo en Colombia, sino también en el ámbito global.
Según el portal Expat.com, “la mayoría de los colombianos, el 94 %, son creyentes, a pesar del creciente laicismo y la secularización. En cuanto a la filiación religiosa, la gran mayoría de los colombianos (70,9%) se consideran católicos. En segundo lugar, se encuentran los seguidores del movimiento “cristiano evangélico”, que incluye las diversas corrientes pentecostales y protestantes. En el tercer reglón se ubican ateos y agnósticos que define su relación con la religión con afirmaciones como: «creo en Dios, pero no en la religión», «creo en Dios a mi manera» o «soy católico a mi manera»”.
Pero volviendo al tema institucional, la última medición de la credibilidad de los colombianos fue publicada en el mes de mayo de 2024, una encuesta hecha por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, en la cual se midieron los factores que impulsan la confianza en las instituciones públicas. Ese ejercicio también aplicó para otros 30 países vinculados a esa entidad.
Como dijimos al inicio, los resultados de la medición de la OCDE no fueron los mejores. “Las cifras globales muestran que solo un 39% de las personas en los países de la OCDE confía en el gobierno nacional. Un 37% confía en que su gobierno equilibra los intereses de las generaciones actuales y futuras y un 41% cree que su gobierno utiliza la mejor evidencia disponible para tomar una decisión”.
Como se puede ver la tendencia va desde lo global, nacional y aterriza en regiones como la nuestra, en donde la gente no cree en nada ni en nadie, pero lo peor es que tal parece que esa conducta se ha normalizado, en el sentido de que, a las instituciones públicas y privadas, a los servidores públicos, a los líderes tanto políticos como de distintos sectores, no les interesara lo que pueda pensar la ciudadanía y esta tampoco se preocupa por hacer un juicio de valores para hacer que eso cambie.
Es como si el comportamiento de ofertantes y demandantes, gobernantes y gobernados, representantes y representados, entre otros, solo estuviera determinado por el factor utilidad o rentabilidad, dejando de lado algo tan fundamental como la credibilidad y la confianza.
Nos atreveríamos a decir que se impone el imperio de las componendas, donde triunfa el de mayor astucia por encima del más serio, idóneo y responsable.
En el caso de Colombia y en nuestra región, esa subcultura del pillo es la que ha contribuido a la pérdida de credibilidad y confianza en las instituciones y en cualquier actividad de la vida. Los permanentes escándalos de corrupción, en todos los niveles, son un abono fertilizante de ese terreno de la desconfianza que se ha apoderado de nuestra gente.
Una evaluación constante, juicios de responsabilidades públicas, castigo a lo malo y premio a lo bueno, sería un buen primer paso para comenzar a recobrar la confianza, esa que se ha perdido por culpa de todos nosotros. Por ahí deberían comenzar nuestras reflexiones de esta Semana Santa.