A los 87 años de edad, ha dejado de acompañarnos en la vida, el médico Tomás Rodolfo Araújo Noguera. Un humano edificante.
A los 87 años de edad, ha dejado de acompañarnos en la vida, el médico Tomás Rodolfo Araújo Noguera. Un humano edificante. Fue un hijo más del hogar formado por don Santander Araújo Maestre y doña Blanca Noguera Cotes, progenitores de una descendencia numerosa, dotada toda de una inteligencia relevante. Varios se formaron profesionales liberales, y como tales deseo destacar aquí el nombre de Tomás Rodolfo.
Hizo sus estudios de bachillerato en el Colegio Nacional Loperena, de Valledupar, hasta el curso quinto. En el colegio Liceo Celedón, de Santa Marta, el sexto año, habiendo recibido el título de bachiller.
Adelantó la carrera de Medicina en la Universidad Nacional de Colombia, donde se especializó como radiólogo. Posteriormente, él tomó la valiente decisión de ir a ejercer su profesión en los Estados Unidos de Norteamérica, debiendo, para ello, hacer previamente su residencia médica en Cook County, en la ciudad de Chicago. Además, logró su ciudadanía americana y prestó el servicio militar en sus fuerzas armadas, en el estado de Oklahoma, durante dos años. Desplegando su actividad profesional en aquel país se propuso fundar, y lo logró, el departamento de Radiología en el hospital de Palos Park, en Illinois, del que fue su director por algo más de dos décadas.
Debo destacar, también, su generosidad con paisanos nuestros que viajaban allá en busca de salud y llegó a confesarme que incluso alojó a algunos de ellos en su propia residencia.
En aquel país constituyó una familia procreando sus hijos, ahora profesionales todos: Mauricio, Sandra, María, Tomas Gregory, Natalie. Diego Lacouture, hijo de Elsa, pero también suyo.
Hace aproximadamente cuatro decenios, Rodolfo y Elsa Palmera Pineda unieron sus vidas en matrimonio, ella también de nuestra estirpe regional, hija del acreditado jurista Ovidio Palmera Baquero y de la exreina de belleza de su departamento de Santander del Sur, Alix Pineda.
Tuvieron la fortuna de viajar por el mundo y hacer magníficas amistades.
Durante los últimos años residieron en la ciudad de Santa Marta y finalmente en Valledupar. En Pueblo Bello adquirieron propiedades campestres que han apreciado con esmero.
Considerando ese mismo lapso, con ellos y mi familia hemos tenido la fortuna de compartir una vida de amistad entrañable, por la personalidad admirable de Rodolfo y la simpatía sin par de nuestra parienta Elsa. Ella ha sido su complemento cultural y su custodia leal y generosa para ayudarle a transcurrir los últimos años de su vida, que no han sido fáciles, desde el punto de vista de la salud de él.
Desde aquellas calendas nuestra amistad familiar ha significado valores humanos positivos para nosotros. Aquí deseo referirme particularmente a la personalidad de Rodolfo, un hombre al que le viene bien el calificativo de estoico. Era recio de carácter y participaba en la conversación con la autoridad moral que lo caracterizaba, porque la tenía en grado admirable. No tenía inconveniente en reprochar las conductas incorrectas de sus congéneres, cercanos o lejanos. Creía en una sociedad deontológica, la defendía con fortaleza moral, para lo cual su lenguaje era particularmente afirmativo. Al respecto, había recibido en los Estados Unidos una disciplina ética esmerada que le hacía mucho contraste con nuestro diapasón folclórico. En fin, Rodolfo no era propiamente un habitante de nuestra cultura ligera. Era distinto. Por eso lo quiero proponer como ejemplo de una comunidad, ojalá más pensante y más comprometida, individual y socialmente, con una felicidad más racional que la distraída que tenemos. Una sociedad liberal, pero justa. Adiós caro amigo y ciudadano ejemplar. Dios te guarde en su cálido seno.
Por: Rodrigo López Barros.
A los 87 años de edad, ha dejado de acompañarnos en la vida, el médico Tomás Rodolfo Araújo Noguera. Un humano edificante.
A los 87 años de edad, ha dejado de acompañarnos en la vida, el médico Tomás Rodolfo Araújo Noguera. Un humano edificante. Fue un hijo más del hogar formado por don Santander Araújo Maestre y doña Blanca Noguera Cotes, progenitores de una descendencia numerosa, dotada toda de una inteligencia relevante. Varios se formaron profesionales liberales, y como tales deseo destacar aquí el nombre de Tomás Rodolfo.
Hizo sus estudios de bachillerato en el Colegio Nacional Loperena, de Valledupar, hasta el curso quinto. En el colegio Liceo Celedón, de Santa Marta, el sexto año, habiendo recibido el título de bachiller.
Adelantó la carrera de Medicina en la Universidad Nacional de Colombia, donde se especializó como radiólogo. Posteriormente, él tomó la valiente decisión de ir a ejercer su profesión en los Estados Unidos de Norteamérica, debiendo, para ello, hacer previamente su residencia médica en Cook County, en la ciudad de Chicago. Además, logró su ciudadanía americana y prestó el servicio militar en sus fuerzas armadas, en el estado de Oklahoma, durante dos años. Desplegando su actividad profesional en aquel país se propuso fundar, y lo logró, el departamento de Radiología en el hospital de Palos Park, en Illinois, del que fue su director por algo más de dos décadas.
Debo destacar, también, su generosidad con paisanos nuestros que viajaban allá en busca de salud y llegó a confesarme que incluso alojó a algunos de ellos en su propia residencia.
En aquel país constituyó una familia procreando sus hijos, ahora profesionales todos: Mauricio, Sandra, María, Tomas Gregory, Natalie. Diego Lacouture, hijo de Elsa, pero también suyo.
Hace aproximadamente cuatro decenios, Rodolfo y Elsa Palmera Pineda unieron sus vidas en matrimonio, ella también de nuestra estirpe regional, hija del acreditado jurista Ovidio Palmera Baquero y de la exreina de belleza de su departamento de Santander del Sur, Alix Pineda.
Tuvieron la fortuna de viajar por el mundo y hacer magníficas amistades.
Durante los últimos años residieron en la ciudad de Santa Marta y finalmente en Valledupar. En Pueblo Bello adquirieron propiedades campestres que han apreciado con esmero.
Considerando ese mismo lapso, con ellos y mi familia hemos tenido la fortuna de compartir una vida de amistad entrañable, por la personalidad admirable de Rodolfo y la simpatía sin par de nuestra parienta Elsa. Ella ha sido su complemento cultural y su custodia leal y generosa para ayudarle a transcurrir los últimos años de su vida, que no han sido fáciles, desde el punto de vista de la salud de él.
Desde aquellas calendas nuestra amistad familiar ha significado valores humanos positivos para nosotros. Aquí deseo referirme particularmente a la personalidad de Rodolfo, un hombre al que le viene bien el calificativo de estoico. Era recio de carácter y participaba en la conversación con la autoridad moral que lo caracterizaba, porque la tenía en grado admirable. No tenía inconveniente en reprochar las conductas incorrectas de sus congéneres, cercanos o lejanos. Creía en una sociedad deontológica, la defendía con fortaleza moral, para lo cual su lenguaje era particularmente afirmativo. Al respecto, había recibido en los Estados Unidos una disciplina ética esmerada que le hacía mucho contraste con nuestro diapasón folclórico. En fin, Rodolfo no era propiamente un habitante de nuestra cultura ligera. Era distinto. Por eso lo quiero proponer como ejemplo de una comunidad, ojalá más pensante y más comprometida, individual y socialmente, con una felicidad más racional que la distraída que tenemos. Una sociedad liberal, pero justa. Adiós caro amigo y ciudadano ejemplar. Dios te guarde en su cálido seno.
Por: Rodrigo López Barros.