La pobreza puede consumir cualquier sueño de infancia, pero el ser inocente gesta alguna duda que se traduce en alegría, porque para todo hay solución aunque se tengan retos a vencer, como la infinita miseria de la margen derecha del río Guatapurí en Valledupar.
Bajo una incómoda temperatura, característica de esta ciudad a las 11:00 a.m., apareció una camioneta blanca que levantaba un polvillo entre casa y casa, que ya no hace mella entre los habitantes del Nueve de Marzo.
Muy tranquilo descendió un hombre del vehículo, de esos que pocos se ven dentro de esta población estrato cero; alto y elegante. Saltó con mirada fija en una vivienda, era la casa 30 de la manzana 13 (una dirección inventada por los moradores), y de inmediato la romería de personas divisaron el personaje, era el Alcalde de Valledupar.
Al ingresar a la casa le brindaron una silla tipo banquillo, charló con dos mujeres mientras una niña lo miraba como objeto extraño; una de ellas Sidney Alzate, madre de dos hijos y quien mostró las condiciones en que vive junto a otras dos familias en la misma residencia. Quizás por eso pidió que si iba a ser reubicada lo hicieran con todos y no sola.
Luego se me acercó un hombre y me dijo “deseo que me lleven de aquí, con mi esposa y mis dos hijos”, es fue Hernando Meza, habitante del 9 de marzo, el paraje del que hoy la alcaldía saca a 30 familias, de las más de 300 ahí, para reubicarlas en la urbanización Lorenzo Morales. Éste hombre de oficio reciclador declaró llevar 23 años de habitar en el sector reconocido por la administración municipal como un asentamiento en zona de alto riesgo por estar a pocos metros de las corrientes del río Guatapurí y por no contar con los servicios públicos básicos, como agua, alcantarillado y electricidad.
Esta misión es verdaderamente titánica. El alcalde Fredys Socarrás Reales recorrió más de seis residencias y en cada una la situación fue igual o parecida: techos de zinc, paredes de tablas, baños fétidos, aguas residuales corriendo entre fogones artesanales y lavaderos.
Pero quien lo creyera, a pesar de haber llanto, miradas vidriosas y agradecimientos con el Alcalde por otorgar un nuevo techo, muchas de las personas que pretenden reubicar no quieren salir.
¿Cuál será la razón?
Observé la pésima calidad de seguridad en el sector, eso hace más fácil la tarea para personas vinculadas al negocio de las drogas, gracias al microtráfico con que nutren el lugar. Esta parte no me detuvo, porque una persona me había dicho, en una ocasión, que ahí (Nueve de Marzo) las personas vivían con más riqueza de lo visto entre las casuchas de tablas o barro.
No se equivocó. Comprobé que algunos de los apoyados por el gobierno local o nacional contaban con aires acondicionados, lavadoras, televisores y equipos de sonidos de última tecnología. Eso, sin anotar juegos de muebles, comedores y vehículos.
“Es una situación contradictoria por lo niveles de pobreza que tiene este sector. Hay algunas familias, no la gran mayoría, que ha desarrollado sus viviendas con materiales como ladrillo, cemento, pisos, pero aun así no tienen ningún futuro como familia y desarrollo humano, porque nunca van hacer propietarios de nada”, me aseguró Fredys Socarrás después de hacer un ‘casa a casa’ con los beneficiados.
Es visible que el artículo del portal económico, The Economist, publicado hace algunos días referente a la capital del Cesar es cierto: Valledupar ha crecido de una manera importante sin orden ni concierto, pasó de tener una población de 150.000 en 1.985 a una ciudad de casi 440.000 habitantes ahora.
La ayuda del gobierno de Fredys Socarrás es agradecida, pero es claro que el alcalde vive una encrucijada cuando recibe la solicitud de los que esperan, más de los reubicados, para salir de una corrompida población.
“Aquí metido en el barro es donde uno experimenta la verdadera pobreza, la exclusión social y el trabajo; hemos hecho mucho, pero falta mucho por hacer”, resaltó el mandatario teniendo en cuenta que el sustento diario para muchas familias aquí son las ventas de minutos a celular, mini tiendas, el mototaxismo, el expendio de gasolina de contrabando o la venta de comidas.
Ahora, el reto será mayor teniendo en cuenta que los sitios despejados y demolidos por la alcaldía podrían ser reinvadidos, lo que sería “catalogado para el Estado como una derrota”, según el alcalde Fredys Socarrás.
Por Carlos Mario Jiménez / EL PILÓN
carlos.jimenez@elpilon.com.co