La empresa Emdupar, denominada de servicios públicos de acueducto y alcantarillado, es parte de la historia buena de las grandes iniciativas de los políticos del Cesar.
La empresa Emdupar, denominada de servicios públicos de acueducto y alcantarillado, es parte de la historia buena de las grandes iniciativas de los políticos del Cesar. Ella tiene nombre propio: quien, aprovechando su llegada al INSFOPAL, fue el doctor Alfonso Araujo Cotes, por influencia de Alfonso López Michelsen, el expresidente que dirigió los destinos como primer gobernador del Cesar, motivado por sentimientos familiares y por la misma música vallenata. Se convirtió en nuestro máximo referente, ya que no hubo espacio en su vida pública que no considerara nuestra tierra por sus grandes bondades.
Esa es la historia del Cesar pujante y lleno de ambiciones, hasta convertir nuestra región en una de las más prósperas de la República. Lo que vino después es vergonzoso y hasta penoso: hemos reducido lo ganado, y en ello no se escapa ningún sector: productivo, económico, social y político. Aquí cabe el dicho popular: “Todo tiempo pasado fue mejor”.
Un ejemplo de la decadencia es la administración de la empresa de servicios públicos de Valledupar, Emdupar, que durante los últimos 30 años, constituida como sociedad anónima del orden municipal perteneciente al sector de agua potable y saneamiento ambiental, ha sido víctima de una etapa oscura que vive nuestra tierra, producto de gerentes incompetentes y, lo peor, de excelentes obedientes al alcalde que los ha designado. De ello dan cuenta los malos resultados de los servicios domiciliarios de agua potable, de alcantarillado pluvial, y un porcentaje deficiente para el crecimiento de la ciudad; y lo más grave, un alcantarillado de aguas residuales que se desborda de manera continua y permanente en varios sectores de la ciudad.
Los famosos manholes —o alcantarillas, en el dicho común— se rebosan y recorren calles y carreras, llegando a pasar días, meses y años, en algunos casos, generando un ambiente desagradable para los vecinos, transeúntes y, peor aún, dejando un concepto de desgobierno a quienes nos visitan desde cualquier parte del mundo, dada nuestra tendencia al turismo masivo como uno de los generadores de bienestar de muchos sectores de la ciudad.
Cuando la empresa fue intervenida por parte del Gobierno nacional, muchos vallenatos abrigamos la esperanza de que era lo aconsejable para recuperar la entidad de manos de quienes la habían llevado a un grado de postración. Pero ¡qué va! Después de dos años, al parecer lo único que ha llegado de la fría Bogotá son nuevos gerentes, es decir, nuevos puestos para satisfacer apetitos burocráticos. De las respuestas de fondo, nada de nada.
He aquí el problema sin solución, la cual estaría en manos de quienes están muy cerca del Gobierno nacional: entre ellos senadores, representante a la Cámara, hasta ministro del Trabajo, y muchos líderes que son afines al actual presidente. Como dijo en su momento un dirigente liberal del Cesar, ya fallecido: “a darse prisa, que el tiempo se acaba”.
Recomiendo esta tarea porque la solución de Emdupar depende de una fuerte suma de dinero que le permita superar su crisis, su abandono y sus actos venales, sin compasión ni límite. Su mayor perjudicado: los habitantes vallenatos, a quienes en algunos barrios no les llega el agua y, además, son víctimas de los constantes derramamientos de los manholes.
Por lo pronto, es necesario que se convoque una acción conjunta de todos los sectores sociales, encabezada por el señor alcalde, para dar una respuesta satisfactoria a la ciudadanía sobre el problema técnico que sufre la comunidad. En segundo lugar, buscar la salida económica que organice la ejecución del nuevo plan que permita mejorar la prestación eficiente de los servicios a su cargo.
Esperamos que Emdupar no corra el riesgo del tránsito y de otros servicios municipales que se han feriado a través de concesiones que hacen más gravosa la ya precaria economía de los vallenatos.
Por: Víctor Martínez Gutiérrez.
La empresa Emdupar, denominada de servicios públicos de acueducto y alcantarillado, es parte de la historia buena de las grandes iniciativas de los políticos del Cesar.
La empresa Emdupar, denominada de servicios públicos de acueducto y alcantarillado, es parte de la historia buena de las grandes iniciativas de los políticos del Cesar. Ella tiene nombre propio: quien, aprovechando su llegada al INSFOPAL, fue el doctor Alfonso Araujo Cotes, por influencia de Alfonso López Michelsen, el expresidente que dirigió los destinos como primer gobernador del Cesar, motivado por sentimientos familiares y por la misma música vallenata. Se convirtió en nuestro máximo referente, ya que no hubo espacio en su vida pública que no considerara nuestra tierra por sus grandes bondades.
Esa es la historia del Cesar pujante y lleno de ambiciones, hasta convertir nuestra región en una de las más prósperas de la República. Lo que vino después es vergonzoso y hasta penoso: hemos reducido lo ganado, y en ello no se escapa ningún sector: productivo, económico, social y político. Aquí cabe el dicho popular: “Todo tiempo pasado fue mejor”.
Un ejemplo de la decadencia es la administración de la empresa de servicios públicos de Valledupar, Emdupar, que durante los últimos 30 años, constituida como sociedad anónima del orden municipal perteneciente al sector de agua potable y saneamiento ambiental, ha sido víctima de una etapa oscura que vive nuestra tierra, producto de gerentes incompetentes y, lo peor, de excelentes obedientes al alcalde que los ha designado. De ello dan cuenta los malos resultados de los servicios domiciliarios de agua potable, de alcantarillado pluvial, y un porcentaje deficiente para el crecimiento de la ciudad; y lo más grave, un alcantarillado de aguas residuales que se desborda de manera continua y permanente en varios sectores de la ciudad.
Los famosos manholes —o alcantarillas, en el dicho común— se rebosan y recorren calles y carreras, llegando a pasar días, meses y años, en algunos casos, generando un ambiente desagradable para los vecinos, transeúntes y, peor aún, dejando un concepto de desgobierno a quienes nos visitan desde cualquier parte del mundo, dada nuestra tendencia al turismo masivo como uno de los generadores de bienestar de muchos sectores de la ciudad.
Cuando la empresa fue intervenida por parte del Gobierno nacional, muchos vallenatos abrigamos la esperanza de que era lo aconsejable para recuperar la entidad de manos de quienes la habían llevado a un grado de postración. Pero ¡qué va! Después de dos años, al parecer lo único que ha llegado de la fría Bogotá son nuevos gerentes, es decir, nuevos puestos para satisfacer apetitos burocráticos. De las respuestas de fondo, nada de nada.
He aquí el problema sin solución, la cual estaría en manos de quienes están muy cerca del Gobierno nacional: entre ellos senadores, representante a la Cámara, hasta ministro del Trabajo, y muchos líderes que son afines al actual presidente. Como dijo en su momento un dirigente liberal del Cesar, ya fallecido: “a darse prisa, que el tiempo se acaba”.
Recomiendo esta tarea porque la solución de Emdupar depende de una fuerte suma de dinero que le permita superar su crisis, su abandono y sus actos venales, sin compasión ni límite. Su mayor perjudicado: los habitantes vallenatos, a quienes en algunos barrios no les llega el agua y, además, son víctimas de los constantes derramamientos de los manholes.
Por lo pronto, es necesario que se convoque una acción conjunta de todos los sectores sociales, encabezada por el señor alcalde, para dar una respuesta satisfactoria a la ciudadanía sobre el problema técnico que sufre la comunidad. En segundo lugar, buscar la salida económica que organice la ejecución del nuevo plan que permita mejorar la prestación eficiente de los servicios a su cargo.
Esperamos que Emdupar no corra el riesgo del tránsito y de otros servicios municipales que se han feriado a través de concesiones que hacen más gravosa la ya precaria economía de los vallenatos.
Por: Víctor Martínez Gutiérrez.