“¡Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos! Atravesando el valle de lágrimas, lo cambian en fuente cundo la lluvia llena los estanques”. Salmos 84,5-6.
El valle de lágrimas al que se refiere el salmista es un lugar de tribulación y angustia, donde la sequía atenta contra la vida. No obstante, la persona que ha hecho del Altísimo su fuerza, en cuyo corazón están los caminos del Señor, pasa por este lugar de muerte y trae consigo bendición. Así, donde no existe esperanza, trae ilusiones nuevas. Donde hay tristeza, imparte gozo. Donde hay maldición, extiende bendición.
Cuán refrescante es volver periódicamente a estudiar los Salmos para aprender de las luchas, las victorias y derrotas de quienes nos han precedido en el camino de la fe. El contenido de los Salmos es de especial bendición para nosotros porque capta los sentimientos más complejos del ser humano, los mismos que en ocasiones nos ocurren y que no sabemos identificar. Estos cantos del alma, originalmente eran cantos, nos dejan con la certeza de que muchos otros, antes de nosotros, han transitado por las mismas experiencias de dolor y aflicción.
En el texto de hoy, el salmista describe la ventaja que tiene el hombre que se ha refugiado en el Señor, que ha hecho de Dios su fortaleza. Esta persona, seguramente enfrenta las mismas dificultades que el resto de los mortales. Seguramente experimenta adversidades, injusticias, opresión y pruebas personales. Permanece bajo el ataque del covid-19 y la recesión económica; pero el secreto de la manera en que triunfa en la vida está en la madurez de su crecimiento espiritual y no depende de las circunstancias externas.
Conserva una plenitud de vida interior que le permite mirar la vida con ojos enteramente diferentes a los demás. Esto le permite salir airoso de situaciones que desconciertan y desaniman a otros, mientras que él transforma dichos escenarios.
Todo esto es la manifestación de la obra de Dios en la vida de las personas que deciden confiar plenamente en él. Dios no solamente bendice a quienes se entregan a él, sino que los convierte en instrumentos de bendición hacia los demás. La vida para ellos será de gloria en gloria, aun en las circunstancias más oscuras. La victoria que experimentan a diario es la manifestación de una realidad instalada en lo más profundo de su corazón y no existe situación alguna que la pueda alterar.
El llamado central del salmista es a tener nuestras fuerzas en Dios, en cuyo corazón están sus caminos. Actualizando el texto, esto quiere decir que nuestro deleite debe ser la Ley de Dios, estando convencidos de que la mejor vida posible es la que el Señor nos propone. No transitamos por la vida pidiendo a Dios que bendiga nuestros propios planes y proyectos, sino subiéndonos a la ola del mover de Dios y actuando conforme con las instrucciones específicas recibidas desde lo alto.
Aun cuando el camino a seguir parezca obvio y expedito, siempre conviene buscar primero el rostro de Dios y su justicia, con la certeza que todo lo demás será añadido. Los que esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas…
Abrazos y bendiciones.