En medio de los pasajeros que vienen y van entre cada vuelo que arriba o despega en el Aeropuerto Alfonso López Pumarejo de Valledupar hay un personaje que permanece día tras día entre sus instalaciones.
Se trata de Diosemel Díaz Tarazona, de 50 años, quien sagradamente desde que tenía 10 llega a este lugar a comercializar música, generalmente vallenata, a propios y visitantes que utilizan esta terminal, que sirve también como base para la Fuerza Aérea Colombiana y la Policía.
“Este aeropuerto es el que me ha dado toda la vida el sustento”, explica Diosemel, quien recuerda que llegó a vender allí junto con su hermano José Reinel Díaz, quien ahora labora como equipajero. En ese entonces, rememora Díaz Tarazona, vendía casetes a 50 o 100 pesos.
A medida que ha avanzado la tecnología también lo ha hecho su oferta, puesto que se ha adaptado a la venta de LP, CD y ahora memorias USB con distintos álbumes musicales.
Como si se tratara de un pasajero más que aguarda por sus vuelos, Diosemel revisa a lo largo del día las horas de llegada y partida de cada avión para estar puntual en el aeropuerto y vender su música.
“Veo la plataforma por el celular y veo a qué hora están saliendo los vuelos y me vengo una hora antes”, asegura este oriundo de Convención, Norte de Santander.
TIENE CLIENTELA
En medio de esto, reconoce, ya tiene una clientela que lo distingue y que pregunta por ‘El Rirry’, bautizado así desde que escuchara a uno de sus amigos lanzar la coloquial expresión “ay rirry” y la empezara a usar en medio de parrandas vallenatas en reemplazo del conocido “ay ombe”.
Convertido casi que en un ícono del aeropuerto, aprovecha las filas de espera de los pasajeros para contagiar su amor por la música vallenata y promocionar su negocio.
“No se les vaya a olvidar los CD’s para los seres queridos, recuerde que el sentimiento se vuelve canción y hay un ser muy especial esperándolo con el de Iván Villazón, Jorgito Celedón… y si le quiere alegrar el día le tengo el de Diomedes Díaz… y si quiere que lo recuerden mucho también le tengo a Farucho…”, se le escucha ofrecer.
Así entona unas entretenidas rimas que inmediatamente llaman la atención de la gente y los convence de comprar sus discos, los cuales también comercializa a domicilio en Valledupar.
Pero más allá del entusiasmo que transmite en medio de su oficio, en el que ha dado rienda suelta a su interés por el vallenato, este ha sido por 40 años su modo de vida y con lo cual ha sacado adelante a su esposa y cuatro hijos, dos de ellos ya terminaron sus carreras y los otros dos estudian, teniendo el mismo gusto por la música que su padre, por lo que interpretan algunos instrumentos musicales.
“Gracias a Dios me ha mantenido, porque no falta el que le va a llevar un detalle a alguien muy especial”, destaca.
Aunque vende material de otros géneros musicales, no niega que el vallenato y sobre todo clásico es que el más que más demandan las personas y que es precisamente durante la época de festival en la que logra sus mejores ventas.
UN PROMOTOR
Su oficio, incluso, más allá de ser su actividad de sustento también se ha convertido en un medio para que el género vallenato llegue hasta otros países. De hecho, a Díaz Tarazona algunos locutores de Ecuador, México, Canadá o Panamá lo llaman para preguntarle por lo que más se está escuchando. Dice él mismo que hasta Isaac León Durán, conocido locutor local, lo llama para que en vivo le cuente sobre lo que más se vende en el momento.
De la misma forma los artistas vallenatos lo identifican a simple vista y han llegado a incluirlo en los saludos que hacen en sus grabaciones musicales.
“Está en deuda conmigo es Silvestre Dangond, pero yo le dejo a conciencia”, recuerda.
Más allá de la promoción de este género su gusto por el vallenato lo ha llevado a grabar su propio disco, con lo que cumplió un sueño que tenía hace mucho tiempo. Con el motivo de sus 50 años se decidió a grabar un álbum en el que incluye tres canciones y también los temas donde recibe saludo de otros cantantes.
Ahora junto con los cambios que ha tenido el aeropuerto, Díaz Tarazona, quien reside en el barrio Divino Niño, también se ha planteado otra proyección para su negocio, por lo que quiere materializar la idea de tener una isla comercial en estas instalaciones.
Mientras tanto sigue entregado a su amor por el vallenato y la promoción de este género en medio del trabajo que cumple sin descanso cada día entre las rutas que transportan a los propios y visitantes de esta ciudad, muchos de los cuales se llevan para siempre un recuerdo de Diosemel.
Por: Daniela Rincones Julio / EL PILÓN
daniela.rincones@elpilon.com.co