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Columnista - 18 septiembre, 2020

El Pilón: Constancia, dedicación y folclor

Una vez culminé mis estudios de derecho en Bogotá me trasladé a la Loma de Potrerillo, o de calenturas como le llamaban en aquellas épocas; en el año 1990 me entró el embeleco de crear un festival vallenato en mi pueblo y el 14 de julio del mismo año, en la inauguración de la primera […]

Una vez culminé mis estudios de derecho en Bogotá me trasladé a la Loma de Potrerillo, o de calenturas como le llamaban en aquellas épocas; en el año 1990 me entró el embeleco de crear un festival vallenato en mi pueblo y el 14 de julio del mismo año, en la inauguración de la primera versión del Festival de Canciones Samuel Martínez, llegó la comitiva de Valledupar, encabezada por mi amigo periodista Húber Claro Quintero (Q.E.P.D.)

Mi amigo Húber me presentó a su compañero, un hombre de contextura delgada, dicharachero y jovial, a quien llamaban Juan Rincón Vanegas. Allí inició una amistad, que catorce años después me llevaría a ser columnista de El Pilón y luego de El Tiempo, pero lo más importante, me familiarizaría con uno de los valores o virtudes que me era ajena: La constancia.

‘Juancho’, como le decimos sus amigos se quedó desde el primer día como el presentador oficial del festival de La Loma, y en el mes de julio del 2004, me incentivó para que escribiera un artículo sobre cómo nació el festival, con la seguridad de que él me lo haría publicar en El Pilón, diario en el que laboraba por aquella época.

Atendiendo esa sugerencia me convertí en columnista, el 16 de julio de 2004 que vi impresas mis palabras en este periódico local me enamoré de este oficio, cuyo único incentivo consiste en saber que alguien está leyendo lo que piensas y quieres que otros sepan.

Era la oportunidad perfecta para mantener un vínculo fuerte con mi tierra, con mis paisanos y con mi querido folclor. Allí decidí convertirme en el columnista temático de este medio, acá en Bogotá orgullosamente digo que escribo para El Pilón y muchos ‘cachacos’ ya me saludan: ¡Ajá Pilón!

Dios me dio el privilegio de tener como paisano y uno de mis mejores amigos a uno de los fundadores de este importante medio, el doctor Ciro Quiroz Otero, a quien le pregunté cómo se creó El Pilón y esto fue lo que me respondió: “Mi primo Dickson Quiroz un día me dijo ‘Dame cheques posfechados’, los que fue mostrando a otros parientes y amigos cercanos que le brindaron su apoyo. Nació así El Pilón, cuyo nombre encarna la danza, el instrumento de trabajo y el símbolo de la pureza de lo que se trilla. A Dickson podía vérsele diseñando untado de tinta hasta la cara, con las mangas recogidas hasta lograr convertir aquello en un diario respetable.

Hoy que el diario cumple 26 años de fundado y que me devuelvo a los 16 años que llevo escribiendo en el una columna exclusiva sobre la música vallenata, me pregunto cómo he hecho para sagradamente y de manera ininterrumpida entregarle todos los viernes mis impresiones a quienes se dignan leerme.

Cuántos trasnochos echándole cabeza al tema para la columna de la semana, cuántos amigos me han dicho que les encantó lo que escribí este viernes, y también el caso contrario. El Pilón me ha enseñado la síntesis, la sintaxis, la gramática, pero especialmente la constancia. Feliz cumpleaños Pilón.

COLOFÓN: Hace 10 años fui al Festival de Compositores de San Juan del Cesar, La Guajira y desde la tarima me vio llegar mi compadre Isaac León Durán, quien fungía de presentador, y con su peculiar acento expresó en los micrófonos: -Bienvenido doctor Nain y ¿cuál sería el colofón de este festival?-  

Columnista
18 septiembre, 2020

El Pilón: Constancia, dedicación y folclor

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jorge Nain

Una vez culminé mis estudios de derecho en Bogotá me trasladé a la Loma de Potrerillo, o de calenturas como le llamaban en aquellas épocas; en el año 1990 me entró el embeleco de crear un festival vallenato en mi pueblo y el 14 de julio del mismo año, en la inauguración de la primera […]


Una vez culminé mis estudios de derecho en Bogotá me trasladé a la Loma de Potrerillo, o de calenturas como le llamaban en aquellas épocas; en el año 1990 me entró el embeleco de crear un festival vallenato en mi pueblo y el 14 de julio del mismo año, en la inauguración de la primera versión del Festival de Canciones Samuel Martínez, llegó la comitiva de Valledupar, encabezada por mi amigo periodista Húber Claro Quintero (Q.E.P.D.)

Mi amigo Húber me presentó a su compañero, un hombre de contextura delgada, dicharachero y jovial, a quien llamaban Juan Rincón Vanegas. Allí inició una amistad, que catorce años después me llevaría a ser columnista de El Pilón y luego de El Tiempo, pero lo más importante, me familiarizaría con uno de los valores o virtudes que me era ajena: La constancia.

‘Juancho’, como le decimos sus amigos se quedó desde el primer día como el presentador oficial del festival de La Loma, y en el mes de julio del 2004, me incentivó para que escribiera un artículo sobre cómo nació el festival, con la seguridad de que él me lo haría publicar en El Pilón, diario en el que laboraba por aquella época.

Atendiendo esa sugerencia me convertí en columnista, el 16 de julio de 2004 que vi impresas mis palabras en este periódico local me enamoré de este oficio, cuyo único incentivo consiste en saber que alguien está leyendo lo que piensas y quieres que otros sepan.

Era la oportunidad perfecta para mantener un vínculo fuerte con mi tierra, con mis paisanos y con mi querido folclor. Allí decidí convertirme en el columnista temático de este medio, acá en Bogotá orgullosamente digo que escribo para El Pilón y muchos ‘cachacos’ ya me saludan: ¡Ajá Pilón!

Dios me dio el privilegio de tener como paisano y uno de mis mejores amigos a uno de los fundadores de este importante medio, el doctor Ciro Quiroz Otero, a quien le pregunté cómo se creó El Pilón y esto fue lo que me respondió: “Mi primo Dickson Quiroz un día me dijo ‘Dame cheques posfechados’, los que fue mostrando a otros parientes y amigos cercanos que le brindaron su apoyo. Nació así El Pilón, cuyo nombre encarna la danza, el instrumento de trabajo y el símbolo de la pureza de lo que se trilla. A Dickson podía vérsele diseñando untado de tinta hasta la cara, con las mangas recogidas hasta lograr convertir aquello en un diario respetable.

Hoy que el diario cumple 26 años de fundado y que me devuelvo a los 16 años que llevo escribiendo en el una columna exclusiva sobre la música vallenata, me pregunto cómo he hecho para sagradamente y de manera ininterrumpida entregarle todos los viernes mis impresiones a quienes se dignan leerme.

Cuántos trasnochos echándole cabeza al tema para la columna de la semana, cuántos amigos me han dicho que les encantó lo que escribí este viernes, y también el caso contrario. El Pilón me ha enseñado la síntesis, la sintaxis, la gramática, pero especialmente la constancia. Feliz cumpleaños Pilón.

COLOFÓN: Hace 10 años fui al Festival de Compositores de San Juan del Cesar, La Guajira y desde la tarima me vio llegar mi compadre Isaac León Durán, quien fungía de presentador, y con su peculiar acento expresó en los micrófonos: -Bienvenido doctor Nain y ¿cuál sería el colofón de este festival?-