La presencia terrenal de Guzmán Quintero Torres fue breve, apenas alcanzó a vivir 34 años (1965- 1999); pero en esa brevedad existencial fue exitoso en su profesión de Comunicador Social y Periodista. Graduado en esas disciplinas, en 1990, por la Universidad Autónoma de Barranquilla. De su experiencia laboral, se recuerda su paso por el Diario […]
La presencia terrenal de Guzmán Quintero Torres fue breve, apenas alcanzó a vivir 34 años (1965- 1999); pero en esa brevedad existencial fue exitoso en su profesión de Comunicador Social y Periodista. Graduado en esas disciplinas, en 1990, por la Universidad Autónoma de Barranquilla. De su experiencia laboral, se recuerda su paso por el Diario Vallenato, y director de noticias en Radio Valledupar; corresponsal del noticiero Televista, reportero del Heraldo, director del programa Enfoque en Radio Guatapurí; su último cargo fue el de jefe de redacción de periódico El Pilón, desde septiembre de 1998 hasta el 16 de septiembre de 1999, día de su muerte.
Además de periodista, Guzmán era un poeta solitario que se leía a sí mismo. Tal vez, interpretando a Fernando Pessoa, entendía que “ser poeta no es una ambición, es una manera de estar solo”. Escribió y dejó inéditos un cuaderno de poemas; su hermano Yuri Quintero Torres hizo una selección, que editó en un libro cuyo título lleva el nombre de uno de los poemas: “Un Verso Final”. Fue impreso por la editorial Vermis, y presentado el 16 de septiembre de 2000, fecha conmemorativa del primer aniversario de la muerte del periodista.
Yuri Quintero me había llevado dos meses antes el libro, aún en proyecto de edición, para que yo escribiera el prólogo. Me sentí halagado por esa memorable invitación, dado que ambos habían sido mis estudiantes en el Instituto Técnico Pedro Castro Monsalvo, y de Guzmán todavía tenía la imagen de niño disciplinado y estudioso, siempre atento a participar en mi clase de biología, especialmente cuando las actividades se relacionaban con ejercicios de creación literaria.
Comparto unas líneas de ese prólogo: El poeta peruano Jorge Eduardo Wilson, afirma que ser artista “es saborear el futuro, oler la inmensidad, palpar la soledad”. Pero a Guzmán Quintero Torres no le alcanzó la vida para dimensionar este inventario estético. Lejos estaba del crepúsculo donde los días comienzan a acompasarse de los recuerdos y la nostalgia es como una ráfaga consoladora. En ese tránsito se hallaba cuando prematuramente lo sorprendió la muerte, ese agujero roto de nocturno naufragio. Joven aún, su rostro guardaba algo de las soledades del poeta Cesar Vallejo; respiraba silencioso el viento gris de la tristeza. Su alegría era introvertida, casi invisible a la calle. Era un pensador en su propio exilio. Así lo conocí en los primeros años del 80, en el Instituto Técnico Pedro Castro donde en 1985 recibió grado de bachiller.
La presencia terrenal de Guzmán Quintero Torres fue breve, apenas alcanzó a vivir 34 años (1965- 1999); pero en esa brevedad existencial fue exitoso en su profesión de Comunicador Social y Periodista. Graduado en esas disciplinas, en 1990, por la Universidad Autónoma de Barranquilla. De su experiencia laboral, se recuerda su paso por el Diario […]
La presencia terrenal de Guzmán Quintero Torres fue breve, apenas alcanzó a vivir 34 años (1965- 1999); pero en esa brevedad existencial fue exitoso en su profesión de Comunicador Social y Periodista. Graduado en esas disciplinas, en 1990, por la Universidad Autónoma de Barranquilla. De su experiencia laboral, se recuerda su paso por el Diario Vallenato, y director de noticias en Radio Valledupar; corresponsal del noticiero Televista, reportero del Heraldo, director del programa Enfoque en Radio Guatapurí; su último cargo fue el de jefe de redacción de periódico El Pilón, desde septiembre de 1998 hasta el 16 de septiembre de 1999, día de su muerte.
Además de periodista, Guzmán era un poeta solitario que se leía a sí mismo. Tal vez, interpretando a Fernando Pessoa, entendía que “ser poeta no es una ambición, es una manera de estar solo”. Escribió y dejó inéditos un cuaderno de poemas; su hermano Yuri Quintero Torres hizo una selección, que editó en un libro cuyo título lleva el nombre de uno de los poemas: “Un Verso Final”. Fue impreso por la editorial Vermis, y presentado el 16 de septiembre de 2000, fecha conmemorativa del primer aniversario de la muerte del periodista.
Yuri Quintero me había llevado dos meses antes el libro, aún en proyecto de edición, para que yo escribiera el prólogo. Me sentí halagado por esa memorable invitación, dado que ambos habían sido mis estudiantes en el Instituto Técnico Pedro Castro Monsalvo, y de Guzmán todavía tenía la imagen de niño disciplinado y estudioso, siempre atento a participar en mi clase de biología, especialmente cuando las actividades se relacionaban con ejercicios de creación literaria.
Comparto unas líneas de ese prólogo: El poeta peruano Jorge Eduardo Wilson, afirma que ser artista “es saborear el futuro, oler la inmensidad, palpar la soledad”. Pero a Guzmán Quintero Torres no le alcanzó la vida para dimensionar este inventario estético. Lejos estaba del crepúsculo donde los días comienzan a acompasarse de los recuerdos y la nostalgia es como una ráfaga consoladora. En ese tránsito se hallaba cuando prematuramente lo sorprendió la muerte, ese agujero roto de nocturno naufragio. Joven aún, su rostro guardaba algo de las soledades del poeta Cesar Vallejo; respiraba silencioso el viento gris de la tristeza. Su alegría era introvertida, casi invisible a la calle. Era un pensador en su propio exilio. Así lo conocí en los primeros años del 80, en el Instituto Técnico Pedro Castro donde en 1985 recibió grado de bachiller.