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Editorial - 30 julio, 2021

El Parque de la Leyenda es de Valledupar

A raíz de la sentencia  recién proferida por la Corte Constitucional que  confirmó la titularidad del Parque de la Leyenda Vallenata como propiedad municipal, y al cerrar cualquier duda sobre el caso,  queremos ver en esa decisión una oportunidad para todos.

A raíz de la sentencia  recién proferida por la Corte Constitucional que  confirmó la titularidad del Parque de la Leyenda Vallenata como propiedad municipal, y al cerrar cualquier duda sobre el caso,  queremos ver en esa decisión una oportunidad para todos.

No era fácil que fuese distinto el sentido de la determinación cuando el colegio especializado, el Consejo de Estado, ya había decidido la materia -como cuando lo hace en su especialidad la Corte Suprema-   y la consideración de la Corte Constitucional, tratándose de  confrontar una alta corte, era restrictiva, dentro del marco de lo alegado por el demandante de la acción. Para decirlo, en síntesis, el precedente en caso de tutelas contra sentencias de altas cortes no permite a la Constitucional abordar todos los temas y pronunciarse en lo que los abogados denominan  sentencias ultrapetitas (más allá de lo alegado), que no era sino el propósito de que se justificara la transferencia de un bien público de un municipio a una Fundación particular,  con base en el articulo 355 de la Constitución Política.

Esperamos que esta determinación no afecte, como no debe afectar, la realización del próximo festival semi presencial del mes de octubre.  Y va a fortalecer la voluntad, anunciada hace unas semanas por la Alcaldía,  de abrir ese espacio de 23 hectáreas al público vallenato, de hacerle un buen mantenimiento, de darle vida a un punto de un vecindario visitado y que se ha erigido en un Área de Desarrollo Naranja.

Hoy reiteramos lo que escribimos en estas páginas en mayo del 2019, ‘El guayabo del Festival’, después de un tibio certamen: “Lo que pasó en el último Festival fue un campanazo de alerta también para que sus responsables hagan lo que han debido hacer desde hace mucho tiempo: unirse. Mientras que los colombianos de todos los partidos, regiones y credos encuentran en el Cesar, durante sus fiestas, una especie de zona de despeje para poder convivir y disfrutar de la música de Escalona, Pacheco y Leandro, en Valledupar se reproducen y agigantan los enfrentamientos casi tribales entre las familias vallenatas de las cuales depende el incierto futuro del Festival.

Es cierto, la Fundación ha hecho lo suyo y lo ha hecho bien: sin su esfuerzo el Festival no habría llegado hasta donde hoy se encuentra. Pero no se puede dormir sobre sus laureles, tiene que abrirse, dejar entrar a los actores reales, los músicos, los académicos, los empresarios, los folcloristas, los compositores y, por supuesto, desde el último fallo del Consejo de Estado, a las autoridades locales. Estas últimas deben entender, por su parte, que el Parque de la Leyenda Vallenata es la Notre Dame del vallenato: intocable. Y antes de que se incendie, como en París, unos y otros tienen que sentarse a encontrar una fórmula generosa de convivencia institucional que asegure en el largo plazo la supervivencia de una nueva Fundación, resultado de una alianza público privada de largo plazo que libere el Festival de tsunamis como el que se alcanzó a vivir este año (2019)”

Editorial
30 julio, 2021

El Parque de la Leyenda es de Valledupar

A raíz de la sentencia  recién proferida por la Corte Constitucional que  confirmó la titularidad del Parque de la Leyenda Vallenata como propiedad municipal, y al cerrar cualquier duda sobre el caso,  queremos ver en esa decisión una oportunidad para todos.


A raíz de la sentencia  recién proferida por la Corte Constitucional que  confirmó la titularidad del Parque de la Leyenda Vallenata como propiedad municipal, y al cerrar cualquier duda sobre el caso,  queremos ver en esa decisión una oportunidad para todos.

No era fácil que fuese distinto el sentido de la determinación cuando el colegio especializado, el Consejo de Estado, ya había decidido la materia -como cuando lo hace en su especialidad la Corte Suprema-   y la consideración de la Corte Constitucional, tratándose de  confrontar una alta corte, era restrictiva, dentro del marco de lo alegado por el demandante de la acción. Para decirlo, en síntesis, el precedente en caso de tutelas contra sentencias de altas cortes no permite a la Constitucional abordar todos los temas y pronunciarse en lo que los abogados denominan  sentencias ultrapetitas (más allá de lo alegado), que no era sino el propósito de que se justificara la transferencia de un bien público de un municipio a una Fundación particular,  con base en el articulo 355 de la Constitución Política.

Esperamos que esta determinación no afecte, como no debe afectar, la realización del próximo festival semi presencial del mes de octubre.  Y va a fortalecer la voluntad, anunciada hace unas semanas por la Alcaldía,  de abrir ese espacio de 23 hectáreas al público vallenato, de hacerle un buen mantenimiento, de darle vida a un punto de un vecindario visitado y que se ha erigido en un Área de Desarrollo Naranja.

Hoy reiteramos lo que escribimos en estas páginas en mayo del 2019, ‘El guayabo del Festival’, después de un tibio certamen: “Lo que pasó en el último Festival fue un campanazo de alerta también para que sus responsables hagan lo que han debido hacer desde hace mucho tiempo: unirse. Mientras que los colombianos de todos los partidos, regiones y credos encuentran en el Cesar, durante sus fiestas, una especie de zona de despeje para poder convivir y disfrutar de la música de Escalona, Pacheco y Leandro, en Valledupar se reproducen y agigantan los enfrentamientos casi tribales entre las familias vallenatas de las cuales depende el incierto futuro del Festival.

Es cierto, la Fundación ha hecho lo suyo y lo ha hecho bien: sin su esfuerzo el Festival no habría llegado hasta donde hoy se encuentra. Pero no se puede dormir sobre sus laureles, tiene que abrirse, dejar entrar a los actores reales, los músicos, los académicos, los empresarios, los folcloristas, los compositores y, por supuesto, desde el último fallo del Consejo de Estado, a las autoridades locales. Estas últimas deben entender, por su parte, que el Parque de la Leyenda Vallenata es la Notre Dame del vallenato: intocable. Y antes de que se incendie, como en París, unos y otros tienen que sentarse a encontrar una fórmula generosa de convivencia institucional que asegure en el largo plazo la supervivencia de una nueva Fundación, resultado de una alianza público privada de largo plazo que libere el Festival de tsunamis como el que se alcanzó a vivir este año (2019)”