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Columnista - 31 agosto, 2018

El pan de vida

“Yo soy el pan de vida”. San Juan 6,48 En la fiesta bíblica de la Pascua, Jesús mismo está enseñando que él es el alimento equivalente al cordero pascual con sus hondas implicaciones de redención y libertad. Para su última noche de esclavitud egipcia, Dios dio instrucciones al pueblo de tomar un cordero y el […]

“Yo soy el pan de vida”. San Juan 6,48
En la fiesta bíblica de la Pascua, Jesús mismo está enseñando que él es el alimento equivalente al cordero pascual con sus hondas implicaciones de redención y libertad.
Para su última noche de esclavitud egipcia, Dios dio instrucciones al pueblo de tomar un cordero y el día indicado sacrificarlo. Con su sangre, debían pintar los postes y el dintel de las casas, para que, cuando pasara el ángel que daría muerte a todos los primogénitos, al ver la señal de la sangre, no tocara esa casa. La carne debía ser comida asada al fuego, para recibir fuerzas, puesto que era la última comida que disfrutarían en esclavitud.

Así, pues, la sangre del cordero los libraría del juicio de muerte y dolor y la carne traería fortaleza física para caminar hacia la libertad. La sangre los protegió y salvó y la carne los alimentó. Pero ahora, los discípulos estaban confundidos porque el Señor dice que su carne es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida. Aquí Jesús se presenta como el cumplimiento perfecto de aquel Cordero de Pascua: Su sangre vertida libra de la muerte y su cuerpo herido y lacerado alimenta y da fuerzas.

Amados amigos: Jesús es el Cordero de Dios y también el Pan de Vida. Durante su ministerio público, encontramos a Jesús alimentando a las multitudes con muy escasos recursos. Como Pan de vida, Jesús no está incapacitado por las limitaciones de las circunstancias. Sin importar cuán pocos puedan ser los recursos disponibles, él puede bendecirlos y multiplicarlos para satisfacer nuestra necesidad. Él es nuestro proveedor.

Como Pan de Vida, Jesús también se identifica con el maná que recibieron los israelitas en el desierto, cuya porción el pueblo salía a recoger diariamente, de sobre la faz del desierto en forma de escarcha sobre la tierra. Esta era una provisión diaria, proveniente del cielo, disponible para la alimentación diaria, era fresca, igual que toda la provisión que Dios nos da.

El pueblo tenía que salir temprano a recoger, porque cuando el sol calentaba se derretía, esto implicaba disciplina. Es necesario tener disciplina para buscar a Dios diariamente y reconocerlo en la Palabra de Dios. Si alguien pretendía guardar lo de un día para la mañana siguiente, se descomponía. Así, nosotros no podemos vivir con la provisión de ayer, sino recoger cada mañana la porción para ese día.

Apropiémonos de ese pan que descendió del cielo y se convirtió en nuestro salvador, proveedor y sustentador y busquemos cada día su palabra que alimenta y fortalece nuestra existencia.

“Oh Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti y esperaré”.
Un abrazo en Cristo.

Por Valerio Mejía

Columnista
31 agosto, 2018

El pan de vida

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Yo soy el pan de vida”. San Juan 6,48 En la fiesta bíblica de la Pascua, Jesús mismo está enseñando que él es el alimento equivalente al cordero pascual con sus hondas implicaciones de redención y libertad. Para su última noche de esclavitud egipcia, Dios dio instrucciones al pueblo de tomar un cordero y el […]


“Yo soy el pan de vida”. San Juan 6,48
En la fiesta bíblica de la Pascua, Jesús mismo está enseñando que él es el alimento equivalente al cordero pascual con sus hondas implicaciones de redención y libertad.
Para su última noche de esclavitud egipcia, Dios dio instrucciones al pueblo de tomar un cordero y el día indicado sacrificarlo. Con su sangre, debían pintar los postes y el dintel de las casas, para que, cuando pasara el ángel que daría muerte a todos los primogénitos, al ver la señal de la sangre, no tocara esa casa. La carne debía ser comida asada al fuego, para recibir fuerzas, puesto que era la última comida que disfrutarían en esclavitud.

Así, pues, la sangre del cordero los libraría del juicio de muerte y dolor y la carne traería fortaleza física para caminar hacia la libertad. La sangre los protegió y salvó y la carne los alimentó. Pero ahora, los discípulos estaban confundidos porque el Señor dice que su carne es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida. Aquí Jesús se presenta como el cumplimiento perfecto de aquel Cordero de Pascua: Su sangre vertida libra de la muerte y su cuerpo herido y lacerado alimenta y da fuerzas.

Amados amigos: Jesús es el Cordero de Dios y también el Pan de Vida. Durante su ministerio público, encontramos a Jesús alimentando a las multitudes con muy escasos recursos. Como Pan de vida, Jesús no está incapacitado por las limitaciones de las circunstancias. Sin importar cuán pocos puedan ser los recursos disponibles, él puede bendecirlos y multiplicarlos para satisfacer nuestra necesidad. Él es nuestro proveedor.

Como Pan de Vida, Jesús también se identifica con el maná que recibieron los israelitas en el desierto, cuya porción el pueblo salía a recoger diariamente, de sobre la faz del desierto en forma de escarcha sobre la tierra. Esta era una provisión diaria, proveniente del cielo, disponible para la alimentación diaria, era fresca, igual que toda la provisión que Dios nos da.

El pueblo tenía que salir temprano a recoger, porque cuando el sol calentaba se derretía, esto implicaba disciplina. Es necesario tener disciplina para buscar a Dios diariamente y reconocerlo en la Palabra de Dios. Si alguien pretendía guardar lo de un día para la mañana siguiente, se descomponía. Así, nosotros no podemos vivir con la provisión de ayer, sino recoger cada mañana la porción para ese día.

Apropiémonos de ese pan que descendió del cielo y se convirtió en nuestro salvador, proveedor y sustentador y busquemos cada día su palabra que alimenta y fortalece nuestra existencia.

“Oh Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti y esperaré”.
Un abrazo en Cristo.

Por Valerio Mejía