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Columnista - 10 abril, 2025

El padre Becerra y el Ecce Homo del Valle

Hablar de la espiritualidad del Ecce Homo es remontarse a tiempos idos que nos permiten entrever episodios históricos llenos de mucha fe y fervor, en especial hablar de los milagros atados a la majestuosa columna y enclavados en su corona de espinas.

Boton Wpp

Hablar de la espiritualidad del Ecce Homo es remontarse a tiempos idos que nos permiten entrever episodios históricos llenos de mucha fe y fervor, en especial hablar de los milagros atados a la majestuosa columna y enclavados en su corona de espinas.

Al igual que el Guatapurí, el patrono de los vallenatos cuenta con miles de mitos y misterios, ambos tienen su propia fiesta; él es alabado cada Lunes Santo y cuenta con millares de devotos que acuden cada año con mucho fervor a la iglesia de Nuestra Señora de La Concepción a rendirle tributo para que se apiade y pueda solventar las peticiones de quienes con fe le suplican. 

La imagen original se conserva en Valledupar, todo el año es custodiada por los caballeros del Ecce Homo quienes con estricto rigor  salvaguardan la imagen.

Cuenta  la leyenda que un hombre de color, procedente de Rincón Hondo, fue encerrado bajo su propia voluntad con la solicitud de construir una imagen grandiosa. El hombre se mantuvo aislado durante varios días sin otro alimento que una pequeña cantidad de pan y agua.

El silencio impuesto por este aislamiento acabó inquietando a la comunidad valduparense, quienes días después de este insólito encierro, un grupo de pueblerinos acudió al lugar para conocer su estado de salud. La sorpresa fue enorme: el local estaba vacío, sin rastros del artesano, y además, el agua seguía intacta. En medio de la sala, destacaba una imagen imponente, labrada de manera majestuosa que, poco después, fue llamada: “El Santo Ecce Homo” (“He aquí el hombre”).

Desde entonces, el Santo fue adulado por los habitantes de Valledupar quienes vieron en ese descubrimiento el primero de una larga cadena de milagros. Entre ellos está el hecho de que el Ecce Homo sude abundantemente y que con ese sudor se pueda curar un gran número de enfermedades.

En el año de 1975, cuando en el departamento se cultivaban más de 200.000  hectáreas de algodón y ante la súplica de los algodoneros, sobre todo los ubicados en la región de Valencia de Jesús, el líder natural de esa localidad, Juancho Morales, acudió al presbítero Armando Becerra Morón, quien en la época  era el sacerdote de la iglesia de la Concepción, ubicada en la plaza Alfonso López de Valledupar para que trasladaran al Ecce Homo hasta la comunidad de Valencia, con el propósito de que todos los agricultores y campesinos le rogaran al unísono y solicitarle las lluvias requeridas para aplacar el intenso verano. Así se hizo. La imagen fue trasladada a Valencia; en la misa mayor, cuando los encargados del tributo comienzan a recoger las ofrendas,  el padre Becerra les dice: “Buen billete para el Ecce Homo, que a él para hacer esta obra no solamente hay que rogarle si no hay que pagársela”.

La misma noche cayó el primer aguacero y continuó con una desmandada de lluvias, tantas, que el invierno que sobrevino trajo como consecuencia, reunir nuevamente a la comunidad y suplicarle nuevamente para que cesaran las lluvias. Ese año fue la mejor cosecha de algodón que produjo el departamento.

Por: Pedro Norberto Castro Araújo.

El Cuento de Pedro

Columnista
10 abril, 2025

El padre Becerra y el Ecce Homo del Valle

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Pedro Norberto Castro Araujo

Hablar de la espiritualidad del Ecce Homo es remontarse a tiempos idos que nos permiten entrever episodios históricos llenos de mucha fe y fervor, en especial hablar de los milagros atados a la majestuosa columna y enclavados en su corona de espinas.


Hablar de la espiritualidad del Ecce Homo es remontarse a tiempos idos que nos permiten entrever episodios históricos llenos de mucha fe y fervor, en especial hablar de los milagros atados a la majestuosa columna y enclavados en su corona de espinas.

Al igual que el Guatapurí, el patrono de los vallenatos cuenta con miles de mitos y misterios, ambos tienen su propia fiesta; él es alabado cada Lunes Santo y cuenta con millares de devotos que acuden cada año con mucho fervor a la iglesia de Nuestra Señora de La Concepción a rendirle tributo para que se apiade y pueda solventar las peticiones de quienes con fe le suplican. 

La imagen original se conserva en Valledupar, todo el año es custodiada por los caballeros del Ecce Homo quienes con estricto rigor  salvaguardan la imagen.

Cuenta  la leyenda que un hombre de color, procedente de Rincón Hondo, fue encerrado bajo su propia voluntad con la solicitud de construir una imagen grandiosa. El hombre se mantuvo aislado durante varios días sin otro alimento que una pequeña cantidad de pan y agua.

El silencio impuesto por este aislamiento acabó inquietando a la comunidad valduparense, quienes días después de este insólito encierro, un grupo de pueblerinos acudió al lugar para conocer su estado de salud. La sorpresa fue enorme: el local estaba vacío, sin rastros del artesano, y además, el agua seguía intacta. En medio de la sala, destacaba una imagen imponente, labrada de manera majestuosa que, poco después, fue llamada: “El Santo Ecce Homo” (“He aquí el hombre”).

Desde entonces, el Santo fue adulado por los habitantes de Valledupar quienes vieron en ese descubrimiento el primero de una larga cadena de milagros. Entre ellos está el hecho de que el Ecce Homo sude abundantemente y que con ese sudor se pueda curar un gran número de enfermedades.

En el año de 1975, cuando en el departamento se cultivaban más de 200.000  hectáreas de algodón y ante la súplica de los algodoneros, sobre todo los ubicados en la región de Valencia de Jesús, el líder natural de esa localidad, Juancho Morales, acudió al presbítero Armando Becerra Morón, quien en la época  era el sacerdote de la iglesia de la Concepción, ubicada en la plaza Alfonso López de Valledupar para que trasladaran al Ecce Homo hasta la comunidad de Valencia, con el propósito de que todos los agricultores y campesinos le rogaran al unísono y solicitarle las lluvias requeridas para aplacar el intenso verano. Así se hizo. La imagen fue trasladada a Valencia; en la misa mayor, cuando los encargados del tributo comienzan a recoger las ofrendas,  el padre Becerra les dice: “Buen billete para el Ecce Homo, que a él para hacer esta obra no solamente hay que rogarle si no hay que pagársela”.

La misma noche cayó el primer aguacero y continuó con una desmandada de lluvias, tantas, que el invierno que sobrevino trajo como consecuencia, reunir nuevamente a la comunidad y suplicarle nuevamente para que cesaran las lluvias. Ese año fue la mejor cosecha de algodón que produjo el departamento.

Por: Pedro Norberto Castro Araújo.

El Cuento de Pedro