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Columnista - 8 abril, 2021

El Pacto Histórico

El pacto histórico es una convocatoria nacional por la dignidad y las buenas costumbres político-electorales; por lo general, en Colombia casi siempre hemos tenido gobiernos de facto con fachada democrática, todo el tiempo a nombre de dos partidos únicos. Desde 1880 con Rafael Núñez, hasta 1930 con Miguel Abadía Méndez, vivimos la 1ª hegemonía conservadora, […]

El pacto histórico es una convocatoria nacional por la dignidad y las buenas costumbres político-electorales; por lo general, en Colombia casi siempre hemos tenido gobiernos de facto con fachada democrática, todo el tiempo a nombre de dos partidos únicos. Desde 1880 con Rafael Núñez, hasta 1930 con Miguel Abadía Méndez, vivimos la 1ª hegemonía conservadora, 49 años con 14 presidentes titulares y 5 encargos. 

Fue el ensayo de la constitución de 1886, de estirpe retardataria que no trajo regeneración pero sí muchas catástrofes. En ese periodo, Colombia perdió el istmo de Panamá, padeció la Guerra de los mil días, presenció el asesinato de Rafael Uribe Uribe y no fue superado el subdesarrollo político. En 1930 hubo una pequeña ruptura con Olaya Herrera y López Pumarejo, llamada la 1ª hegemonía liberal; duró 16 años. A López le impidieron hacer la reforma agraria, ensayada mucho después en el sudeste asiático con excelentes resultados.

 En 1946 reaparecen los conservadores con Ospina Pérez, terminando 12 años más tarde con G. Rojas Pinilla, un autogolpe militar, pasando por Laureano Gómez; fue un periodo  de dictadura civil cuando asesinaron a Gaitán y crearon la ‘Chulavita’ y grupos paras como los ‘Sangre Negra’ y otros; también ocurrieron las masacres de los estudiantes de la Universidad Nacional y la Plaza de Toros. El clima era insostenible, por eso surgió la estrategia del llamado Frente Nacional, un pacto entre amigos para seguir usurpando el poder por 16 años más, donde padecimos el fascista “estatuto de seguridad” de Turbay.

 Los 48 años siguientes de alternancia relativa, hasta 2022, un post frente nacional durante el cual cuatro presidentes de tendencia liberal (López M, Barco, Gaviria y Santos), 2 conservadores (Pastrana y Betancur) y tres ultraderechistas detrás de un disfraz liberal (Turbay, Uribe y Duque) siguieron conculcando la democracia. 

En este parámetro, se modificó la constitución de 1991 para la reelección de Uribe, como cualquier Putin, un partido aniquilado, asesinados cuatro aspirantes presidenciales, el país convertido en campo santo y saqueado el erario; el irrespeto a la institucionalidad caracteriza a las dictaduras. En 200 años nuestro avance ha sido vegetativo. Pero las instituciones, así como los metales, sienten fatiga, Colombia la sufre. Por eso la idea necesaria e inaplazable de un pacto histórico para gobernar, ahora sí para la regeneración total y definitiva de los valores axiológicos de la sociedad y de la nación, no como la de Núñez, tarea difícil pero necesaria. 

La parte mecánica del pacto comienza con una lista nacional al Congreso, una cerrada a la Cámara y otra abierta al Senado, con equidad de género. Claro, las grandes transformaciones que requiere el país son inviables sin una mayoría parlamentaria cualificada y sin un presidente de la república que lidere esa coalición. 

La parte sustantiva está contenida en las propuestas socioeconómicas mínimas que requiere el país  a largo plazo con diferentes personas de un solo periodo cada una, que impulsen con continuidad estas reformas, con un contenido preestablecido. ¡Planificación!

Columnista
8 abril, 2021

El Pacto Histórico

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

El pacto histórico es una convocatoria nacional por la dignidad y las buenas costumbres político-electorales; por lo general, en Colombia casi siempre hemos tenido gobiernos de facto con fachada democrática, todo el tiempo a nombre de dos partidos únicos. Desde 1880 con Rafael Núñez, hasta 1930 con Miguel Abadía Méndez, vivimos la 1ª hegemonía conservadora, […]


El pacto histórico es una convocatoria nacional por la dignidad y las buenas costumbres político-electorales; por lo general, en Colombia casi siempre hemos tenido gobiernos de facto con fachada democrática, todo el tiempo a nombre de dos partidos únicos. Desde 1880 con Rafael Núñez, hasta 1930 con Miguel Abadía Méndez, vivimos la 1ª hegemonía conservadora, 49 años con 14 presidentes titulares y 5 encargos. 

Fue el ensayo de la constitución de 1886, de estirpe retardataria que no trajo regeneración pero sí muchas catástrofes. En ese periodo, Colombia perdió el istmo de Panamá, padeció la Guerra de los mil días, presenció el asesinato de Rafael Uribe Uribe y no fue superado el subdesarrollo político. En 1930 hubo una pequeña ruptura con Olaya Herrera y López Pumarejo, llamada la 1ª hegemonía liberal; duró 16 años. A López le impidieron hacer la reforma agraria, ensayada mucho después en el sudeste asiático con excelentes resultados.

 En 1946 reaparecen los conservadores con Ospina Pérez, terminando 12 años más tarde con G. Rojas Pinilla, un autogolpe militar, pasando por Laureano Gómez; fue un periodo  de dictadura civil cuando asesinaron a Gaitán y crearon la ‘Chulavita’ y grupos paras como los ‘Sangre Negra’ y otros; también ocurrieron las masacres de los estudiantes de la Universidad Nacional y la Plaza de Toros. El clima era insostenible, por eso surgió la estrategia del llamado Frente Nacional, un pacto entre amigos para seguir usurpando el poder por 16 años más, donde padecimos el fascista “estatuto de seguridad” de Turbay.

 Los 48 años siguientes de alternancia relativa, hasta 2022, un post frente nacional durante el cual cuatro presidentes de tendencia liberal (López M, Barco, Gaviria y Santos), 2 conservadores (Pastrana y Betancur) y tres ultraderechistas detrás de un disfraz liberal (Turbay, Uribe y Duque) siguieron conculcando la democracia. 

En este parámetro, se modificó la constitución de 1991 para la reelección de Uribe, como cualquier Putin, un partido aniquilado, asesinados cuatro aspirantes presidenciales, el país convertido en campo santo y saqueado el erario; el irrespeto a la institucionalidad caracteriza a las dictaduras. En 200 años nuestro avance ha sido vegetativo. Pero las instituciones, así como los metales, sienten fatiga, Colombia la sufre. Por eso la idea necesaria e inaplazable de un pacto histórico para gobernar, ahora sí para la regeneración total y definitiva de los valores axiológicos de la sociedad y de la nación, no como la de Núñez, tarea difícil pero necesaria. 

La parte mecánica del pacto comienza con una lista nacional al Congreso, una cerrada a la Cámara y otra abierta al Senado, con equidad de género. Claro, las grandes transformaciones que requiere el país son inviables sin una mayoría parlamentaria cualificada y sin un presidente de la república que lidere esa coalición. 

La parte sustantiva está contenida en las propuestas socioeconómicas mínimas que requiere el país  a largo plazo con diferentes personas de un solo periodo cada una, que impulsen con continuidad estas reformas, con un contenido preestablecido. ¡Planificación!