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Columnista - 1 abril, 2020

El límite humano, ¿es superable?

Esta intitulación podría ser asertiva y aquí la figuraré recordando dos mitos, que la imaginación penetrante de los antiguos griegos plasmó para la enseñanza de los hombres. Ahora, a propósito de la pandemia del Covid-19. El de Sísifo y el de Prometeo Encadenado, protagonistas utópicos, a quienes los dioses del Olimpo condenaron a castigos dramáticos […]

Esta intitulación podría ser asertiva y aquí la figuraré recordando dos mitos, que la imaginación penetrante de los antiguos griegos plasmó para la enseñanza de los hombres. Ahora, a propósito de la pandemia del Covid-19.


El de Sísifo y el de Prometeo Encadenado, protagonistas utópicos, a quienes los dioses del Olimpo condenaron a castigos dramáticos por desobedecer a sus mandatos.


El primero, a subir una peña sobre una montaña de la que de ella siempre retornaba sin lograr la cúspide; el segundo, encadenado por haber tratado de robar el fuego del conocimiento a los dioses y con ello su libertad.


En ambas situaciones, sin embargo, persistía el esfuerzo por la conquista de sus propósitos, y he aquí la grandeza del ejercicio de la voluntad humana: la de Sísifo, por tratar de alcanzar la cumbre y la de Prometeo, por querer conseguir la ciencia y la libertad.


Es esa la enseñanza moral de esos mitos. Los griegos fueron eminentes pedagogos: primero a través de los mitos y luego, por el uso de la razón, que es el origen del andar filosófico, fuente de la ciencia especulativa.


No conquistar todo cuanto nos proponemos en la vida, es humano, pero también lo es, el esfuerzo por tratar de lograrlo. De tal manera, que las lecciones de aquellos mitos no son solo respecto del límite humano, sino también del empeño por lograr el objetivo propuesto.


Por ejemplo, ya posamos nuestras plantas sobre la superficie lunar y realizado varios viajes tripulados y sin tripulación, enviado sondas exploratorias a los confines del espacio sideral, y establecidas allí plataformas de observaciones científicas permanentes; todo lo cual nos ha de garantizar la adquisición de vastos conocimientos en beneficio de la raza humana, ¡y quiéralo Dios!


Justamente, cuántas victorias ganadas a las epidemias y pandemias que han azotado al mundo desde tiempos inmemoriales hasta este mismísimo angustiante presente con el Covid-19.


El otro día, la redacción de este periódico logró una afortunada reseña de las muchas infecciones virales y bacteriales que han sufrido los habitantes del planeta tierra.

Al respecto, yo quiero contraerme a la que se considera más remota, la de la viruela, que data aproximadamente unos 10.000 años. A ella se refirió el médico Galeno, el de la ciudad de Pergamo, uno de los padres de la medicina, también filósofo, quien consideró ser tal el origen de la infección que llamó “La gran peste” de Roma, hacia los años 165 y algo más, denominada también antonina, por haber ocurrido dentro del periodo de los emperadores antoninos.


Después, saltuariamente, otras infecciones diezmaron la población del imperio, y, sin duda, contribuyeron decididamente a su derrumbe conjuntamente con las invasiones de los “bárbaros” hacia el año 476.


Pero la humanidad, como sus símbolos Sísifo y Prometeo, con sus esfuerzos científicos y disciplina social, salió victoriosa de esa hecatombe civil que costó millones de muertos, que ahora nos proponemos ahorrar con mejores conocimientos científicos y avanzada tecnología y esmerado comportamiento individual y comunitario, guardando las debidas cuarentenas que las autoridades civiles y religiosas nos decreten.


Y por sobre todo, saldremos airosos preservando el valor inestimable de la solidaridad, sin el cual desaparecen los fundantes conceptos de persona humana, de familia y de sociedad.

Columnista
1 abril, 2020

El límite humano, ¿es superable?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

Esta intitulación podría ser asertiva y aquí la figuraré recordando dos mitos, que la imaginación penetrante de los antiguos griegos plasmó para la enseñanza de los hombres. Ahora, a propósito de la pandemia del Covid-19. El de Sísifo y el de Prometeo Encadenado, protagonistas utópicos, a quienes los dioses del Olimpo condenaron a castigos dramáticos […]


Esta intitulación podría ser asertiva y aquí la figuraré recordando dos mitos, que la imaginación penetrante de los antiguos griegos plasmó para la enseñanza de los hombres. Ahora, a propósito de la pandemia del Covid-19.


El de Sísifo y el de Prometeo Encadenado, protagonistas utópicos, a quienes los dioses del Olimpo condenaron a castigos dramáticos por desobedecer a sus mandatos.


El primero, a subir una peña sobre una montaña de la que de ella siempre retornaba sin lograr la cúspide; el segundo, encadenado por haber tratado de robar el fuego del conocimiento a los dioses y con ello su libertad.


En ambas situaciones, sin embargo, persistía el esfuerzo por la conquista de sus propósitos, y he aquí la grandeza del ejercicio de la voluntad humana: la de Sísifo, por tratar de alcanzar la cumbre y la de Prometeo, por querer conseguir la ciencia y la libertad.


Es esa la enseñanza moral de esos mitos. Los griegos fueron eminentes pedagogos: primero a través de los mitos y luego, por el uso de la razón, que es el origen del andar filosófico, fuente de la ciencia especulativa.


No conquistar todo cuanto nos proponemos en la vida, es humano, pero también lo es, el esfuerzo por tratar de lograrlo. De tal manera, que las lecciones de aquellos mitos no son solo respecto del límite humano, sino también del empeño por lograr el objetivo propuesto.


Por ejemplo, ya posamos nuestras plantas sobre la superficie lunar y realizado varios viajes tripulados y sin tripulación, enviado sondas exploratorias a los confines del espacio sideral, y establecidas allí plataformas de observaciones científicas permanentes; todo lo cual nos ha de garantizar la adquisición de vastos conocimientos en beneficio de la raza humana, ¡y quiéralo Dios!


Justamente, cuántas victorias ganadas a las epidemias y pandemias que han azotado al mundo desde tiempos inmemoriales hasta este mismísimo angustiante presente con el Covid-19.


El otro día, la redacción de este periódico logró una afortunada reseña de las muchas infecciones virales y bacteriales que han sufrido los habitantes del planeta tierra.

Al respecto, yo quiero contraerme a la que se considera más remota, la de la viruela, que data aproximadamente unos 10.000 años. A ella se refirió el médico Galeno, el de la ciudad de Pergamo, uno de los padres de la medicina, también filósofo, quien consideró ser tal el origen de la infección que llamó “La gran peste” de Roma, hacia los años 165 y algo más, denominada también antonina, por haber ocurrido dentro del periodo de los emperadores antoninos.


Después, saltuariamente, otras infecciones diezmaron la población del imperio, y, sin duda, contribuyeron decididamente a su derrumbe conjuntamente con las invasiones de los “bárbaros” hacia el año 476.


Pero la humanidad, como sus símbolos Sísifo y Prometeo, con sus esfuerzos científicos y disciplina social, salió victoriosa de esa hecatombe civil que costó millones de muertos, que ahora nos proponemos ahorrar con mejores conocimientos científicos y avanzada tecnología y esmerado comportamiento individual y comunitario, guardando las debidas cuarentenas que las autoridades civiles y religiosas nos decreten.


Y por sobre todo, saldremos airosos preservando el valor inestimable de la solidaridad, sin el cual desaparecen los fundantes conceptos de persona humana, de familia y de sociedad.