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Columnista - 20 mayo, 2020

El límite humano del “progreso”

La idea de progreso es propia de las edades Moderna y Contemporánea, particularmente a partir de finales del siglo XVII en adelante. La historiográfica atribuye al filósofo alemán Leibniz (1646-1727) esa idea, quien la expresa como ley de la evolución de la existencia humana. Y al científico inglés Newton (1643-1727), quien afirmaba que se puede […]

La idea de progreso es propia de las edades Moderna y Contemporánea, particularmente a partir de finales del siglo XVII en adelante.

La historiográfica atribuye al filósofo alemán Leibniz (1646-1727) esa idea, quien la expresa como ley de la evolución de la existencia humana.

Y al científico inglés Newton (1643-1727), quien afirmaba que se puede incrementar la dominación técnica del mundo porque cabe una interpretación dinámica y mecánica del mismo. De esta manera, la mecánica considerada hasta entonces solamente como un arte humano, podía generalizarse al funcionamiento del universo; y, así, pensando a este como una gran máquina, el hombre puede controlarlo en su beneficio.

Estos pensamientos no se tuvieron en la antigüedad, y no vinieron a ser concebidos y desarrollados sino muy posteriormente, por la llamada civilización occidental, acunada por los países europeos y extendida luego a los americanos.

Éstas naciones fueron las que entendieron primeramente la cuestión, especialmente las europeas, desde la época que denominamos el Renacimiento, que la educación del hombre, mantenida hasta entonces en círculos cerrados había que abrirla a una sociedad con oportunidades para la mayor cantidad posible de habitantes, lo que dio como resultado una alfabetización generalizada y el conocimiento de las ciencias naturales y sus aplicaciones prácticas, a través de la tecnología y la técnica.

Pero seguramente a su pesar, ello trajo como consecuencia no conveniente una mentalidad sobremanera cientista en el sentido que sólo basta la ciencia para conseguir el bienestar humano, lo cual es una exageración y una falacia, y he aquí el límite humano del progreso, puesto que la ciencia no garantiza por sí sola el cumplimiento de las esperanzas que se ponen en ella, y la prueba reina al respecto es, precisamente, el límite actual de la ciencia de frente a la covid-19, por lo menos frente a las muchas muertes que ya han ocurrido en el mundo entero.

Por tanto, la ideología cientista y del progreso están supeditados a nuestros naturales límites humanos, ya que, en este caso concreto, mientras no sepamos qué medicina cura la pandemia y qué vacuna la previene, seguiremos padeciendo innumerables males no sabemos hasta cuándo.

Pero desde luego, debemos ser optimistas y esperanzados, y colaboradores, para que el mal de la pandemia no sea catastrófico y podamos contar con una solución a este problema, lo antes posible.

Columnista
20 mayo, 2020

El límite humano del “progreso”

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

La idea de progreso es propia de las edades Moderna y Contemporánea, particularmente a partir de finales del siglo XVII en adelante. La historiográfica atribuye al filósofo alemán Leibniz (1646-1727) esa idea, quien la expresa como ley de la evolución de la existencia humana. Y al científico inglés Newton (1643-1727), quien afirmaba que se puede […]


La idea de progreso es propia de las edades Moderna y Contemporánea, particularmente a partir de finales del siglo XVII en adelante.

La historiográfica atribuye al filósofo alemán Leibniz (1646-1727) esa idea, quien la expresa como ley de la evolución de la existencia humana.

Y al científico inglés Newton (1643-1727), quien afirmaba que se puede incrementar la dominación técnica del mundo porque cabe una interpretación dinámica y mecánica del mismo. De esta manera, la mecánica considerada hasta entonces solamente como un arte humano, podía generalizarse al funcionamiento del universo; y, así, pensando a este como una gran máquina, el hombre puede controlarlo en su beneficio.

Estos pensamientos no se tuvieron en la antigüedad, y no vinieron a ser concebidos y desarrollados sino muy posteriormente, por la llamada civilización occidental, acunada por los países europeos y extendida luego a los americanos.

Éstas naciones fueron las que entendieron primeramente la cuestión, especialmente las europeas, desde la época que denominamos el Renacimiento, que la educación del hombre, mantenida hasta entonces en círculos cerrados había que abrirla a una sociedad con oportunidades para la mayor cantidad posible de habitantes, lo que dio como resultado una alfabetización generalizada y el conocimiento de las ciencias naturales y sus aplicaciones prácticas, a través de la tecnología y la técnica.

Pero seguramente a su pesar, ello trajo como consecuencia no conveniente una mentalidad sobremanera cientista en el sentido que sólo basta la ciencia para conseguir el bienestar humano, lo cual es una exageración y una falacia, y he aquí el límite humano del progreso, puesto que la ciencia no garantiza por sí sola el cumplimiento de las esperanzas que se ponen en ella, y la prueba reina al respecto es, precisamente, el límite actual de la ciencia de frente a la covid-19, por lo menos frente a las muchas muertes que ya han ocurrido en el mundo entero.

Por tanto, la ideología cientista y del progreso están supeditados a nuestros naturales límites humanos, ya que, en este caso concreto, mientras no sepamos qué medicina cura la pandemia y qué vacuna la previene, seguiremos padeciendo innumerables males no sabemos hasta cuándo.

Pero desde luego, debemos ser optimistas y esperanzados, y colaboradores, para que el mal de la pandemia no sea catastrófico y podamos contar con una solución a este problema, lo antes posible.