El mototaxismo, por su parte, representa otra cara de esa informalidad. Para muchos, es la única salida al desempleo.
A los múltiples problemas sociales de Valledupar se suma uno más, con síntomas preocupantes de violencia: los enfrentamientos callejeros entre cobradiarios y miembros del comercio informal, especialmente mototaxistas.
La situación es cada vez más tensa y compleja, con escenarios que frecuentemente terminan en conflictos físicos e incluso en hechos trágicos. Las riñas entre quienes cobran cuotas diarias y quienes las pagan se han vuelto parte del paisaje urbano, y en algunos casos, han derivado en asesinatos y personas gravemente heridas.
Uno de los hechos más recientes ocurrió en la avenida 44 con carrera cuarta, donde, según versiones preliminares, un mototaxista habría matado a un cobradiario tras una discusión por el cobro de dos cuotas atrasadas. Días antes, en el barrio Mareigua, otro hombre fue asesinado y su hermano resultó herido, presuntamente por una deuda de apenas 15.000 pesos. ¿Eso vale la vida de una persona? No son casos aislados. En agosto de 2024, un cobradiario fue asesinado en Altos de Pimienta en circunstancias similares.
Lo más preocupante es que estos episodios violentos se están volviendo frecuentes y no hay una respuesta efectiva de las autoridades. Las disputas por las cuotas diarias se han convertido en el eje de un mercado informal de altísimo riesgo en Valledupar.
Aquí se revela el lado oscuro del llamado “rebusque”. Lo que parece ser una solución rápida para quienes no acceden al sistema bancario, se transforma en una red de usura que se alimenta de la necesidad y la desesperación. Los pagadiarios imponen intereses desmedidos, que bordean lo criminal, y operan bajo el miedo: cobros agresivos, amenazas e intimidaciones. El cobradiario ya no es solo una figura del préstamo informal, sino parte de un entramado violento y lucrativo que aprovecha la vulnerabilidad de los más pobres.
El mototaxismo, por su parte, representa otra cara de esa informalidad. Para muchos, es la única salida al desempleo. Pero las motos que les permiten trabajar suelen ser adquiridas con dinero prestado a diario. Así comienza un círculo vicioso: trabajar jornadas extensas para pagar una deuda interminable. Y cuando no se puede pagar, aparece la persecución, la amenaza y, a veces, la muerte.
Por eso, no sorprende que en los últimos meses las riñas entre mototaxistas y cobradores se hayan vuelto pan de cada día. Lo que debería ser una opción de subsistencia se ha transformado en un detonante de inseguridad. En barrios donde los cobradores imponen su ley, es imposible hablar de convivencia, mucho menos de bienestar.
La exclusión del sistema financiero formal empuja a miles de ciudadanos a ver en el pagadiario y el mototaxismo sus “salvavidas”. Pero como queda demostrado, lejos de ser una solución, ambos son síntomas de una economía enferma, que castiga a los más pobres.
La raíz del problema es clara: la falta de oportunidades reales de empleo e ingresos dignos. Esta crisis debe encender las alarmas en las instituciones y los sectores productivos. Es urgente una respuesta coordinada que brinde alternativas reales y sostenibles, para romper este ciclo de violencia, deuda y desesperanza
El mototaxismo, por su parte, representa otra cara de esa informalidad. Para muchos, es la única salida al desempleo.
A los múltiples problemas sociales de Valledupar se suma uno más, con síntomas preocupantes de violencia: los enfrentamientos callejeros entre cobradiarios y miembros del comercio informal, especialmente mototaxistas.
La situación es cada vez más tensa y compleja, con escenarios que frecuentemente terminan en conflictos físicos e incluso en hechos trágicos. Las riñas entre quienes cobran cuotas diarias y quienes las pagan se han vuelto parte del paisaje urbano, y en algunos casos, han derivado en asesinatos y personas gravemente heridas.
Uno de los hechos más recientes ocurrió en la avenida 44 con carrera cuarta, donde, según versiones preliminares, un mototaxista habría matado a un cobradiario tras una discusión por el cobro de dos cuotas atrasadas. Días antes, en el barrio Mareigua, otro hombre fue asesinado y su hermano resultó herido, presuntamente por una deuda de apenas 15.000 pesos. ¿Eso vale la vida de una persona? No son casos aislados. En agosto de 2024, un cobradiario fue asesinado en Altos de Pimienta en circunstancias similares.
Lo más preocupante es que estos episodios violentos se están volviendo frecuentes y no hay una respuesta efectiva de las autoridades. Las disputas por las cuotas diarias se han convertido en el eje de un mercado informal de altísimo riesgo en Valledupar.
Aquí se revela el lado oscuro del llamado “rebusque”. Lo que parece ser una solución rápida para quienes no acceden al sistema bancario, se transforma en una red de usura que se alimenta de la necesidad y la desesperación. Los pagadiarios imponen intereses desmedidos, que bordean lo criminal, y operan bajo el miedo: cobros agresivos, amenazas e intimidaciones. El cobradiario ya no es solo una figura del préstamo informal, sino parte de un entramado violento y lucrativo que aprovecha la vulnerabilidad de los más pobres.
El mototaxismo, por su parte, representa otra cara de esa informalidad. Para muchos, es la única salida al desempleo. Pero las motos que les permiten trabajar suelen ser adquiridas con dinero prestado a diario. Así comienza un círculo vicioso: trabajar jornadas extensas para pagar una deuda interminable. Y cuando no se puede pagar, aparece la persecución, la amenaza y, a veces, la muerte.
Por eso, no sorprende que en los últimos meses las riñas entre mototaxistas y cobradores se hayan vuelto pan de cada día. Lo que debería ser una opción de subsistencia se ha transformado en un detonante de inseguridad. En barrios donde los cobradores imponen su ley, es imposible hablar de convivencia, mucho menos de bienestar.
La exclusión del sistema financiero formal empuja a miles de ciudadanos a ver en el pagadiario y el mototaxismo sus “salvavidas”. Pero como queda demostrado, lejos de ser una solución, ambos son síntomas de una economía enferma, que castiga a los más pobres.
La raíz del problema es clara: la falta de oportunidades reales de empleo e ingresos dignos. Esta crisis debe encender las alarmas en las instituciones y los sectores productivos. Es urgente una respuesta coordinada que brinde alternativas reales y sostenibles, para romper este ciclo de violencia, deuda y desesperanza