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Columnista - 25 enero, 2021

El ingeniero constructor de la familia

Wilber Acosta de la Cruz desde niño buscaba en el tiempo el color de los hilos para tejer su propia historia. En el corregimiento de Valencia (Valledupar) realiza sus estudios de primaria (74-76), donde sus padres (nativos de Sitio Nuevo, Magdalena), habían llegado en 1974. En el Instituto Técnico Industrial Pedro Castro de Valledupar cursa […]

Wilber Acosta de la Cruz desde niño buscaba en el tiempo el color de los hilos para tejer su propia historia. En el corregimiento de Valencia (Valledupar) realiza sus estudios de primaria (74-76), donde sus padres (nativos de Sitio Nuevo, Magdalena), habían llegado en 1974.

En el Instituto Técnico Industrial Pedro Castro de Valledupar cursa cuatro años de bachillerato, sobresale con su comportamiento integral y destella talento en matemática y en dibujo artístico y técnico, y empieza su afinidad por dos colores: el amarillo, por ser el color de los ladrillos que hacía con su padre en Valencia y origina los anhelos de ser ingeniero civil o arquitecto; y el verde, por ser el color de la esperanza.

Con el sueño de ser un profesional se va para Barranquilla, y aferrado a su proyecto logra subsistir en un mar de dificultades económicas para terminar el bachillerato en el Técnico Industrial (1982).  Regresa a Valencia, y les manifiesta a los padres el propósito de seguir estudiando, con una alternativa de trabajo. En 1983 se queda haciendo ladrillos, para ahorrar y viajar el año siguiente.

Por sugerencia de un amigo ingresa a la Escuela de Policía ‘Antonio Nariño’ en Barranquilla (1984).  Inicialmente, el interés de incorporarse a la institución era una de las posibilidades de continuar con sus estudios universitarios, y pronto pudo comprobar que es una opción laboral y de servicio nacional donde “cada acción emprendida y ejecutada, siempre pensando en el ciudadano, que aún sin conocerlo, para protegerlo arriesga uno la propia vida”.

En la Policía encuentra el color y los hilos para tejer su proyecto de vida. No terminó ninguna de las dos profesiones soñadas, pero fue el ingeniero constructor de una amorosa familia. Su esposa es su novia juvenil de Valencia, Arelis Mercedes Daza Rosado, y tienen cinco hijos; tres siguieron su vocación: El mayor es teniente y abogado. El segundo es capitán, piloto de helicópteros. El tercero pronto obtendrá el título de Subteniente.  De sus dos hijas, una es administradora de empresas. La otra estudia medicina en la Universidad Simón Bolívar en Barranquilla.

Wilber Acosta de la Cruz, ostenta el grado de sargento Mayor, y el cargo actual, desde octubre de 2016, suboficial de Comando del departamento de Policía Cesar. Para cumplir el sueño académico profesional está estudiando Derecho en la UPC, en 8° semestre, y al graduarse se retirará de la Policía, después de más de 36 años y con muchos premios y condecoraciones, para poner al servicio de la comunidad la nueva competencia.

Nos dice el sargento: “Mi mensaje a todos los jóvenes de Valencia, el Cesar y de Colombia, que se mantengan alejados de todas aquellas tentaciones, como el dinero fácil, la delincuencia, el alcohol, las drogas, que al caer en ellas destruyen su vida y la de su familia, y es la peor de las tragedias que puede llegar a experimentar un ser humano”.

Columnista
25 enero, 2021

El ingeniero constructor de la familia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

Wilber Acosta de la Cruz desde niño buscaba en el tiempo el color de los hilos para tejer su propia historia. En el corregimiento de Valencia (Valledupar) realiza sus estudios de primaria (74-76), donde sus padres (nativos de Sitio Nuevo, Magdalena), habían llegado en 1974. En el Instituto Técnico Industrial Pedro Castro de Valledupar cursa […]


Wilber Acosta de la Cruz desde niño buscaba en el tiempo el color de los hilos para tejer su propia historia. En el corregimiento de Valencia (Valledupar) realiza sus estudios de primaria (74-76), donde sus padres (nativos de Sitio Nuevo, Magdalena), habían llegado en 1974.

En el Instituto Técnico Industrial Pedro Castro de Valledupar cursa cuatro años de bachillerato, sobresale con su comportamiento integral y destella talento en matemática y en dibujo artístico y técnico, y empieza su afinidad por dos colores: el amarillo, por ser el color de los ladrillos que hacía con su padre en Valencia y origina los anhelos de ser ingeniero civil o arquitecto; y el verde, por ser el color de la esperanza.

Con el sueño de ser un profesional se va para Barranquilla, y aferrado a su proyecto logra subsistir en un mar de dificultades económicas para terminar el bachillerato en el Técnico Industrial (1982).  Regresa a Valencia, y les manifiesta a los padres el propósito de seguir estudiando, con una alternativa de trabajo. En 1983 se queda haciendo ladrillos, para ahorrar y viajar el año siguiente.

Por sugerencia de un amigo ingresa a la Escuela de Policía ‘Antonio Nariño’ en Barranquilla (1984).  Inicialmente, el interés de incorporarse a la institución era una de las posibilidades de continuar con sus estudios universitarios, y pronto pudo comprobar que es una opción laboral y de servicio nacional donde “cada acción emprendida y ejecutada, siempre pensando en el ciudadano, que aún sin conocerlo, para protegerlo arriesga uno la propia vida”.

En la Policía encuentra el color y los hilos para tejer su proyecto de vida. No terminó ninguna de las dos profesiones soñadas, pero fue el ingeniero constructor de una amorosa familia. Su esposa es su novia juvenil de Valencia, Arelis Mercedes Daza Rosado, y tienen cinco hijos; tres siguieron su vocación: El mayor es teniente y abogado. El segundo es capitán, piloto de helicópteros. El tercero pronto obtendrá el título de Subteniente.  De sus dos hijas, una es administradora de empresas. La otra estudia medicina en la Universidad Simón Bolívar en Barranquilla.

Wilber Acosta de la Cruz, ostenta el grado de sargento Mayor, y el cargo actual, desde octubre de 2016, suboficial de Comando del departamento de Policía Cesar. Para cumplir el sueño académico profesional está estudiando Derecho en la UPC, en 8° semestre, y al graduarse se retirará de la Policía, después de más de 36 años y con muchos premios y condecoraciones, para poner al servicio de la comunidad la nueva competencia.

Nos dice el sargento: “Mi mensaje a todos los jóvenes de Valencia, el Cesar y de Colombia, que se mantengan alejados de todas aquellas tentaciones, como el dinero fácil, la delincuencia, el alcohol, las drogas, que al caer en ellas destruyen su vida y la de su familia, y es la peor de las tragedias que puede llegar a experimentar un ser humano”.