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Columnista - 26 marzo, 2019

El gran olvidado

Valledupar es una ciudad exótica que conjuga ecología y naturaleza, modernidad, historia y etnicidad, cultura y folclor. Esta riqueza le permite ofrecer a sus visitantes distintas actividades como ecoturismo, senderismo, turismo cultural o avistamiento de aves. La ciudad tiene amplias posibilidades de convertirse en una potencia turística. Pero el enfoque no ha sido el mejor […]

Valledupar es una ciudad exótica que conjuga ecología y naturaleza, modernidad, historia y etnicidad, cultura y folclor. Esta riqueza le permite ofrecer a sus visitantes distintas actividades como ecoturismo, senderismo, turismo cultural o avistamiento de aves. La ciudad tiene amplias posibilidades de convertirse en una potencia turística. Pero el enfoque no ha sido el mejor y el impacto de esta actividad solo es notable en los cuatro días del año cuando se celebra el Festival de la Leyenda Vallenata que sirve también para hacer notar las falencias: especulación en los precios, abusos de los taxistas, inseguridad, problemas de tránsito y circulación vial, en fin, el colapso total.

Una de las fortalezas turísticas de Valledupar es el olvidado Centro Histórico, el cual está en riesgo de perderse a pesar de encontrarse entre los diez cascos más antiguos de los 44 que posee Colombia. La Plaza, el corazón y epicentro de la ciudad, ha sido remodelada, una y otra vez, siguiendo más los intereses o el punto de vista del gobernante de turno y no las necesidades del lugar. Veamos:

En 1955, un buldócer penetró el rectángulo de la Plaza Mayor y empezó a nivelar los andenes de las casas con miras a su pavimentación en concreto, descuajando cuatro palos de higuito y dos limoneros. La medida fue recibida como una profanación.

En 1968 se organiza y se celebra en la Plaza Alfonso López, bautizada así en tiempos de efervescencia liberal, el primer Festival Vallenato. El evento alcanzó tal magnitud que se construyó una tarima en el lugar. Después, en 1987 se construyó la emblemática tarima “Francisco El Hombre”. Los vecinos se movilizaron oponiéndose pero su esfuerzo fue nulo y con el tiempo aprendimos a querer la horrible estructura metálica que terminó pareciéndonos bonita.

A principios de la década de los 90, la carrera quinta, entre calles 15 y 16, fue peatonalizada y convertida en parte de la plaza.

Esta vez, el alcalde Augusto Daniel Ramírez Uhía ha invertido más de 10 mil millones de pesos en una nueva remodelación argumentando que se trata de “un proyecto que busca mejorar las condiciones de disfrute y permanencia de los habitantes del Centro Histórico, y dar un mejor aprovechamiento de la plaza con la promoción de actividades culturales que fortalezcan el turismo en este lugar”. Pero la Fundación AVIVA muestra la otra cara de la moneda con un informe donde, después de un inventario, advierte que 68 casas coloniales están en ruinas y denuncia la mala utilización de los centros de manzana. Es decir, se ha olvidado que la plaza mayor es producto de la interacción del comportamiento humano con el espacio y los objetos construidos, es decir, es imposible comprender la plaza mayor sin los edificios construidos a su alrededor, y viceversa.

Es inevitable la pregunta, ¿será que la Economía Naranja es solo remodelar parques y ponerse camisas de ese color?

Espero que la Nueva Plaza Alfonso López impacte positivamente al sector antiguo y dinamice los procesos de recuperación del patrimonio histórico. Que el tema haga parte de la agenda política de la administración que resulte electa, pero depende de todos.

Columnista
26 marzo, 2019

El gran olvidado

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Liñan Pitre

Valledupar es una ciudad exótica que conjuga ecología y naturaleza, modernidad, historia y etnicidad, cultura y folclor. Esta riqueza le permite ofrecer a sus visitantes distintas actividades como ecoturismo, senderismo, turismo cultural o avistamiento de aves. La ciudad tiene amplias posibilidades de convertirse en una potencia turística. Pero el enfoque no ha sido el mejor […]


Valledupar es una ciudad exótica que conjuga ecología y naturaleza, modernidad, historia y etnicidad, cultura y folclor. Esta riqueza le permite ofrecer a sus visitantes distintas actividades como ecoturismo, senderismo, turismo cultural o avistamiento de aves. La ciudad tiene amplias posibilidades de convertirse en una potencia turística. Pero el enfoque no ha sido el mejor y el impacto de esta actividad solo es notable en los cuatro días del año cuando se celebra el Festival de la Leyenda Vallenata que sirve también para hacer notar las falencias: especulación en los precios, abusos de los taxistas, inseguridad, problemas de tránsito y circulación vial, en fin, el colapso total.

Una de las fortalezas turísticas de Valledupar es el olvidado Centro Histórico, el cual está en riesgo de perderse a pesar de encontrarse entre los diez cascos más antiguos de los 44 que posee Colombia. La Plaza, el corazón y epicentro de la ciudad, ha sido remodelada, una y otra vez, siguiendo más los intereses o el punto de vista del gobernante de turno y no las necesidades del lugar. Veamos:

En 1955, un buldócer penetró el rectángulo de la Plaza Mayor y empezó a nivelar los andenes de las casas con miras a su pavimentación en concreto, descuajando cuatro palos de higuito y dos limoneros. La medida fue recibida como una profanación.

En 1968 se organiza y se celebra en la Plaza Alfonso López, bautizada así en tiempos de efervescencia liberal, el primer Festival Vallenato. El evento alcanzó tal magnitud que se construyó una tarima en el lugar. Después, en 1987 se construyó la emblemática tarima “Francisco El Hombre”. Los vecinos se movilizaron oponiéndose pero su esfuerzo fue nulo y con el tiempo aprendimos a querer la horrible estructura metálica que terminó pareciéndonos bonita.

A principios de la década de los 90, la carrera quinta, entre calles 15 y 16, fue peatonalizada y convertida en parte de la plaza.

Esta vez, el alcalde Augusto Daniel Ramírez Uhía ha invertido más de 10 mil millones de pesos en una nueva remodelación argumentando que se trata de “un proyecto que busca mejorar las condiciones de disfrute y permanencia de los habitantes del Centro Histórico, y dar un mejor aprovechamiento de la plaza con la promoción de actividades culturales que fortalezcan el turismo en este lugar”. Pero la Fundación AVIVA muestra la otra cara de la moneda con un informe donde, después de un inventario, advierte que 68 casas coloniales están en ruinas y denuncia la mala utilización de los centros de manzana. Es decir, se ha olvidado que la plaza mayor es producto de la interacción del comportamiento humano con el espacio y los objetos construidos, es decir, es imposible comprender la plaza mayor sin los edificios construidos a su alrededor, y viceversa.

Es inevitable la pregunta, ¿será que la Economía Naranja es solo remodelar parques y ponerse camisas de ese color?

Espero que la Nueva Plaza Alfonso López impacte positivamente al sector antiguo y dinamice los procesos de recuperación del patrimonio histórico. Que el tema haga parte de la agenda política de la administración que resulte electa, pero depende de todos.