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Columnista - 28 septiembre, 2021

El futuro de la política regional

Sería bueno mirar en estos momentos hacia atrás y hacer un repaso de cómo fue nuestro manejo en el campo político regional y hacer un análisis comparativo con el antes y después de la reforma Constitucional del año 1991.  Increíble pero cierto. Si empezamos por el tema de los concejos, su elección se hacía mediante […]

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Sería bueno mirar en estos momentos hacia atrás y hacer un repaso de cómo fue nuestro manejo en el campo político regional y hacer un análisis comparativo con el antes y después de la reforma Constitucional del año 1991. 

Increíble pero cierto. Si empezamos por el tema de los concejos, su elección se hacía mediante una inscripción sana y voluntaria sin ánimo de lucro y con el único deseo de servir a una comunidad que necesitaba y necesita permanentemente de sus raíces. Cualquiera que lanzaba a la palestra su nombre, el pueblo lo elegía de acuerdo con las condiciones de honorabilidad, respeto y capacidad de trabajo conocida, ya que la ética era una virtud común y se daba en todos los estratos sociales; desde luego, el sentido de pertenencia y amor por su pedazo de patria era relevante.

Entonces la política no era un negocio, era un servicio social casi que obligatorio. ¡Era un deber!

Desde el obrero común, artesanos, oficiales de construcción, líderes comunales, profesionales en todos los oficios y estratos, eran medidos con el mismo rasero, por su ánimo de servicio demostrado y así primaba más que todo la capacidad de trabajo demostrada y deseos de hacer las cosas bien.

Que importante fue esa clase política que, a partir de los cambios constitucionales empezó a perder esos visos, marcados, sobre todo, por la moral.

No subestimo en que hubo desafueros ya que ningún proceso es perfecto, pero definitivamente fue otra clase de pensamientos, marcados por el profesionalismo, o la educación, o cultura, pilares que debidamente combinados son la base para una sociedad fuerte y progresista.

La gente prefería a una persona culta y educada, antes que a un profesional que no reuniera alguna de las condiciones anteriores, que constituían esas, los principios básicos de nuestra sociedad y de la sociedad en general. Desde luego ser culto significaba formación básica en costumbres y modales y respeto social, independiente de su modo de vida; hasta el limosnero sabía actuar y pedir.

El crecimiento trajo el modernismo, y este el cambio en las costumbres, hábitos y conducción social, pues las novedades impulsaron los deseos por encima de las condiciones económicas poseídas, corriendo los riesgos que empezaron a hacer daños sociales, en especial en la organización familiar. Se empezó a pensar en vivir a la par de un modernismo en donde no se daban las condiciones para sostenerlo, se quiso tener de todo al mismo tiempo sin existir el trabajo ni las condiciones requeridas y entonces se dio salida a la idea de hacer menos y ganar más y sin darse cuenta se fue cayendo en el camino de los recursos fáciles, logrados a base de la audacia del engaño, y desde allí, todo dio inicio a un cambio, que hoy se convierte en flagelo para las comunidades.

Tenemos muchas raíces vivas, que aún conservan y ejemplarizan con esos principios básicos; sí, tenemos juventudes sobresalientes en muchos campos, premiados con la moral y buenas costumbres, es hora de ir pensando en ellos e impulsarlos,  inculcándoles el sentido regional primario, que es el amor por su tierra y en este aspecto elegirlos, pues no hay nadie mejor para dirigirla que quien ama y quiere a su tierra; no importemos más gentes de otras latitudes, primero los nuestros sin dejar de abrir espacios de fraternidad con otros, pero a su debido tiempo, así que, los que han tenido oportunidades y no las han sabido manejar que se vayan despidiendo, pues nuestra gente ha tomado y está tomando más conciencia de las realidades, que no está dispuesta a dejarse seguir llevando por el camino del engaño y está pensando en cambios rápidos para sacar del estadio político a aquellos que desde otras latitudes han tratado de voltear nuestras sanas costumbres.

Con mucha razón nuestros coterráneos del sur del departamento están impulsando una separación territorial, ya que no ven oportunidades claras en las administraciones políticas y económicas en muchos momentos de la vida regional y nacional. En algunos aspectos básicos la Constitución del 91 ha hecho mucho daño.

Las posiciones relevantes en nuestro departamento no son ocupadas por sus dueños, pues los compromisos políticos a nivel electoral, por la circunscripción nacional, han dado con la importación de recursos humanos cuando los nuestros son superiores y la poca capacidad de competencia de lo que nos traen lo dice todo. Tenemos que salir a ocupar los de otras tierras para que nos den lo nuestro.

¡Démosle al Cesar lo que es del Cesar y a la clase política que esté haciendo daño, esa clase sin sentido de pertenencia venida de otras partes, sancionémosles de por vida!

Si continuamos con la conformidad del temor, las piedras, cuando las lancemos, golpearán nuestra propia cara.

Columnista
28 septiembre, 2021

El futuro de la política regional

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fausto Cotes

Sería bueno mirar en estos momentos hacia atrás y hacer un repaso de cómo fue nuestro manejo en el campo político regional y hacer un análisis comparativo con el antes y después de la reforma Constitucional del año 1991.  Increíble pero cierto. Si empezamos por el tema de los concejos, su elección se hacía mediante […]


Sería bueno mirar en estos momentos hacia atrás y hacer un repaso de cómo fue nuestro manejo en el campo político regional y hacer un análisis comparativo con el antes y después de la reforma Constitucional del año 1991. 

Increíble pero cierto. Si empezamos por el tema de los concejos, su elección se hacía mediante una inscripción sana y voluntaria sin ánimo de lucro y con el único deseo de servir a una comunidad que necesitaba y necesita permanentemente de sus raíces. Cualquiera que lanzaba a la palestra su nombre, el pueblo lo elegía de acuerdo con las condiciones de honorabilidad, respeto y capacidad de trabajo conocida, ya que la ética era una virtud común y se daba en todos los estratos sociales; desde luego, el sentido de pertenencia y amor por su pedazo de patria era relevante.

Entonces la política no era un negocio, era un servicio social casi que obligatorio. ¡Era un deber!

Desde el obrero común, artesanos, oficiales de construcción, líderes comunales, profesionales en todos los oficios y estratos, eran medidos con el mismo rasero, por su ánimo de servicio demostrado y así primaba más que todo la capacidad de trabajo demostrada y deseos de hacer las cosas bien.

Que importante fue esa clase política que, a partir de los cambios constitucionales empezó a perder esos visos, marcados, sobre todo, por la moral.

No subestimo en que hubo desafueros ya que ningún proceso es perfecto, pero definitivamente fue otra clase de pensamientos, marcados por el profesionalismo, o la educación, o cultura, pilares que debidamente combinados son la base para una sociedad fuerte y progresista.

La gente prefería a una persona culta y educada, antes que a un profesional que no reuniera alguna de las condiciones anteriores, que constituían esas, los principios básicos de nuestra sociedad y de la sociedad en general. Desde luego ser culto significaba formación básica en costumbres y modales y respeto social, independiente de su modo de vida; hasta el limosnero sabía actuar y pedir.

El crecimiento trajo el modernismo, y este el cambio en las costumbres, hábitos y conducción social, pues las novedades impulsaron los deseos por encima de las condiciones económicas poseídas, corriendo los riesgos que empezaron a hacer daños sociales, en especial en la organización familiar. Se empezó a pensar en vivir a la par de un modernismo en donde no se daban las condiciones para sostenerlo, se quiso tener de todo al mismo tiempo sin existir el trabajo ni las condiciones requeridas y entonces se dio salida a la idea de hacer menos y ganar más y sin darse cuenta se fue cayendo en el camino de los recursos fáciles, logrados a base de la audacia del engaño, y desde allí, todo dio inicio a un cambio, que hoy se convierte en flagelo para las comunidades.

Tenemos muchas raíces vivas, que aún conservan y ejemplarizan con esos principios básicos; sí, tenemos juventudes sobresalientes en muchos campos, premiados con la moral y buenas costumbres, es hora de ir pensando en ellos e impulsarlos,  inculcándoles el sentido regional primario, que es el amor por su tierra y en este aspecto elegirlos, pues no hay nadie mejor para dirigirla que quien ama y quiere a su tierra; no importemos más gentes de otras latitudes, primero los nuestros sin dejar de abrir espacios de fraternidad con otros, pero a su debido tiempo, así que, los que han tenido oportunidades y no las han sabido manejar que se vayan despidiendo, pues nuestra gente ha tomado y está tomando más conciencia de las realidades, que no está dispuesta a dejarse seguir llevando por el camino del engaño y está pensando en cambios rápidos para sacar del estadio político a aquellos que desde otras latitudes han tratado de voltear nuestras sanas costumbres.

Con mucha razón nuestros coterráneos del sur del departamento están impulsando una separación territorial, ya que no ven oportunidades claras en las administraciones políticas y económicas en muchos momentos de la vida regional y nacional. En algunos aspectos básicos la Constitución del 91 ha hecho mucho daño.

Las posiciones relevantes en nuestro departamento no son ocupadas por sus dueños, pues los compromisos políticos a nivel electoral, por la circunscripción nacional, han dado con la importación de recursos humanos cuando los nuestros son superiores y la poca capacidad de competencia de lo que nos traen lo dice todo. Tenemos que salir a ocupar los de otras tierras para que nos den lo nuestro.

¡Démosle al Cesar lo que es del Cesar y a la clase política que esté haciendo daño, esa clase sin sentido de pertenencia venida de otras partes, sancionémosles de por vida!

Si continuamos con la conformidad del temor, las piedras, cuando las lancemos, golpearán nuestra propia cara.