Se dice que las estadísticas son una forma de decir lo que no sabemos; yo diría que es una forma de falsear la realidad pese a que estas la muestran. La mayoría de las personas no se detiene a escrutar las estadísticas que nos suministran, las aceptan como válida. Por eso los gobiernos juegan con este bache colectivo para presentar falsas situaciones como verdades absolutas.
En esta última semana, el presidente Duque notificó al país, vendiendo optimismo, acerca del crecimiento de la economía colombiana respaldándose en las estimaciones que de este tiene el Fondo Monetario Internacional: 8.5 % para el 2021, por encima de los estimativos del propio gobierno que, inicialmente, le apostaba al 5.1 %. ¡Qué triunfo! Así no se debe burlar del “oscuro e inepto vulgo”, como diría en su mocedad el fallecido Álvaro Gómez Hurtado.
Hoy, sin decirlo, se sigue abusando del populacho. Pero, aún hay que ajustar este indicador con rayos de luz. Hagamos las cuentas: en el 2018 el PIB creció 2.6 %, en el 2019, 3.3 %, en el 2020 descendió 6.8 puntos por efecto, entre otras cosas, de la pandemia; si ha de crecer 8.5 %, como dice el FMI, lo que pasará es que se recuperará el ritmo natural que teníamos y en 2021 se pondrá 5.2 puntos por encima del valor de 2019 (8.5-3.3); es como caer en un pozo y salir para recuperar la marcha. Para estandarizar nuestro crecimiento a una tasa constante entre 2018 y 2021, encontramos que Colombia crecería 1.85 % promedio anual al pasar de 2.6 % del 2018 al 8.5 % del 2021.
Más, este es un crecimiento nominal; si lo afectamos con la inflación que en igual periodo tuvo un crecimiento promedio anual de 1.6 %, entonces, el crecimiento real de la economía en el tiempo analizado es apenas del 0.25 % (1.85-1.60). Es una economía estática que no tiene palancas para saltar, no tenemos elementos para crecer, la industria minera y de fósiles decae, tenemos una agricultura marginal, nuestra industria retrocedió con los tratados internacionales, importamos más de lo que exportamos, el peso se devalúa permanentemente frente al dólar, la demanda interna no aumenta porque el desempleo crece.
En 2020, Colombia se clasificó como la 41ª /196 economía del mundo, por debajo de Venezuela, y la 23/37 de los países de la OCDE; en 2018 éramos la 40ª. Además, sobre el tapete hay varias cartas que operan transversalmente sobre las prácticas administrativas que han hecho del país el más corrupto del mundo y uno de los más inseguros; también somos el 2º más desigual de América; mientras la casa de “Nari” se gasta $4.350 millones/día (Rodolfo Hernández), millones de colombianos reciben una sola comida al día.
Los hechos políticos y diplomáticos de este gobierno son vergonzosos desde una perspectiva axiológica; Duque se presentó a la cumbre del COP26 con una numerosa comitiva de familiares y amigos, la mayoría de los cuales sin conocimientos ni sentimientos ambientales. Muy piadoso lo vimos orando en el Muro de las Lamentaciones, quizás confesando sus pecados como cualquier plañidero, y en su viaje por Israel tuvo poco registro de la prensa internacional; solo los medios colombianos, su comité de aplausos, resaltaron su gira. Sobre la eficacia frente al COVID, Colombia figura con 254 muertes por millón de habitantes, el 4º país con mayor número de muertos del mundo, punto sobre el cual siempre nos han mentido. Menos mal que el fin de este nefasto gobierno ya llega, con jugaditas no es posible manejar ni la democracia ni la economía. Apostemos al Pacto Histórico.