La historia del país debe servir para no cometer los mismos errores dos o tres veces. La decisión del presidente Santos de suspender los diálogos de paz que hace dos años se llevan a cabo en Cuba entre negociadores del gobierno y los jefes de la guerrilla de las Farc, debe servir para hacer una revisión a lo que se ha adelantado.
Si bien el secuestro del brigadier general Rubén Darío Álzate, comandante de la Fuerza de Tarea Titán, fue la gota que llenó el vaso de la paciencia del presidente y de los colombianos, no debe ser el hecho que cierre las puertas, con candado por dentro, a la oportunidad de paz más cercana que ha tenido el país después de más de cincuenta años de conflicto.
Se sabía que no era fácil. El presidente Santos lo recordó hace poco en Valledupar, cuando dijo que escogió la negociación en medio del conflicto armado, a pesar de lo doloroso que es. Por eso los diálogos deben seguir, no se pueden echar por la borda los acuerdos logrados y aunque falten los más difíciles por negociar no se debe abandonar el barco.
El secuestro del general debe servir para hacer un alto y enderezar lo que esté torcido. Se buscará un ambiente más propicio: la liberación de militares y acompañantes, vendrá, es de esperar se anticipe, el acostumbrado cese unilateral de diciembre de las Farc y que se aclaren las reglas. Sin embargo dialogar en medio de la confrontación supone que militares y guerrilleros son presa de la intempestiva bomba o que se les prive su libertad. Es bueno repetirlo, así nos dé natural ira. Lo otro es que haya un cese unilateral indefinido de la guerrilla o un cese bilateral, dos escenarios rechazados hasta ahora por la guerrilla y el gobierno, respectivamente.
Aunque suene impopular las conversaciones deben retomarse. Ahora es cuando se debe tener la cabeza fría para pensar en lo que le conviene al país: ¿una paz construida desde y por las regiones o una guerra incrustada en el campo y la ciudad que no deja progresar a Colombia?
La historia no se debe repetir, como ocurrió en el gobierno del presidente César Gaviria, que terminó los diálogos de Tlaxcala, México, por el secuestro del ex ministro Argelino Durán, quien murió en cautiverio, o en el de Andrés Pastrana, cuando después de ceder a una zona de despeje en dos departamentos (la zona del Caguán), acabó unilateralmente los diálogos con la guerrilla de las Farc por el secuestro de un avión de Aires y del senador Jorge Eduardo Géchem.
Los diálogos merecen otra oportunidad. La guerrilla de las Farc debe pronunciarse, aclarar este caso, y cumplir con lo que promete. El gobierno debe despejar las inquietudes que rodean el secuestro del general. Los colombianos deben rodear y creer en la paz. Desde El Cesar decimos que el diálogo es la más eficiente ruta para que las heridas entre hermanos algún día puedan cesar.