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Columnista - 16 noviembre, 2018

El crecimiento

“Me enseñaste, Dios, desde mi juventud… Aun en la vejez y las canas, Dios, no me desampares” Salmos 71,18 Escuché que los elefantes viejos, cuando van a morir buscan regresar al lugar de su nacimiento. Todos anhelamos un buen ambiente para envejecer, una buena ciudad donde crecer, ya sea que estemos de regreso a nuestro […]

“Me enseñaste, Dios, desde mi juventud… Aun en la vejez y las canas, Dios, no me desampares” Salmos 71,18
Escuché que los elefantes viejos, cuando van a morir buscan regresar al lugar de su nacimiento. Todos anhelamos un buen ambiente para envejecer, una buena ciudad donde crecer, ya sea que estemos de regreso a nuestro hogar o que simplemente estemos comenzando el proceso de crecimiento y buscando un lugar para reír y jugar con los amigos. ¡Todos nos encontramos en crecimiento!

A veces, ese proceso de crecimiento trae dolor, propio del estiramiento y el cambio. La canción lo dice: “El tiempo pasa y todo cambia, hoy lloro de soledad. El sueño que llevo en el alma de repente ya no está. Que la sonrisa se ha marchado, mis lágrimas caerán. Al taller del Maestro vengo”.

La pregunta martirizante y robadora de paz es: ¿Cuánto tiempo falta para que esa situación se revierta? ¿Para que la mano de Dios intervenga? ¿Para que las personas y situaciones se alineen en favor mío? Mientras esperamos confiadamente, podemos contar a las siguientes generaciones, las maravillosas historias de los milagros ocurridos, y así, brindar a los amigos, hijos y nietos las fuerzas para continuar.

Ciertamente, vivimos tiempos difíciles y de crisis. Los corazones de las personas están desesperanzados y descontentos y hoy, más que nunca, las personas anhelan un cambio. Esta es la era más desesperante de la historia. Paradójicamente, también es la era más emocionante de la historia, porque tenemos la inmensa oportunidad de ser escuchados con un mensaje restaurador pleno de esperanzas.

Nuestra fe crece y la esperanza permanece firme. “Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor”. Debemos crecer en comprensión de los tiempos y confianza en Dios. La revelación del plan y propósito de Dios en la tierra está floreciendo plenamente, aun en medio del avance del humanismo ateo y las distracciones.

Creemos que cada generación debe volver a poner su confianza en Dios y no olvidar sus gloriosos milagros, sino obedecer sus mandamientos. Los actuales son días definitivos y la forma en que vivimos es fundamental para que tenga lugar lo que podría ser la más grande revolución de los corazones humanos en la historia, por el efecto del poder transformador de Dios en sus vidas.

Caro amigo, es necesario crecer en nuestra capacidad de liderazgo honrado y eficiente: El valor personal, la relación intima con Dios, el servicio desinteresado a otros, y la sabiduría para hacer su voluntad y agradarle en todo lo que somo y hacemos.

Es el momento de crecer, de desempolvar las esperanzas y los sueños que hemos guardado en el corazón; de continuar moviéndonos en nuestra senda, donde finalmente seremos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor. ¡A creceeeer!
Un fuerte abrazo en Cristo

Por Valerio Mejía 

Columnista
16 noviembre, 2018

El crecimiento

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Me enseñaste, Dios, desde mi juventud… Aun en la vejez y las canas, Dios, no me desampares” Salmos 71,18 Escuché que los elefantes viejos, cuando van a morir buscan regresar al lugar de su nacimiento. Todos anhelamos un buen ambiente para envejecer, una buena ciudad donde crecer, ya sea que estemos de regreso a nuestro […]


“Me enseñaste, Dios, desde mi juventud… Aun en la vejez y las canas, Dios, no me desampares” Salmos 71,18
Escuché que los elefantes viejos, cuando van a morir buscan regresar al lugar de su nacimiento. Todos anhelamos un buen ambiente para envejecer, una buena ciudad donde crecer, ya sea que estemos de regreso a nuestro hogar o que simplemente estemos comenzando el proceso de crecimiento y buscando un lugar para reír y jugar con los amigos. ¡Todos nos encontramos en crecimiento!

A veces, ese proceso de crecimiento trae dolor, propio del estiramiento y el cambio. La canción lo dice: “El tiempo pasa y todo cambia, hoy lloro de soledad. El sueño que llevo en el alma de repente ya no está. Que la sonrisa se ha marchado, mis lágrimas caerán. Al taller del Maestro vengo”.

La pregunta martirizante y robadora de paz es: ¿Cuánto tiempo falta para que esa situación se revierta? ¿Para que la mano de Dios intervenga? ¿Para que las personas y situaciones se alineen en favor mío? Mientras esperamos confiadamente, podemos contar a las siguientes generaciones, las maravillosas historias de los milagros ocurridos, y así, brindar a los amigos, hijos y nietos las fuerzas para continuar.

Ciertamente, vivimos tiempos difíciles y de crisis. Los corazones de las personas están desesperanzados y descontentos y hoy, más que nunca, las personas anhelan un cambio. Esta es la era más desesperante de la historia. Paradójicamente, también es la era más emocionante de la historia, porque tenemos la inmensa oportunidad de ser escuchados con un mensaje restaurador pleno de esperanzas.

Nuestra fe crece y la esperanza permanece firme. “Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor”. Debemos crecer en comprensión de los tiempos y confianza en Dios. La revelación del plan y propósito de Dios en la tierra está floreciendo plenamente, aun en medio del avance del humanismo ateo y las distracciones.

Creemos que cada generación debe volver a poner su confianza en Dios y no olvidar sus gloriosos milagros, sino obedecer sus mandamientos. Los actuales son días definitivos y la forma en que vivimos es fundamental para que tenga lugar lo que podría ser la más grande revolución de los corazones humanos en la historia, por el efecto del poder transformador de Dios en sus vidas.

Caro amigo, es necesario crecer en nuestra capacidad de liderazgo honrado y eficiente: El valor personal, la relación intima con Dios, el servicio desinteresado a otros, y la sabiduría para hacer su voluntad y agradarle en todo lo que somo y hacemos.

Es el momento de crecer, de desempolvar las esperanzas y los sueños que hemos guardado en el corazón; de continuar moviéndonos en nuestra senda, donde finalmente seremos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor. ¡A creceeeer!
Un fuerte abrazo en Cristo

Por Valerio Mejía