Notamos como caso suigeneris en Colombia, que el río Cesar corre de Norte a Sur separando la Sierra Nevada de la cordillera Oriental colombiana y desemboca en los complejos lacustres del llamado Magdalena Medio, a la altura de la Ciénaga de Zapatosa. El Valle del Cesar parece formar un tubo entre dos cordones montañosos, y por este conducto se deslizan comprimidos en las estaciones secas, los vientos alisios provenientes del Caribe, y en las estaciones húmedas las gruesas nubes que anuncian seguros aguaceros.
Tanto en hombre Indoamericano, habitante ancestral de la sierra, como el hombre Euroamericano, han comprendido y expresado la singularidad que reviste esta región. Por ejemplo, los mitos indígenas dicen que los ríos, las lagunas y en general las fuentes de agua conforman una red análoga al sistema capilar humano, las lagunas juegan el papel del corazón, mientras que los ríos son venas. Detrás de esta geografía antropomorfa subyace una idea menos mágica y más vivencial, el agua es para la vida lo mismo que la sangre es al hombre un principio vital.
Nada tiene de raro, entonces, que la tradición mítica aborigen deidifique este principio y que sea costumbre dentro de las comunidades indígenas el llevar acabo ritos relacionados con la lluvia o con el cuidado de pozos, lagunas y nacimientos de ríos. De otra parte por vías interpretativas diferentes el conocimiento científico occidental ha llegado a conclusiones muy similares. Nuestros geógrafos afirman continuamente el papel fundamental que juegan el macizo de Santa Marta en todo el sistema hidrológico de la Costa Caribe colombiana septentrional, pues de sus aguas dependen prácticamente todas las poblaciones importantes de esta zona, vale decir, Santa Marta, Riohacha y Valledupar, así como dos regiones agropecuarias, Zona Bananera (suroccidente) y Valle del Cesar y dos regiones pesqueras: Ciénaga Grande y Ciénaga de Zapatosa que al momento pocos peces producen por el maltrato que reciben del hombre.
Sin embargo, este consenso ideológico entre dos culturas tradicionalmente distantes pero enlazadas por la historia no tiene asidero en la realidad de los hechos. Al parecer una inquietud ambiental común no ha sido suficiente para emprender una causa ambientalista común.
Por el contrario, está a la vista de todas las cada vez más críticas situaciones ecológicas del macizo de Santa Marta. Más de la mitad de millón quinientas mil hectáreas están ya intervenidas y deforestadas y más de la mitad de lo ocupado se encuentra en algún punto de desgaste físico, lo grave no es el avance del hombre sobre el medio físico sino el avance del hombre contra este medio.
*Especializado en gestión ambiental.