Siempre existe la posibilidad de que algo no salga bien y aquí la duda tampoco pierde su esencia jurídica para favorecer a quien la posee, en este caso a lo imprevisto, así por lo menos he pensado desde que escuché la noticia de la desaparición y posterior implosión del sumergible Titán, cuando bajaba en unos de sus tantos viajes al fondo del mar a explorar los restos del Titanic y en busca aún del fastuoso viaje que se hundió en las profundidades del océano por la ira de Dios, aún acumulada por los hechos de Adán y Eva en el paraíso, y que volvió a destapar al oír aquella expresión: “cuando la esposa de Albert Caldwell, uno de los tantos pasajeros del viaje inaugural, contemplaba cómo el personal de cubierta cargaba con el equipaje el 10 de abril de 1912 en Southampton, preguntó a uno de los mozos: “¿Es verdad que este barco no se puede hundir?”. El chico le contestó: “Así es, señora, ¡ni Dios mismo podría hundir este barco!”
A Dios no le gustan este tipo de chanzas y mucho menos cuando la arrogancia, el delirio de grandeza y el poder dominante fruto del mal uso de la inteligencia humana, toman por su cuenta y riesgo los poderes de la misma naturaleza en su contra y que cada día el mismo hombre desestima con sus actuaciones cuando, no ha poco tiempo, en una entrevista Stockton Rush, presidente-fundador de Ocean Gate Expeditions, la empresa que desarrolló el desaparecido sumergible Titán, en una entrevista que concedió a finales de 2022, dice lo siguiente: “la seguridad es puro desperdicio. Si solo quieres estar a salvo, no salgas de tu cama. No te subas a tu auto. No hagas nada”, manifestó Rush ante las constantes preguntas del periodista de dicho medio de comunicación.
Y agregó que… “esté seguro de que el compartimiento central de este sumergible no se destruirá por la presión sobre los ocupantes. Los propulsores pueden dejar de funcionar, las luces se pueden apagar y todo lo demás puede fallar y todavía estarás a salvo”.
En uno de mis escritos anteriores titulado ¿Quién es Dios?, hacia la siguiente observación acerca del avance de las ciencias y la tecnología…. “Por mucha inventiva lograda y por lo que falta por lograr, solo nos permite concluir que alguien o algo dirige nuestros actos, en donde lo imperfecto cuando aflora, nos permite expresar tales declaraciones, que no son más que frutos de los actos anormales, en donde lo absurdo da hasta para pensar que tampoco Dios existe. Si no fuera por los actos continuos de irracionalidad permanente, yo pondría al hombre en la escala de los semidioses, pero hasta ahora no es sino un simple ídolo de ilusiones confusas en donde algunos más racionales que el resto, permiten estabilizar los sentimientos y estancar las obsesiones.
Pero miren ustedes, lo que hacen cada día los que respetan el poder divino y entienden los estados de locura de su máxima creación, el hombre, en no salir de la cama, pero aun permaneciendo allí, nunca propenden por desafiar a Dios, ni con palabras ni con hechos, para verdaderamente sentirnos sanos y salvos por doquiera que se ande; miren no más como la fe, producto de la modestia y humildad de unos niños, permitió que escaparan de las profundidades de una selva inhóspita y desconocida como lo son también las profundidades misteriosas y fantásticas de un mar de unos pocos kilómetros de profundidad comparados con los de la jungla recorrida por aquellos.
Dios todo lo perdona, así como también se llena de ira por la desobediencia de sus mandamientos y normas, que, en el hombre, por medio del poder de la riqueza que desquicia y corrompe sintiéndose superior a su creador, le desafía.
Después de algunas investigaciones, Rush (esposo de una tataranieta de una de la víctimas élite de la primera clase del barco Titanic), después de analizar los hechos, encuentro unas paradojas y coincidencias que llaman la atención para pensar que no sólo los genes se retransmiten de generación en generación, sino también el pecado y los anti valores que guían al hombre por el camino del mayor complejo de superioridad que existe en él, que cuando piensa en el poder de la riqueza se obnubila y se cree superior a todo lo humano y cómo están las cosas hasta por encima de lo divino se siente.
Allí en el fondo de los mares está el infierno de Dante, espacios reservados para los violentos, prepotentes, insensibles y para los soberbios desafiantes de la magia de la naturaleza.
Sin embargo, al final se bendicen y perdonan, pues Dios es enemigo del odio, pero de paso enseña que la humildad nos hace grandes en la medida en que la sintamos y practiquemos y que además abrirá muchas puertas.
Parece que un mismo error hubiere de cometerse dos veces, para al fin y al cabo comprender y entender que al poder supremo no se desafía. se respeta.