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Columnista - 3 diciembre, 2018

Diciembre y el consumo exagerado de alcohol

El maestro Crescencio Salcedo nos impregnó en la memoria el amor por los recuerdos, por eso cuando llega diciembre ya empezamos a tararear: “Yo no olvido al año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas”. Nos arrulla el sentimiento, el calendario es una metáfora de vida: para los jóvenes un nuevo año es un […]

El maestro Crescencio Salcedo nos impregnó en la memoria el amor por los recuerdos, por eso cuando llega diciembre ya empezamos a tararear: “Yo no olvido al año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas”. Nos arrulla el sentimiento, el calendario es una metáfora de vida: para los jóvenes un nuevo año es un soñar de caminos y posibilidades, y para los mayores activos, una estancia reflexiva en el desarrollo de los quehaceres.

En la historia humana es motivo de asombro: El principio y el final. La aurora y el crepúsculo. El nacimiento y la muerte. En el último mes, el adiós de las hojas del calendario invita al reencuentro familiar y a evocar la música que despierta el esplendor del espíritu. Del compositor Rufo Garrido: “Diciembre llegó con su ventolera mujeres y la brisa está que llena el mundo de placeres”. De Adolfo Echeverría: “Qué linda la fiesta es en un ocho de diciembre/ sonar del triki traki, qué sabroso amanecer”.

Diciembre nos reconforta en el estético placer del apego por los seres queridos y de esos instantes que el corazón se llena de luz para mostrar los espejos del alma: donde están las venerables imágenes de los padres, con sus manos bondadosas de amor y de trabajo se iluminaron de fe para revelar el camino del respeto por la vida, por la decencia y la convivencia, por la valoración de las expresiones artísticas y por el compromiso inaplazable del estudio.

Diciembre es una peregrinación de retorno a la casa materna. En la ausencia se siente la noche viajar en sonatas de versos, en sonrisas de amor, y en el eco lejano de un viejo cantor. El aroma de la mesa con sus platos preferidos, es otra de las razones, que acelera el camino de regreso. Pero en vacaciones, a veces los jóvenes se desbordan en parrandas. Y es posible, como lo afirma el escritor Carlos G. Vallés, “que estemos ahuyentando la felicidad por las ansias que tenemos de ser felices”. Algunos confunden la diversión con el consumo exagerado de alcohol, y su meta es extenderse en jornadas maratónicas hasta el amanecer.

Es importante que estos jóvenes entiendan y, por supuesto, sus padres, que el exceso de consumo de alcohol altera las funciones cerebrales y produce múltiples efectos: disminución de la atención, retardo de los reflejos, cambios en la visión, pérdida de coordinación muscular, temblores y alucinaciones. Disminuye el autocontrol, afecta a la memoria, la capacidad de concentración y las funciones motoras. La inteligencia, la creatividad y la responsabilidad se reducen por el consumo de alcohol.

Por José Atuesta Mindiola

Columnista
3 diciembre, 2018

Diciembre y el consumo exagerado de alcohol

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

El maestro Crescencio Salcedo nos impregnó en la memoria el amor por los recuerdos, por eso cuando llega diciembre ya empezamos a tararear: “Yo no olvido al año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas”. Nos arrulla el sentimiento, el calendario es una metáfora de vida: para los jóvenes un nuevo año es un […]


El maestro Crescencio Salcedo nos impregnó en la memoria el amor por los recuerdos, por eso cuando llega diciembre ya empezamos a tararear: “Yo no olvido al año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas”. Nos arrulla el sentimiento, el calendario es una metáfora de vida: para los jóvenes un nuevo año es un soñar de caminos y posibilidades, y para los mayores activos, una estancia reflexiva en el desarrollo de los quehaceres.

En la historia humana es motivo de asombro: El principio y el final. La aurora y el crepúsculo. El nacimiento y la muerte. En el último mes, el adiós de las hojas del calendario invita al reencuentro familiar y a evocar la música que despierta el esplendor del espíritu. Del compositor Rufo Garrido: “Diciembre llegó con su ventolera mujeres y la brisa está que llena el mundo de placeres”. De Adolfo Echeverría: “Qué linda la fiesta es en un ocho de diciembre/ sonar del triki traki, qué sabroso amanecer”.

Diciembre nos reconforta en el estético placer del apego por los seres queridos y de esos instantes que el corazón se llena de luz para mostrar los espejos del alma: donde están las venerables imágenes de los padres, con sus manos bondadosas de amor y de trabajo se iluminaron de fe para revelar el camino del respeto por la vida, por la decencia y la convivencia, por la valoración de las expresiones artísticas y por el compromiso inaplazable del estudio.

Diciembre es una peregrinación de retorno a la casa materna. En la ausencia se siente la noche viajar en sonatas de versos, en sonrisas de amor, y en el eco lejano de un viejo cantor. El aroma de la mesa con sus platos preferidos, es otra de las razones, que acelera el camino de regreso. Pero en vacaciones, a veces los jóvenes se desbordan en parrandas. Y es posible, como lo afirma el escritor Carlos G. Vallés, “que estemos ahuyentando la felicidad por las ansias que tenemos de ser felices”. Algunos confunden la diversión con el consumo exagerado de alcohol, y su meta es extenderse en jornadas maratónicas hasta el amanecer.

Es importante que estos jóvenes entiendan y, por supuesto, sus padres, que el exceso de consumo de alcohol altera las funciones cerebrales y produce múltiples efectos: disminución de la atención, retardo de los reflejos, cambios en la visión, pérdida de coordinación muscular, temblores y alucinaciones. Disminuye el autocontrol, afecta a la memoria, la capacidad de concentración y las funciones motoras. La inteligencia, la creatividad y la responsabilidad se reducen por el consumo de alcohol.

Por José Atuesta Mindiola