Aunque esta semana la izquierda y algunos santistas retiraron un proyecto de ley que presentaron con la finalidad de hacerle daño a la Fuerza Pública y que contenía, entre otras, estipulaciones que ordenaban no conceder el ascenso a aquellos uniformados que estuviesen investigados, el proyecto será presentado de nuevo. Enfrentar este desafío es uno de […]
Aunque esta semana la izquierda y algunos santistas retiraron un proyecto de ley que presentaron con la finalidad de hacerle daño a la Fuerza Pública y que contenía, entre otras, estipulaciones que ordenaban no conceder el ascenso a aquellos uniformados que estuviesen investigados, el proyecto será presentado de nuevo. Enfrentar este desafío es uno de los varios retos inmediatos que tienen hoy militares y policías.
Otro, será controlar las protestas y el aumento de la delincuencia común que se presentarán por el agudo incremento de la pobreza y el hambre resultado de los confinamientos.
Al mismo tiempo, no pueden descuidar el combate contra el Eln, las “disidencias” y “reincidencias” de las Farc, y los otros grupos armados organizados.
Atacar sus fuentes de financiación es vital. El narcotráfico y la minería ilegal están boyantes como nunca. Aunque Naciones Unidas reportó una reducción del 9 % en el área de coca en 2019, la producción de cocaína aumentó un 1.5 %. Según Naciones Unidas, solo los narcocultivadores recibieron US$ 810 millones en 2019. Recuperar la aspersión aérea con glifosato será vital. Pero también hay que replantear la estrategia para conseguir control integral e institucional del territorio y no solo el militar del área. El oro, por su parte, ha alcanzado más de US$ 1.900 la onza. Es indispensable revisar la altamente ineficaz lucha contra la minería ilícita.
Al mismo tiempo hay que enfrentar tres enormes obstáculos. Por un lado, el apoyo del régimen chavista a las mafias y las guerrillas colombianas. No solo es un reto de seguridad sino también de defensa nacional.
Por el otro, la esquizofrenia institucional que nos ha dejado el pacto espurio con las Farc. Tenemos un orden constitucional y legal y una institucionalidad, incluyendo la JEP, para el postconflicto, y una realidad de conflicto armado. Y la doctrina, la disposición en el terreno y el presupuesto de la Fuerza Pública, están construidos sobre la idea de la paz, pero todos los actores violentos están vivos y algunos de ellos más fuertes que nunca.
Finalmente, hay que reconocer que los tres pilares sobre los cuales la Fuerza Pública dio sus mejores resultados están seriamente debilitados. Uno, los ataques sistemáticos contra las FF.MM han afectado la disposición de muchos sectores ciudadanos de apoyar y colaborar con ellas. Dos, la reducción drástica de los presupuestos han afectado tanto el apoyo helicotransportado como los ataques aéreos. Para rematar, ahora hay una inseguridad jurídica que paralizó por muchos meses estas operaciones. Finalmente, desde que se iniciaron las conversaciones con las Farc, ninguna área ha sido tan fuertemente golpeada como la de inteligencia y la contrainteligencia, vital en los más importantes golpes contra esa organización y hoy en su peor momento en décadas.
Aunque esta semana la izquierda y algunos santistas retiraron un proyecto de ley que presentaron con la finalidad de hacerle daño a la Fuerza Pública y que contenía, entre otras, estipulaciones que ordenaban no conceder el ascenso a aquellos uniformados que estuviesen investigados, el proyecto será presentado de nuevo. Enfrentar este desafío es uno de […]
Aunque esta semana la izquierda y algunos santistas retiraron un proyecto de ley que presentaron con la finalidad de hacerle daño a la Fuerza Pública y que contenía, entre otras, estipulaciones que ordenaban no conceder el ascenso a aquellos uniformados que estuviesen investigados, el proyecto será presentado de nuevo. Enfrentar este desafío es uno de los varios retos inmediatos que tienen hoy militares y policías.
Otro, será controlar las protestas y el aumento de la delincuencia común que se presentarán por el agudo incremento de la pobreza y el hambre resultado de los confinamientos.
Al mismo tiempo, no pueden descuidar el combate contra el Eln, las “disidencias” y “reincidencias” de las Farc, y los otros grupos armados organizados.
Atacar sus fuentes de financiación es vital. El narcotráfico y la minería ilegal están boyantes como nunca. Aunque Naciones Unidas reportó una reducción del 9 % en el área de coca en 2019, la producción de cocaína aumentó un 1.5 %. Según Naciones Unidas, solo los narcocultivadores recibieron US$ 810 millones en 2019. Recuperar la aspersión aérea con glifosato será vital. Pero también hay que replantear la estrategia para conseguir control integral e institucional del territorio y no solo el militar del área. El oro, por su parte, ha alcanzado más de US$ 1.900 la onza. Es indispensable revisar la altamente ineficaz lucha contra la minería ilícita.
Al mismo tiempo hay que enfrentar tres enormes obstáculos. Por un lado, el apoyo del régimen chavista a las mafias y las guerrillas colombianas. No solo es un reto de seguridad sino también de defensa nacional.
Por el otro, la esquizofrenia institucional que nos ha dejado el pacto espurio con las Farc. Tenemos un orden constitucional y legal y una institucionalidad, incluyendo la JEP, para el postconflicto, y una realidad de conflicto armado. Y la doctrina, la disposición en el terreno y el presupuesto de la Fuerza Pública, están construidos sobre la idea de la paz, pero todos los actores violentos están vivos y algunos de ellos más fuertes que nunca.
Finalmente, hay que reconocer que los tres pilares sobre los cuales la Fuerza Pública dio sus mejores resultados están seriamente debilitados. Uno, los ataques sistemáticos contra las FF.MM han afectado la disposición de muchos sectores ciudadanos de apoyar y colaborar con ellas. Dos, la reducción drástica de los presupuestos han afectado tanto el apoyo helicotransportado como los ataques aéreos. Para rematar, ahora hay una inseguridad jurídica que paralizó por muchos meses estas operaciones. Finalmente, desde que se iniciaron las conversaciones con las Farc, ninguna área ha sido tan fuertemente golpeada como la de inteligencia y la contrainteligencia, vital en los más importantes golpes contra esa organización y hoy en su peor momento en décadas.