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Análisis - 6 noviembre, 2017

Del vallenato y de lo local

El artista plástico y gestor cultural Jacobo Daconte presentó en el Instituto Cervantes de Madrid, España, esta ponencia sobre el folclor vallenato desde una visión de construcción de un proyecto de nación en el que todos los colombianos nos identifiquemos y nos unamos mediante costumbres, valores, tradiciones y cultura compartida.

Cada vez que escucho una composición musical del vallenato es una oportunidad para enlazar la narración con la historia, en el marco de la construcción de crónicas sobre el origen de una pieza musical. Indagamos anécdotas y narrativas llenas de nostalgia sobre ese tiempo que ya pasó, coadyuvando a la recordación de procesos históricos de la mayoría de nuestras provincias para analizar cómo este tejido de anécdotas cotidianas contribuyeron a la consolidación de las costumbres de toda una región por medio del ritmo, el mito, la narración de la costumbre, de las tradiciones y de la leyenda o las poesías de amor de sus canciones, y cómo desde allí contribuyeron a consolidar nuestro imaginario colectivo como nación y de qué manera algunas de ellas, en menor o en mayor grado, también se han convertido en un referente de la cultura, de lo que se ha llamado “la aldea global”. Es decir, cómo se conecta lo local con lo regional, lo nacional y lo global por medio de la riqueza insuperable de nuestro folclor vallenato.

De manera casi providencial se conecta la narrativa con la historia. Mediante esta búsqueda de anécdotas sobre la vida de los compositores, y el relato sobre los orígenes de sus canciones, indagando sobre sus motivos, sobre sus sueños, sobre sus amores y sobre sus tristezas y correrías persiguiendo el amor en las mieles de su juventud provinciana, casi que, de manera espontánea, pero al mismo tiempo en medio del rigor, en la fidelidad, en la narración dentro de un contexto de los aconteceres de lo político, económico y social. Así es como se busca consolidar el borrador de procesos de construcción de crónica social en torno a las intenciones de amor de estos juglares de la provincia de Padilla.

Se trata de un viaje profundo al costumbrismo regional de la tierra que las inspiró; composiciones que se convierten en medios poéticos del relato de la vida diaria de las comunidades locales en las que fueron escritas.

Las letras de estas canciones son himnos poéticos arraigados en las costumbres, usos y tradiciones de los pueblos por donde transitaron estos juglares en medio de los amaneceres y atardeceres campesinos; estas composiciones se transforman en narraciones donde se consigna y se describe la admiración y agradecimiento a Dios por la belleza de la naturaleza y sus mujeres.

No en vano son muchas las canciones que hacen referencia o de alguna manera surgen, evocando la majestuosidad del río, de la quebrada y de la cascada; como escenario cómplice para declararle el amor a la mujer campesina. ‘La mariposa urumitera’, por ejemplo, es el canto a la belleza exótica plagada de realismo mágico de la Provincia de Padilla en La Guajira, y su máxima expresión es la mujer campesina a la que se le hace alegoría nombrándola como si fuera una de esas preciosas mariposas amarillas que caían del cielo como promesas de amor en la cascada ‘La Malena’ del corregimiento de Patillal, donde nuestro más admirado compositor Rafael Escalona, vivió su niñez y juventud primera. Estas canciones por medio de su letra y composición le permitían al pueblo campesino expresar sus sentimientos de alegría, de amor, de dolor, de tristeza y de pasión. En una época donde no había radio, ni TV, ni teléfono, ni mucho menos internet, ni tampoco por supuesto, el ahora reinante WhatsApp o el Messenger de Facebook. En esa época, las distancias eran desesperadamente amplias, y, por lo tanto, no había tiempo que perder para conquistar el amor de la mujer soñada, no se podía perder la ocasión para el ensueño y el baile del amor, para compartir entre compadres y amigos, para agradecerle al vecino su amistad y su ayuda en zonas apartadas donde la solidaridad era clave de supervivencia.

Las canciones del folclor vallenato se convertían por fuerza de la cotidianeidad, en reservorios de las narraciones de los principales acontecimientos de un pueblo y de una región, la letra y la música alegraban el corazón, como aún lo hacen hoy en día, generaciones después de su composición; allí es donde radica su importancia, estas piezas consagradas de nuestro folclor se convirtieron en mecanismos de reproducción cultural que mantienen aún hoy en día la memoria de los aconteceres cotidianos y leyendas de esos personajes de antaño. De manera que la música vallenata consagrada en el acordeón les ha regalado a todos los colombianos la preservación de capítulos importantísimos de la memoria de nuestros antepasados, inmortalizándolos para siempre junto con las costumbres pueblerinas y provincianas de antaño.

Esa preservación de la memoria cultural, de manera magistral, es lo que ha permitido que se identifiquen los ciudadanos de las regiones del interior del país con la vida y aconteceres de sus hermanos en la Costa Caribe, muy a pesar de sus contradicciones y sus diferencias, sus rencores, sus desconfianzas y sus celos; los une el canto y la ilusión del amor.

Era inevitable que, contagiados de realismo mágico, la parranda, el mito y la leyenda de la alegría vallenata contagiara a toda Colombia, impregnando incluso las cumbres del mundo entero. Los sentimientos de amor, de alegría, de tristeza y de dolor, y su expresión es lo que nos hace humanos; un poema y una gesta de amor significa lo mismo en cualquier parte del mundo; pero la majestuosidad narrativa del vallenato conmueve el alma de manera única y profunda.

Así se ha dado la internacionalización del género vallenato, cuando Carlos Vives cantó ‘Los Clásicos de La Provincia’ llegando muy lejos con vuelo alto con la ‘Mariposa urumitera’, de Rafael Escalona, y el resto de sus hermanas canciones de la provincia de Padilla. De la misma manera estas canciones han trascendido inclusive por encima del ámbito musical, logrando como en el caso de Escalona y sus mariposas de alas transparentes, inspirar a genios literarios de la talla de Gabriel García Márquez en su obra consagratoria ‘Cien años de Soledad’, cuando Gabo, le escuchó todas estas historias a Escalona en su juventud; y cantó sus canciones y las de otros consagrados compositores de la región de Padilla, en muchas de las tantas parrandas vallenatas que compartieron, cuando el escritor transitó por esos pueblos polvorientos de nuestro corazón, en busca precisamente de crónicas, anécdotas y narraciones míticas, es decir; cuando estaba aún cruda la historia macondiana de Aureliano Buendía.

Desde lo local las composiciones musicales vallenatas se arraigaron poco a poco en el imaginario colectivo de todos los colombianos y a raíz de ese proceso mediante el cual se establecieron como mecanismos de reproducción cultural, han logrado de manera profunda convertirse en un referente cultural de nuestra identidad nacional, no solo en el país sino que también a un nivel internacional (premios Grammy latinos por ejemplo) permitiendo que las nuevas generaciones abracemos nuestra herencia musical como una parte importantísima de lo que somos, como personas individuales y como sujetos colectivos dentro de la identidad ciudadana que orgullosamente nos cobija y nos identifica ante las demás naciones del mundo entero.

La narración costumbrista del vallenato, por medio de la poesía musical, cumple entonces una función importantísima para crear en nuestro subconsciente colectivo los elementos culturales que nos unen como hermanos colombianos brotados del mismo suelo patrio, producto del amor de nuestros ancestros por esta tierra, por su naturaleza, por la belleza de sus mujeres y por la gesta más noble, la cual es el canto y la conquista del amor de la mujer amada. De esta manera, lo local se convierte en el patrón fundamental que le da piso primero a la cohesión de lo regional, para poder crear un proyecto de nación en el que todos los colombianos nos identifiquemos y nos unamos mediante costumbres, valores, tradiciones y cultura compartida.

Una historia que no tenga en cuenta las narraciones en torno a las anécdotas, usos y costumbres de la vida diaria de un pueblo es una historia sesgada hacia el error. Es en la crónica de la historia local, desde donde se puede dilucidar en realidad los motivos fundamentales del drama y la tragicomedia humana; ¡allí es donde se puede descubrir mediante la consignación y registro de los relatos de los mayores “sabedores”, la raíz verdadera de los sueños e ilusiones, de las luchas diarias de los habitantes de un pueblo, de sus risas y sus llantos, del porqué de sus pesares y de sus alegrías, y de sus ganas de vencer la adversidad, en resumen de sus ganas de vida!

Es desde la localidad provinciana, de donde se nutre verdaderamente la Historia, allí es donde se atomizan las complejidades de los conflictos humanos y también desde allí es donde se puede entender la grandeza de los actos más nobles del ser humano, como lo es la majestuosa búsqueda del amor.

Por Jacobo Daconte V.

 

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Análisis
6 noviembre, 2017

Del vallenato y de lo local

El artista plástico y gestor cultural Jacobo Daconte presentó en el Instituto Cervantes de Madrid, España, esta ponencia sobre el folclor vallenato desde una visión de construcción de un proyecto de nación en el que todos los colombianos nos identifiquemos y nos unamos mediante costumbres, valores, tradiciones y cultura compartida.


Cada vez que escucho una composición musical del vallenato es una oportunidad para enlazar la narración con la historia, en el marco de la construcción de crónicas sobre el origen de una pieza musical. Indagamos anécdotas y narrativas llenas de nostalgia sobre ese tiempo que ya pasó, coadyuvando a la recordación de procesos históricos de la mayoría de nuestras provincias para analizar cómo este tejido de anécdotas cotidianas contribuyeron a la consolidación de las costumbres de toda una región por medio del ritmo, el mito, la narración de la costumbre, de las tradiciones y de la leyenda o las poesías de amor de sus canciones, y cómo desde allí contribuyeron a consolidar nuestro imaginario colectivo como nación y de qué manera algunas de ellas, en menor o en mayor grado, también se han convertido en un referente de la cultura, de lo que se ha llamado “la aldea global”. Es decir, cómo se conecta lo local con lo regional, lo nacional y lo global por medio de la riqueza insuperable de nuestro folclor vallenato.

De manera casi providencial se conecta la narrativa con la historia. Mediante esta búsqueda de anécdotas sobre la vida de los compositores, y el relato sobre los orígenes de sus canciones, indagando sobre sus motivos, sobre sus sueños, sobre sus amores y sobre sus tristezas y correrías persiguiendo el amor en las mieles de su juventud provinciana, casi que, de manera espontánea, pero al mismo tiempo en medio del rigor, en la fidelidad, en la narración dentro de un contexto de los aconteceres de lo político, económico y social. Así es como se busca consolidar el borrador de procesos de construcción de crónica social en torno a las intenciones de amor de estos juglares de la provincia de Padilla.

Se trata de un viaje profundo al costumbrismo regional de la tierra que las inspiró; composiciones que se convierten en medios poéticos del relato de la vida diaria de las comunidades locales en las que fueron escritas.

Las letras de estas canciones son himnos poéticos arraigados en las costumbres, usos y tradiciones de los pueblos por donde transitaron estos juglares en medio de los amaneceres y atardeceres campesinos; estas composiciones se transforman en narraciones donde se consigna y se describe la admiración y agradecimiento a Dios por la belleza de la naturaleza y sus mujeres.

No en vano son muchas las canciones que hacen referencia o de alguna manera surgen, evocando la majestuosidad del río, de la quebrada y de la cascada; como escenario cómplice para declararle el amor a la mujer campesina. ‘La mariposa urumitera’, por ejemplo, es el canto a la belleza exótica plagada de realismo mágico de la Provincia de Padilla en La Guajira, y su máxima expresión es la mujer campesina a la que se le hace alegoría nombrándola como si fuera una de esas preciosas mariposas amarillas que caían del cielo como promesas de amor en la cascada ‘La Malena’ del corregimiento de Patillal, donde nuestro más admirado compositor Rafael Escalona, vivió su niñez y juventud primera. Estas canciones por medio de su letra y composición le permitían al pueblo campesino expresar sus sentimientos de alegría, de amor, de dolor, de tristeza y de pasión. En una época donde no había radio, ni TV, ni teléfono, ni mucho menos internet, ni tampoco por supuesto, el ahora reinante WhatsApp o el Messenger de Facebook. En esa época, las distancias eran desesperadamente amplias, y, por lo tanto, no había tiempo que perder para conquistar el amor de la mujer soñada, no se podía perder la ocasión para el ensueño y el baile del amor, para compartir entre compadres y amigos, para agradecerle al vecino su amistad y su ayuda en zonas apartadas donde la solidaridad era clave de supervivencia.

Las canciones del folclor vallenato se convertían por fuerza de la cotidianeidad, en reservorios de las narraciones de los principales acontecimientos de un pueblo y de una región, la letra y la música alegraban el corazón, como aún lo hacen hoy en día, generaciones después de su composición; allí es donde radica su importancia, estas piezas consagradas de nuestro folclor se convirtieron en mecanismos de reproducción cultural que mantienen aún hoy en día la memoria de los aconteceres cotidianos y leyendas de esos personajes de antaño. De manera que la música vallenata consagrada en el acordeón les ha regalado a todos los colombianos la preservación de capítulos importantísimos de la memoria de nuestros antepasados, inmortalizándolos para siempre junto con las costumbres pueblerinas y provincianas de antaño.

Esa preservación de la memoria cultural, de manera magistral, es lo que ha permitido que se identifiquen los ciudadanos de las regiones del interior del país con la vida y aconteceres de sus hermanos en la Costa Caribe, muy a pesar de sus contradicciones y sus diferencias, sus rencores, sus desconfianzas y sus celos; los une el canto y la ilusión del amor.

Era inevitable que, contagiados de realismo mágico, la parranda, el mito y la leyenda de la alegría vallenata contagiara a toda Colombia, impregnando incluso las cumbres del mundo entero. Los sentimientos de amor, de alegría, de tristeza y de dolor, y su expresión es lo que nos hace humanos; un poema y una gesta de amor significa lo mismo en cualquier parte del mundo; pero la majestuosidad narrativa del vallenato conmueve el alma de manera única y profunda.

Así se ha dado la internacionalización del género vallenato, cuando Carlos Vives cantó ‘Los Clásicos de La Provincia’ llegando muy lejos con vuelo alto con la ‘Mariposa urumitera’, de Rafael Escalona, y el resto de sus hermanas canciones de la provincia de Padilla. De la misma manera estas canciones han trascendido inclusive por encima del ámbito musical, logrando como en el caso de Escalona y sus mariposas de alas transparentes, inspirar a genios literarios de la talla de Gabriel García Márquez en su obra consagratoria ‘Cien años de Soledad’, cuando Gabo, le escuchó todas estas historias a Escalona en su juventud; y cantó sus canciones y las de otros consagrados compositores de la región de Padilla, en muchas de las tantas parrandas vallenatas que compartieron, cuando el escritor transitó por esos pueblos polvorientos de nuestro corazón, en busca precisamente de crónicas, anécdotas y narraciones míticas, es decir; cuando estaba aún cruda la historia macondiana de Aureliano Buendía.

Desde lo local las composiciones musicales vallenatas se arraigaron poco a poco en el imaginario colectivo de todos los colombianos y a raíz de ese proceso mediante el cual se establecieron como mecanismos de reproducción cultural, han logrado de manera profunda convertirse en un referente cultural de nuestra identidad nacional, no solo en el país sino que también a un nivel internacional (premios Grammy latinos por ejemplo) permitiendo que las nuevas generaciones abracemos nuestra herencia musical como una parte importantísima de lo que somos, como personas individuales y como sujetos colectivos dentro de la identidad ciudadana que orgullosamente nos cobija y nos identifica ante las demás naciones del mundo entero.

La narración costumbrista del vallenato, por medio de la poesía musical, cumple entonces una función importantísima para crear en nuestro subconsciente colectivo los elementos culturales que nos unen como hermanos colombianos brotados del mismo suelo patrio, producto del amor de nuestros ancestros por esta tierra, por su naturaleza, por la belleza de sus mujeres y por la gesta más noble, la cual es el canto y la conquista del amor de la mujer amada. De esta manera, lo local se convierte en el patrón fundamental que le da piso primero a la cohesión de lo regional, para poder crear un proyecto de nación en el que todos los colombianos nos identifiquemos y nos unamos mediante costumbres, valores, tradiciones y cultura compartida.

Una historia que no tenga en cuenta las narraciones en torno a las anécdotas, usos y costumbres de la vida diaria de un pueblo es una historia sesgada hacia el error. Es en la crónica de la historia local, desde donde se puede dilucidar en realidad los motivos fundamentales del drama y la tragicomedia humana; ¡allí es donde se puede descubrir mediante la consignación y registro de los relatos de los mayores “sabedores”, la raíz verdadera de los sueños e ilusiones, de las luchas diarias de los habitantes de un pueblo, de sus risas y sus llantos, del porqué de sus pesares y de sus alegrías, y de sus ganas de vencer la adversidad, en resumen de sus ganas de vida!

Es desde la localidad provinciana, de donde se nutre verdaderamente la Historia, allí es donde se atomizan las complejidades de los conflictos humanos y también desde allí es donde se puede entender la grandeza de los actos más nobles del ser humano, como lo es la majestuosa búsqueda del amor.

Por Jacobo Daconte V.

 

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