I
Pronto se va el dos mil veinte
y nos deja preocupados
el mundo está acorralado
por la pandemia inclemente.
Tenemos que ser prudentes
porque el virus no se ha ido
él permanece escondido
con su poder invisible,
y todos somos sensibles
debemos estar prevenidos.
II
Esperemos la llegada
del año dos mil veintiuno,
que no se quede ninguno
con la esperanza apagada.
La vida siempre es sagrada
es un precepto divino,
que la luz del peregrino
sea una guitarra en el alma
y el viento silbe en la palma
bendiciendo los caminos.
III
Que Dios nos dé el esplendor
para embellecer el bien,
y edificar nuestro edén
con las bases del amor.
Que el perfume del albor
sea un espiral de azucenas;
que brillen las cosas buenas
en el dintel del hogar,
y la alegría no ha de faltar
para sopesar las penas.
IV
Y nuestra Patria querida
de belleza y de quimera,
de sus hijos siempre espera
la dignidad por la vida.
Ya basta de tantas heridas
de arrogancia y de terror;
respetar es lo mejor
y aceptar las diferencias
para que en nuestra conciencia
brille la paz y el amor.