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Columnista - 4 diciembre, 2018

Cuatro fiestas, la inmaculada y el pescador

“Que linda la fiesta es en un ocho de diciembre, al sonar del triquitraqui que sabroso amanecer” Corresponde el aparte transcrito a la canción titulada “Las cuatro fiestas” obra cumbre del maestro Adolfo Echeverría grabada por el con “El cuarteto de Mónaco” con la voz de Nuris Borrás, también por Lisandro Meza y por Diomedes […]

“Que linda la fiesta es en un ocho de diciembre, al sonar del triquitraqui que sabroso amanecer”

Corresponde el aparte transcrito a la canción titulada “Las cuatro fiestas” obra cumbre del maestro Adolfo Echeverría grabada por el con “El cuarteto de Mónaco” con la voz de Nuris Borrás, también por Lisandro Meza y por Diomedes Díaz con Juancho Rois, entre otros; ha venido a mi mente esa canción a propósito de la celebración de la denominada “Noche de velitas” y por un relato que vale la pena compartir.

Mientras escuchaba la narración de un humilde pescador un día durante la Navidad del año inmediatamente anterior se repetía en mi mente la letra de esa famosísima canción la cual escuché por primera vez durante las clausuras de las actividades escolares de mi escuela, cuando recién había cumplido mis primeros seis años. Fue aquella noche cuando las niñas –hoy docentes- Omaira Brito y Aura Levete la cantaron a dos voces y después cada vez que la escuchaba en la Radio, en mi inocencia supina creía que era alguna de ellas su interprete por eso no solo se quedó en mi mente sino también en mi corazón. Aquel día, como les venía diciendo, ese pescador nos refirió lo sucedido la noche del siete de diciembre inmediatamente anterior, contó que desde la mañana de aquel día su mujer le había dicho que había soñado con la virgen La Inmaculada Concepción que le mandó a decir que no fuera a pescar durante esa noche porque recibirían su visita en la casa, el respondió que no creía en sueños que debía ser que comió demasiado antes de acostarse y no iba a dejar de pescar por hacerle caso a ese sueño, la señora le insistió que no fuera pero no lo pudo detener, él se fue junto con un sobrino menor de edad, salieron en la lanchita desde las playas de Riohacha a las seis y media de la tarde, era su propósito pescar durante la noche hasta las cuatro de la madrugada. Dice que cuando llegaron al sitio donde usualmente detenían la marcha para extender las redes, una extraña criatura que debía ser muy grande pasó por debajo de la lancha y el impacto fue tan grande que casi la voltea, y para completar el mechón que habían encendido se les cayó al agua, pasado el susto alcanzó a ver una luz que comenzó pequeñita y cada vez la veía más cerca de ellos y más grande, para tener animo ante lo desconocido se metió un petacazo de Churro – Ron artesanal- que llevó en la mochila, empezó a acordarse del sueño de su mujer, en ese momento y cuando ya era inminente el encuentro con la luz que parecía levitar sobre el agua esta se apagó y lo que fue desapareció, se metió otro petacazo y prendió el radio transistor que llevó, en ese momento estaba sonando en la emisora la canción “Las cuatro fiestas”, contaba que cuando la escuchó entre la preocupación y el miedo por los dos inexplicables incidentes le entró una desesperación por regresar, claro sin demostrarle miedo al muchacho porque sabía que podría aterrorizarse y cuando escuchó que Nuris Borras decía “Por la rivera se ven arbustos y cocoteros, ” comenzó a llorar sin motivo aparente y de una vez comenzó a recoger la atarraya con la agradable sorpresa que en algo más de una hora. Nos contó que cuando se disponía a emprender el regreso el motor no quería prender, y cuando ya se estaba desesperando la luz que antes había visto se volvió a presentar ya a muy corta distancia y como si avanzara silenciosa hasta donde ellos estaban, y mientras insistía infructuosamente en sus maniobras para encender el motor seguía tomando ron a pico de botella, lo cual le ayudaba a superar un poco el miedo. Finalmente el motor prendió y emprendió a toda velocidad su retorno a la ciudad y durante todo el camino de regreso la luz lo siguió, y se apagó cuando él llegó a la orilla de la playa.

Sin duda se le apareció la virgen, claro está, igual que las brujas, las santas existen y los milagros también.

Luis Eduardo Acosta Medina

Columnista
4 diciembre, 2018

Cuatro fiestas, la inmaculada y el pescador

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Eduardo Acosta Medina

“Que linda la fiesta es en un ocho de diciembre, al sonar del triquitraqui que sabroso amanecer” Corresponde el aparte transcrito a la canción titulada “Las cuatro fiestas” obra cumbre del maestro Adolfo Echeverría grabada por el con “El cuarteto de Mónaco” con la voz de Nuris Borrás, también por Lisandro Meza y por Diomedes […]


“Que linda la fiesta es en un ocho de diciembre, al sonar del triquitraqui que sabroso amanecer”

Corresponde el aparte transcrito a la canción titulada “Las cuatro fiestas” obra cumbre del maestro Adolfo Echeverría grabada por el con “El cuarteto de Mónaco” con la voz de Nuris Borrás, también por Lisandro Meza y por Diomedes Díaz con Juancho Rois, entre otros; ha venido a mi mente esa canción a propósito de la celebración de la denominada “Noche de velitas” y por un relato que vale la pena compartir.

Mientras escuchaba la narración de un humilde pescador un día durante la Navidad del año inmediatamente anterior se repetía en mi mente la letra de esa famosísima canción la cual escuché por primera vez durante las clausuras de las actividades escolares de mi escuela, cuando recién había cumplido mis primeros seis años. Fue aquella noche cuando las niñas –hoy docentes- Omaira Brito y Aura Levete la cantaron a dos voces y después cada vez que la escuchaba en la Radio, en mi inocencia supina creía que era alguna de ellas su interprete por eso no solo se quedó en mi mente sino también en mi corazón. Aquel día, como les venía diciendo, ese pescador nos refirió lo sucedido la noche del siete de diciembre inmediatamente anterior, contó que desde la mañana de aquel día su mujer le había dicho que había soñado con la virgen La Inmaculada Concepción que le mandó a decir que no fuera a pescar durante esa noche porque recibirían su visita en la casa, el respondió que no creía en sueños que debía ser que comió demasiado antes de acostarse y no iba a dejar de pescar por hacerle caso a ese sueño, la señora le insistió que no fuera pero no lo pudo detener, él se fue junto con un sobrino menor de edad, salieron en la lanchita desde las playas de Riohacha a las seis y media de la tarde, era su propósito pescar durante la noche hasta las cuatro de la madrugada. Dice que cuando llegaron al sitio donde usualmente detenían la marcha para extender las redes, una extraña criatura que debía ser muy grande pasó por debajo de la lancha y el impacto fue tan grande que casi la voltea, y para completar el mechón que habían encendido se les cayó al agua, pasado el susto alcanzó a ver una luz que comenzó pequeñita y cada vez la veía más cerca de ellos y más grande, para tener animo ante lo desconocido se metió un petacazo de Churro – Ron artesanal- que llevó en la mochila, empezó a acordarse del sueño de su mujer, en ese momento y cuando ya era inminente el encuentro con la luz que parecía levitar sobre el agua esta se apagó y lo que fue desapareció, se metió otro petacazo y prendió el radio transistor que llevó, en ese momento estaba sonando en la emisora la canción “Las cuatro fiestas”, contaba que cuando la escuchó entre la preocupación y el miedo por los dos inexplicables incidentes le entró una desesperación por regresar, claro sin demostrarle miedo al muchacho porque sabía que podría aterrorizarse y cuando escuchó que Nuris Borras decía “Por la rivera se ven arbustos y cocoteros, ” comenzó a llorar sin motivo aparente y de una vez comenzó a recoger la atarraya con la agradable sorpresa que en algo más de una hora. Nos contó que cuando se disponía a emprender el regreso el motor no quería prender, y cuando ya se estaba desesperando la luz que antes había visto se volvió a presentar ya a muy corta distancia y como si avanzara silenciosa hasta donde ellos estaban, y mientras insistía infructuosamente en sus maniobras para encender el motor seguía tomando ron a pico de botella, lo cual le ayudaba a superar un poco el miedo. Finalmente el motor prendió y emprendió a toda velocidad su retorno a la ciudad y durante todo el camino de regreso la luz lo siguió, y se apagó cuando él llegó a la orilla de la playa.

Sin duda se le apareció la virgen, claro está, igual que las brujas, las santas existen y los milagros también.

Luis Eduardo Acosta Medina