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Contar nuestras historias personales es benéfico para la salud mental

Desde mí cocina

Por Silvia Betancourt Alliegro

Quise enviarles este ensayo (editado) porque lo veo necesario como puente entre padres e hijos.
El poder de la narrativa en la sociedad -como un sueño colectivo-, o en la persona -como un mito privado- se refleja en la salud humana y nos muestra que el mundo está hecho de lenguaje y que con lenguaje lo podemos transformar.
El niño en el teatro de espejos que es su madre y su infancia, un teatro hecho sobre todo de lenguaje, va conformando su psique a través de esta historia que le narra y le embebe su entorno. Terapeutas y psicólogos han encontrado que las cualidades de esta narrativa, su coherencia y la forma en que representa su persona son factores decisivos en la salud mental y en la capacidad que tiene un individuo de relacionarse con el mundo y desarrollar su potencial.
De forma similar pueblos con poderosas historias fundacionales, con épicas narrativas o sueños colectivos de origen, parecen efectuar este poder, esta especie de grandeza de la que parten, como es el caso de los romanos o de los aztecas.  Es esta constante repetición de los relatos de origen que se vuelve una realidad, que opera como una magia lingüística… un diálogo interno dentro de una mente colectiva, una especie de neuroprogramación (“El diálogo interno es lo que nos mantiene en el mundo cotidiano. El mundo es de esta forma y de esta otra sólo porque nos decimos que es de esta forma y de esta otra”, escribió Carlos Castaneda). Lo mismo sucede con las historias personales, nuestra mente las repite constantemente hasta el punto de que las integra como una realidad objetiva de lo que somos. El relato se convierte en la relación de nuestro ser con el mundo. Un relato que postula un personaje central, ficción y no-ficción, al cual nos referimos como: yo.
Un interesante artículo publicado en Scientific America por la Dra. May Benatar ahonda en los beneficios a la salud que tiene la construcción de nuestras propias historias personales, capaces de liberarnos de imágenes mentales represoras o de definiciones que coartan la expresión de nuestra totalidad de ser. Dice la doctora que “imaginamos que la película de nuestras vidas” está siendo hecha de la misma historia siempre, nuestra historia. Pero esto puede variar, y existen personas cuyas “películas” están construidas con diversas narrativas, algunas incoherentes, y caóticas, “escritas” por guionistas ajenos cuya injerencia puede desvirtuar el desenlace. Algunas historias también, como si fueran parte de una película de ciencia ficción donde se le borra la memoria a un individuo, están fragmentadas y carecen de importantes capítulos.
Los relatos que hacemos de nuestra vida son importantes en la formación de los niños. Los maestros advierten que las historias que se cuentan en el kinder se vuelven rápidamente autobiográficas, son integradas al campo de significados y experiencias de los niños, un campo que modela el mundo en el que vivimos.
La forma en la que los padres son capaces de narrar su propia historia impacta profundamente  en la capacidad de relacionarse con el mundo de sus hijos.
“Los investigadores han encontrado que una forma de predecir estabilidad y seguridad en los niños es a través de su habilidad de relatar una historia coherente de sus propias vidas. No necesita ser una narrativa históricamente precisa. No necesita ser positiva. No necesita necesariamente haber tenido una infancia feliz. Lo que es necesario es poder decirle tanto a ti mismo como a un interlocutor una historia que se sostiene y hace sentido”, dice May Benatar.
Por todo esto, y entendiendo que somos seres hechos de lenguaje, y que, como en el ADN, un diferente arreglo en la letras de nuestro código o una mutación en la narrativa de nuestra persona, altera de manera sustancial el mundo que experimentamos y aquello en lo que nos convertimos. Es tal vez el momento de ‘hackear’ nuestra propia historia y liberar su código para que podamos tejer una historia resonante con nuestros sueños más profundos y luminosos. Una historia que refleje el origen de aquella primera Fábula, que también es la nuestra, la creación del universo a través de la palabra.

Bibliografía: Scientific America

@yastao

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