Cada actor -ya sean gobiernos, empresas, organizaciones sociales, academia o ciudadanos- desempeña un papel específico dentro del ecosistema social, en el que cada acción tiene un impacto en la evolución de la comunidad. Este ecosistema es esencialmente las relaciones, recursos y esfuerzos que permiten a una sociedad avanzar.
Cada actor -ya sean gobiernos, empresas, organizaciones sociales, academia o ciudadanos- desempeña un papel específico dentro del ecosistema social, en el que cada acción tiene un impacto en la evolución de la comunidad. Este ecosistema es esencialmente las relaciones, recursos y esfuerzos que permiten a una sociedad avanzar.
Según la teoría de los sistemas socioecológicos, los ecosistemas se desarrollan en cuatro etapas: crecimiento y utilización de recursos; acumulación y estabilidad; liberación/crisis; y reorganización/adaptación, dentro de las cuales ocurre todo el aprendizaje, innovación y ajuste de estrategias. Debido a que no poseemos el mapeo intersectorial necesario para conectar los esfuerzos de todos, este ciclo no puede completarse, al menos no de manera adecuada, en nuestro ecosistema social.
Existen, de hecho, muchas iniciativas que abordan la educación, el empleo, el desarrollo comunitario, etc., pero están enfocadas en verticales individuales y no interactúan en absoluto entre sí, lo que las hace dispersas, menos sostenibles y aisladas de sus comunidades. Cuando pregunté a todos en la primera tertulia del año quién conocía organizaciones como la Fundación María Marta, que trabaja con niños y adolescentes con enfermedades raras, o la Asociación de Personas con Múltiples Discapacidades, nadie respondió; se podía ver un claro ejemplo de esta falta de coordinación. Esto es el punto donde surge el problema: si no tenemos idea de lo que ya existe, ¿cómo podemos articular los esfuerzos para reforzar su impacto?
En esta primera tertulia, pude compartir sobre la responsabilidad social en el contexto de este ecosistema social. Para mí fue un privilegio participar en este espacio, pero realmente lo que deseo resaltar es que participaron diferentes actores. La presencia de empresarios, concejales, estudiantes y representantes de todo tipo de organizaciones fue un gran paso en la dirección correcta. Las diferencias eran un objetivo en la búsqueda de soluciones, y la disposición al diálogo mostró que es posible construir cuando nos unimos por un propósito común.
Esta tertulia fue el resultado de una planificación consciente, basada en la convicción de que el intercambio de ideas y la colaboración pueden generar efectos reales. Nos permiten resaltar problemas, agregar oportunidades y, lo que es más importante, crear redes de apoyo. Queda mucho por lograr, pero este es un gran paso en la reconstrucción del tejido social y el impulso del desarrollo territorial. La falta de acceso a derechos, las brechas de oportunidades y las barreras a la inclusión ciertamente no desaparecen de un día para otro, pero estos espacios de conversación son el punto de partida para encontrar soluciones colectivas.
Para que un ecosistema social sea sostenible, es necesario desarrollar una estrategia intersectorial integral que guíe no solo cómo nuestra visión puede convertirse en acciones concretas, sino que también muestre cómo nosotros, como actores diversos en este ecosistema, podemos unirnos a una manera común de actuar. Como explica el informe del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD), una buena hoja de ruta alineará los esfuerzos de empresas, gobiernos y organizaciones en torno a prioridades y metas compartidas y luego maximizará el impacto general del sector en el desarrollo sostenible.
Necesitamos coordinar mejor, vincular esfuerzos y comprometer a más partes interesadas en la discusión. Desde este aspecto, es un gran progreso que la Cámara de Comercio esté involucrada. Indica que el sector privado identifica la necesidad de trabajar en sinergia con la sociedad civil y el sector público. Pero la administración pública también necesita liderar este proceso, para que estas palabras no sean vacías, sino que se conviertan en políticas y programas.
Crear un ecosistema social sostenible requerirá colaboración, diálogo y acción concertada. El desafío ahora es convertir estas conversaciones en estrategias aplicables que generen un impacto real y progresivo en nuestro territorio.
Por: Sara Montero Muleth.
Cada actor -ya sean gobiernos, empresas, organizaciones sociales, academia o ciudadanos- desempeña un papel específico dentro del ecosistema social, en el que cada acción tiene un impacto en la evolución de la comunidad. Este ecosistema es esencialmente las relaciones, recursos y esfuerzos que permiten a una sociedad avanzar.
Cada actor -ya sean gobiernos, empresas, organizaciones sociales, academia o ciudadanos- desempeña un papel específico dentro del ecosistema social, en el que cada acción tiene un impacto en la evolución de la comunidad. Este ecosistema es esencialmente las relaciones, recursos y esfuerzos que permiten a una sociedad avanzar.
Según la teoría de los sistemas socioecológicos, los ecosistemas se desarrollan en cuatro etapas: crecimiento y utilización de recursos; acumulación y estabilidad; liberación/crisis; y reorganización/adaptación, dentro de las cuales ocurre todo el aprendizaje, innovación y ajuste de estrategias. Debido a que no poseemos el mapeo intersectorial necesario para conectar los esfuerzos de todos, este ciclo no puede completarse, al menos no de manera adecuada, en nuestro ecosistema social.
Existen, de hecho, muchas iniciativas que abordan la educación, el empleo, el desarrollo comunitario, etc., pero están enfocadas en verticales individuales y no interactúan en absoluto entre sí, lo que las hace dispersas, menos sostenibles y aisladas de sus comunidades. Cuando pregunté a todos en la primera tertulia del año quién conocía organizaciones como la Fundación María Marta, que trabaja con niños y adolescentes con enfermedades raras, o la Asociación de Personas con Múltiples Discapacidades, nadie respondió; se podía ver un claro ejemplo de esta falta de coordinación. Esto es el punto donde surge el problema: si no tenemos idea de lo que ya existe, ¿cómo podemos articular los esfuerzos para reforzar su impacto?
En esta primera tertulia, pude compartir sobre la responsabilidad social en el contexto de este ecosistema social. Para mí fue un privilegio participar en este espacio, pero realmente lo que deseo resaltar es que participaron diferentes actores. La presencia de empresarios, concejales, estudiantes y representantes de todo tipo de organizaciones fue un gran paso en la dirección correcta. Las diferencias eran un objetivo en la búsqueda de soluciones, y la disposición al diálogo mostró que es posible construir cuando nos unimos por un propósito común.
Esta tertulia fue el resultado de una planificación consciente, basada en la convicción de que el intercambio de ideas y la colaboración pueden generar efectos reales. Nos permiten resaltar problemas, agregar oportunidades y, lo que es más importante, crear redes de apoyo. Queda mucho por lograr, pero este es un gran paso en la reconstrucción del tejido social y el impulso del desarrollo territorial. La falta de acceso a derechos, las brechas de oportunidades y las barreras a la inclusión ciertamente no desaparecen de un día para otro, pero estos espacios de conversación son el punto de partida para encontrar soluciones colectivas.
Para que un ecosistema social sea sostenible, es necesario desarrollar una estrategia intersectorial integral que guíe no solo cómo nuestra visión puede convertirse en acciones concretas, sino que también muestre cómo nosotros, como actores diversos en este ecosistema, podemos unirnos a una manera común de actuar. Como explica el informe del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD), una buena hoja de ruta alineará los esfuerzos de empresas, gobiernos y organizaciones en torno a prioridades y metas compartidas y luego maximizará el impacto general del sector en el desarrollo sostenible.
Necesitamos coordinar mejor, vincular esfuerzos y comprometer a más partes interesadas en la discusión. Desde este aspecto, es un gran progreso que la Cámara de Comercio esté involucrada. Indica que el sector privado identifica la necesidad de trabajar en sinergia con la sociedad civil y el sector público. Pero la administración pública también necesita liderar este proceso, para que estas palabras no sean vacías, sino que se conviertan en políticas y programas.
Crear un ecosistema social sostenible requerirá colaboración, diálogo y acción concertada. El desafío ahora es convertir estas conversaciones en estrategias aplicables que generen un impacto real y progresivo en nuestro territorio.
Por: Sara Montero Muleth.