Publicidad
Categorías
Categorías
Crónica - 8 agosto, 2020

Conspiración

A la media noche del 25 de septiembre de 1828, sediciosos forzaron el ingreso al palacio presidencial de San Carlos y luego de asesinar a los guardias, se dirigieron al aposento del libertador Simón Bolívar quien se encontraba descansando preso de un terrible resfriado.

Álvaro Uribe Vélez y-	Pedro Norberto Castro Araujo.

FOTO/CORTESÍA-
Álvaro Uribe Vélez y- Pedro Norberto Castro Araujo. FOTO/CORTESÍA-

A la media noche del 25 de septiembre de 1828, sediciosos forzaron el ingreso al palacio presidencial de San Carlos y luego de asesinar a los guardias, se dirigieron al aposento del libertador Simón Bolívar quien se encontraba descansando preso de un terrible resfriado.

Un grupo de radicales santanderistas seguidores de Francisco De Paula Santander, a quien el libertador había destituido como vicepresidente de la Gran Colombia, intentó asesinarlo y gracias a la ayuda de su compañera sentimental Manuelita Sáenz, logró salvarse.

Bolívar, liberó del yugo de los españoles a cinco repúblicas entre las que se encuentra la nuestra y, muy a pesar del sentimiento bueno y bondadoso de quienes aplaudieron esos actos existían los celos de aquellos contrarios a sus ideales; opositores que trataron de apagarlo con su extinción.

Álvaro Uribe Vélez, asumió el poder en un país cercado y cercenado por ideales de izquierda, las fuerzas insurgentes habían doblegado el interés de los colombianos con violencia desaforada y acorralando a los ciudadanos de bien quienes se refugiaron en sus casas para no ser presa fácil de los narcoterroristas de las FARC y del ELN

Colombia era un país inviable, a raíz de la problemática de orden público y social; su economía había colapsado y solo éramos vistos como una república inmersa en el terrorismo y el narcotráfico; Uribe con sus propuestas llegó al poder para salvarnos del yugo narcoterrorista que fragmentó y resquebrajó la economía de la nación; a cambio fue nuestro libertador que nos concedió la libertad con su política de seguridad democrática.

No ha existido vida más escrutada en Colombia que la de Álvaro Uribe, quien ha demostrado a lo largo de su trayectoria política ser un hombre íntegro y transparente.  Es el estadista más importante de los últimos 100 años, la seguridad democrática, la implementación de la cobertura en salud para los más humildes y, la confianza inversionista, son algunos de sus legados.

En su pasión y amor por la patria marcó una nueva historia en el ámbito de seguridad y valores democráticos con su política de orden público. “Mano firme y corazón grande”, devolviéndole a los colombianos las condiciones mínimas de libertad y de derechos civiles.

He tenido el placer de conocerlo a través de varias facetas: como ser humano, como hombre abnegado al amor de su familia, como político, servidor, estadista y amigo.  Su fuerza su valentía, transparencia, honorabilidad, y su lucha por la verdad en toda su vida pública son ejemplo para las nuevas generaciones.

En Colombia pasa algo inaudito, la justicia no funciona. Quienes la administran, la han sumergido en un círculo vicioso consumido por muchos ingredientes que la carcomen; un sistema lleno de debilidades y flaquezas como la congestión judicial, la falta de personal y creación de nuevos puestos de trabajo para encontrar una máxima eficiencia allí; campea la corrupción y la politiquería; un sistema lleno de vicios, podrido y sin dolientes; un sistema judicial sumergido en el fondo de un océano contaminado o al borde de caer en el más agreste abismo sobre acantilados y despeñaderos.

 Un claro ejemplo es de Santrich quien violó, extorsionó, secuestró y traficó; sin embargo, las altas cortes lo dejan en libertad. Ganaron las FARC con Uribe preso; no queremos decir con esto de que a Uribe no se le investigue, pero sí que se le respete su dignidad. Las cárceles están llenas de militares detenidos enviados allá por quienes manejan la Justicia Especial para la Paz JEP.

Luego vendrán los empresarios, comerciantes, agricultores, ganaderos y todo aquel que se encuentre en desacuerdo con los ideales de izquierda. Gracias a quienes apoyaron la paz de Santos, pienso que acá empieza el fin de la democracia.

Las FARC no vencieron militarmente a la Fuerza Pública ni al Estado, pero estas han ganado la guerra judicial, se prepararon y colocaron en las altas esferas del poder judicial y el Congreso a los más connotados miembros de su organización.

Lo dijo Álvaro Gómez Hurtado: “hemos llegado a una situación

escandalosamente paradójica en la que nuestro sistema de justicia parece estarse pasando al bando de los criminales”. Parece paradójico pero es exactamente lo que ocurre en Colombia.

Uribe, en apariencia es un hombre recio y tal vez como el mismo se describió: “cerrero y ‘volao’ para tomar decisiones”, pero a la vez se ha distinguido por su nobleza y don de gente; en alguna oportunidad dialogaba profundamente con él, me dio confianza y le pregunté de frente: presidente estando en ejercicio de su segundo mandato, el Congreso por unanimidad aprobó su reelección, la Corte Constitucional en sala de decisión 4 votos a favor y 5 en contra determinó que constitucionalmente no podría haber reelección; en ese entonces arrasaba usted en las encuestas con una popularidad de más del 94 %, tenía todo el viento a su favor; ¿por qué no hizo caso omiso de esa decisión y convocó a elecciones?, me miró fijamente a los ojos y me dijo tocándome el hombro: “porque soy un demócrata compadre”.

A Uribe le pasa esto por confiado, por creer en el país del Sagrado Corazón, por confiar en personas que se apoderaron y que creyeron que él solo era de ellos y lo alejaron del resto del conglomerado.

POR: Pedro Norberto Castro Araujo

Crónica
8 agosto, 2020

Conspiración

A la media noche del 25 de septiembre de 1828, sediciosos forzaron el ingreso al palacio presidencial de San Carlos y luego de asesinar a los guardias, se dirigieron al aposento del libertador Simón Bolívar quien se encontraba descansando preso de un terrible resfriado.


Álvaro Uribe Vélez y-	Pedro Norberto Castro Araujo.

FOTO/CORTESÍA-
Álvaro Uribe Vélez y- Pedro Norberto Castro Araujo. FOTO/CORTESÍA-

A la media noche del 25 de septiembre de 1828, sediciosos forzaron el ingreso al palacio presidencial de San Carlos y luego de asesinar a los guardias, se dirigieron al aposento del libertador Simón Bolívar quien se encontraba descansando preso de un terrible resfriado.

Un grupo de radicales santanderistas seguidores de Francisco De Paula Santander, a quien el libertador había destituido como vicepresidente de la Gran Colombia, intentó asesinarlo y gracias a la ayuda de su compañera sentimental Manuelita Sáenz, logró salvarse.

Bolívar, liberó del yugo de los españoles a cinco repúblicas entre las que se encuentra la nuestra y, muy a pesar del sentimiento bueno y bondadoso de quienes aplaudieron esos actos existían los celos de aquellos contrarios a sus ideales; opositores que trataron de apagarlo con su extinción.

Álvaro Uribe Vélez, asumió el poder en un país cercado y cercenado por ideales de izquierda, las fuerzas insurgentes habían doblegado el interés de los colombianos con violencia desaforada y acorralando a los ciudadanos de bien quienes se refugiaron en sus casas para no ser presa fácil de los narcoterroristas de las FARC y del ELN

Colombia era un país inviable, a raíz de la problemática de orden público y social; su economía había colapsado y solo éramos vistos como una república inmersa en el terrorismo y el narcotráfico; Uribe con sus propuestas llegó al poder para salvarnos del yugo narcoterrorista que fragmentó y resquebrajó la economía de la nación; a cambio fue nuestro libertador que nos concedió la libertad con su política de seguridad democrática.

No ha existido vida más escrutada en Colombia que la de Álvaro Uribe, quien ha demostrado a lo largo de su trayectoria política ser un hombre íntegro y transparente.  Es el estadista más importante de los últimos 100 años, la seguridad democrática, la implementación de la cobertura en salud para los más humildes y, la confianza inversionista, son algunos de sus legados.

En su pasión y amor por la patria marcó una nueva historia en el ámbito de seguridad y valores democráticos con su política de orden público. “Mano firme y corazón grande”, devolviéndole a los colombianos las condiciones mínimas de libertad y de derechos civiles.

He tenido el placer de conocerlo a través de varias facetas: como ser humano, como hombre abnegado al amor de su familia, como político, servidor, estadista y amigo.  Su fuerza su valentía, transparencia, honorabilidad, y su lucha por la verdad en toda su vida pública son ejemplo para las nuevas generaciones.

En Colombia pasa algo inaudito, la justicia no funciona. Quienes la administran, la han sumergido en un círculo vicioso consumido por muchos ingredientes que la carcomen; un sistema lleno de debilidades y flaquezas como la congestión judicial, la falta de personal y creación de nuevos puestos de trabajo para encontrar una máxima eficiencia allí; campea la corrupción y la politiquería; un sistema lleno de vicios, podrido y sin dolientes; un sistema judicial sumergido en el fondo de un océano contaminado o al borde de caer en el más agreste abismo sobre acantilados y despeñaderos.

 Un claro ejemplo es de Santrich quien violó, extorsionó, secuestró y traficó; sin embargo, las altas cortes lo dejan en libertad. Ganaron las FARC con Uribe preso; no queremos decir con esto de que a Uribe no se le investigue, pero sí que se le respete su dignidad. Las cárceles están llenas de militares detenidos enviados allá por quienes manejan la Justicia Especial para la Paz JEP.

Luego vendrán los empresarios, comerciantes, agricultores, ganaderos y todo aquel que se encuentre en desacuerdo con los ideales de izquierda. Gracias a quienes apoyaron la paz de Santos, pienso que acá empieza el fin de la democracia.

Las FARC no vencieron militarmente a la Fuerza Pública ni al Estado, pero estas han ganado la guerra judicial, se prepararon y colocaron en las altas esferas del poder judicial y el Congreso a los más connotados miembros de su organización.

Lo dijo Álvaro Gómez Hurtado: “hemos llegado a una situación

escandalosamente paradójica en la que nuestro sistema de justicia parece estarse pasando al bando de los criminales”. Parece paradójico pero es exactamente lo que ocurre en Colombia.

Uribe, en apariencia es un hombre recio y tal vez como el mismo se describió: “cerrero y ‘volao’ para tomar decisiones”, pero a la vez se ha distinguido por su nobleza y don de gente; en alguna oportunidad dialogaba profundamente con él, me dio confianza y le pregunté de frente: presidente estando en ejercicio de su segundo mandato, el Congreso por unanimidad aprobó su reelección, la Corte Constitucional en sala de decisión 4 votos a favor y 5 en contra determinó que constitucionalmente no podría haber reelección; en ese entonces arrasaba usted en las encuestas con una popularidad de más del 94 %, tenía todo el viento a su favor; ¿por qué no hizo caso omiso de esa decisión y convocó a elecciones?, me miró fijamente a los ojos y me dijo tocándome el hombro: “porque soy un demócrata compadre”.

A Uribe le pasa esto por confiado, por creer en el país del Sagrado Corazón, por confiar en personas que se apoderaron y que creyeron que él solo era de ellos y lo alejaron del resto del conglomerado.

POR: Pedro Norberto Castro Araujo